ODOARDO LEÓN-PONTE
En la era de las multinacionales, había una separación marcada entre el Estado y las empresas. El ministerio de adscripción fijaba las políticas nacionales en materia petrolera y vigilaba muy de cerca la actividad realizada por las operadoras. No había posibilidad alguna de que se confundieran o solaparan los roles y las responsabilidades. Unos supervisaban y otros ejecutaban. Adicionalmente, había delegaciones de gente en las oficinas de las empresas que pertenecían a las oficinas responsables de auditar todo desembolso que hicieran las empresas, para fines de determinar su deducibilidad dentro de las normativas de impuestos. Las operadoras, por su parte tenían sus propias organizaciones de auditoría interna que vigilaban el cumplimiento de las normas internas y externas por parte del personal de las distintas organizaciones de la empresa. Los otros ministerios supervisaban en cuanto a su respectiva responsabilidad. Y por razones de competitividad, cada empresa se mantenía vigilante de las actividades de las otras. Las empresas acataban las normas que las regulaban y de no estar de acuerdo acudían a los organismos jurisdiccionales, argumentaban su caso y acataban el fallo. Esto se mantuvo durante muchos años de la etapa pre-estatización mientras se apretaban las tuercas cada vez más, con el consecuente perjuicio para el país en términos del desarrollo de la actividad, al limitar efectivamente el crecimiento de las petroleras privadas y no compensarlo de una manera efectiva con las medidas alternativas que se tomaron bajo una orientación netamente política e inconveniente para el progreso.
Así, desembocamos en la estatización: se creó Pdvsa.
La Pdvsa estatizada y sus empresas filiales mantuvieron los sanos criterios gerenciales y siguieron cumpliendo con todas sus obligaciones. Continuaron con sus departamentos de auditoría interna y siguieron bajo la supervisión de la representación del Impuesto Sobre la Renta y de las normativas de los diferentes ministerios. Por ser una empresa de carácter internacional con operaciones fuera del ámbito nacional y por cuanto siguió siendo una empresa de primer mundo, cumplía con los dictámenes y la normativa de la "Securities and Exchange Commission", institución rectora para toda empresa internacional de prestigio y seriedad que, en ningún caso, podía pretender saltarse las normativas correspondientes. En todo momento presentó sus puntos de vista y justificó sus acciones ante los distintos organismos nacionales e internacionales, tanto en el sentido de la pulcritud de sus acciones como en la orientación de sus políticas. Sus presentaciones a todos los niveles eran claras y concisas basadas en hechos y cifras concretas, lo cual la distinguía, pero dejaba un mal sabor en los receptores a nivel nacional, por el uso de un estilo al cual no estaban acostumbrados.
Esas realidades fueron cambiando por la acción permanente del Estado para someter a la industria a sus dictámenes, cónsonos con las prácticas en otras empresas del país. La caja negra estaba en camino a un eclipse permanente. El siglo XXI, la caja negra se desvaneció.
No hay comentarios:
Publicar un comentario