martes, 25 de agosto de 2020

Requiem por PDVSA

 


Por Jurate Rosales 

Uno de los primeros capítulos del  libro  que estoy escribiendo en francés acerca de la Venezuela que hice mía, relata la entrevista que me otorgó Luis 

Giusti en Caracas, un par de semanas antes de que él dejara la presidencia de la entonces  mundialmente admirada  petrolera, considerada en ese tiempo,  la segunda del mundo en materia de rentabilidad y primera en seguridad de sus trabajadores.  La petrolera venezolana que él dirigía, PDVSA, era objeto de envidia y justamente, un mes antes de la entrevista, en la reunión anual de las grandes petroleras del mundo, a Giusti le había sido otorgada por sus pares, la distinción de “mejor gerente petrolero del año”.   

Esa entrevista, grabada y publicada en 1998, era muy optimista. PDVSA producía en aquel momento 3,4 millones de barriles diarios y tenía en sus planes, con financiamiento garantizado, duplicar esa cifra en cuatro años. El plan  era llegar a producir 6 millones de barriles diarios. 

Para exportar esa producción, PDVSA había ya hecho sus previsiones : tenía una participación en 8 refinerías europeas – 4 en Alemania, 2 en Suecia y Bélgica, además de otras dos en el Reino Unido, y tenía la sucursal Citgo en la costa Este de Estados Unidos, con sus  en aquel momento 15.270 estaciones de servicio, vendiendo gasolina venezolana. En Venezuela misma, PDVSA construyó el mayor conglomerado de refinación de América del sur.  

En el país considerado poseedor de las mayores reservas de petróleo en el mundo, PDVSA parecía no tener límite. Los venezolanos pagaban el más bajo precio del  combustible en el mundo y cada venezolano se consideraba con derecho a disfrutar de esa riqueza. 

La destrucción de PDVSA se inició apenas llegó a la presidencia Hugo Chávez y su primer intento de destrucción fue un  teatro del absurdo: en el patio del edificio sede de PDVSA, Chávez sentado delante de una mesita, nombró uno por uno a varios de los principales gerentes de la empresa y con un silbato gritaba “fuera”.   

Tras esa provocación claramente planificada, la huelga petrolera [EN REALIDAD NO FUE UNA HUELGA PETROLERA. HABÍA PARO NACIONAL Y LOS TRABAJADORES DE PDVSA DECIDIERON UNIRSE. EL PARO FRACASÓ, SE ACABÓ Y PDVSA Y SUS TRABAJADORES QUEDARON METIDOS EN LA OLLA DE CHÁVEZ],  pronto se convirtió en general y paralizó el país durante dos meses, sin resultado tangible, salvo el del cansancio de la población, pero en el caso de PDVSA la venganza de Chávez fue letal. Un tercio de todos los asalariados de la petrolera, 18.194 personas en su mayoría altamente cualificadas, muchas con años de experiencia, fueron despedidas. En. cierta forma, la empresa quedó descerebrada, Sin embargo, la nómina pronto fue duplicada y hasta triplicada con un aporte de gente sin cualificaciones, todos asalariados de la petrolera, cuya tarea era nutrir organizadamente y por lista de asistencia, cualquier manifestación de calle a favor de Chávez. 

Entretanto, la producción decaía. Hace años me decían que el petróleo es tan generoso, que hasta con los peores gerentes logra producir ganancias, pero el petróleo venezolano superó en destrucción todo lo imaginable. Por falta de repuestos, uno tras otro, los pozos dejaban de sacar un petróleo  que sí está, pero ya no hay manera de  bombearlo. Un largo boom petrolero que permitió ganancias casi inimaginables en la década de los años 70 opacó temporalmente el deterioro de los pozos, mientras éstos  empezaban  a producir cada vez menos. 

El mantenimiento ya mostraba señales de debilidad. Los accidentes laborales aumentaban en número. En agosto del 2012, ocurrió el incendio de la importante refinería de Amuay : 55 muertos,  156 heridos,  muchos daños materiales. El seguro no había sido pagado y el Estado tuvo que asumir los gastos y las pérdidas, Al día siguiente del siniestro, Chávez visitó el lugar de la tragedia, no hubo responsables. Los accidentes laborales se volvieron rutina. La prensa se limitaba a informar cuántos muertos hubo en tal o cual accidente laboral.  

 Creo que Chávez nunca entendió que el petróleo se le podía acabar. Lo veía como un instrumento de poder y cuando los precios del petróleo bajaban no dudaba en endeudarse, seguro como estaba que tiene y tendrá  como pagar. 

Con Maduro,  el petróleo, ahora sí, se le acabó. Estamos  todavía oficialmente en 393 mil barriles diarios, pero la OPEP que no come cuentos, quita en estos días la producción de petróleo venezolano de sus listas. Lo que no entiendo es que un asunto de tanta historia e importancia, apenas ha sido mencionado en los medios nacionales y creo que en ninguno internacional. Es de recordar que ha sido un genial venezolano, Juan Pablo Pérez Alfonzo, el cerebro y creador de la OPEP que durante un siglo dio de comer a todos los venezolanos, hasta que Chávez y luego Maduro destruyeron esa fuente de la que todavía viven todos los miembros del cartel. 

 Como si esto ya fuera poco, hasta los presuntos 393 mil barriles se hacen escasos para por lo menos mitigar el hambre, porque con eso, ni para un paquete Clap,  no es que no habrá sino que ya no hay, Salvo que la noticia  fuera falsa, que yo lo dudo, las tres empresas mexicanas que surtían  los paquetes de víveres Clap pagados por Venezuela, parece que se declararon en quiebra por falta de pago. La prensa mexicana da sus nombres y anuncia sus quiebras. 

Y todo esto ocurre a los venezolanos por haber elegido hace veinte años a un teniente coronel que nada sabía y nunca supo jamás de lo más importante para Venezuela, como lo es el petróleo.

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