viernes, 12 de octubre de 2012

“EXCESO” DE DEMOCRACIA


Rafael Gallegos                                                                          

El régimen se jacta que en Venezuela hay “exceso de democracia” porque  se realizan elecciones periódicamente. Confunde número de elecciones con democracia. Algo así como confundir gordura con salud. Pero  la realidad la sabemos todos. Lo que hay es un gran déficit…
No se puede hablar de exceso de democracia cuando en lugar de respeto al adversario, hay burla al enemigo. Cuando el Presidente parece tener como norma no hablar a los gobernadores de oposición, ni a los alcaldes ídem. No tomar en cuenta a los representantes empresariales que no son adláteres, ni a los sindicales. ¿Desde cuando los opositores no visitan Miraflores?
Tampoco hay exceso de democracia cuando en la Asamblea, la mayoría del gobierno se niega a compartir, como en todas las democracias del mundo, la  Directiva con la oposición.
No se puede decir que hay exceso de democracia cuando no se invita a los canales televisivos ni a las emisoras radiales públicas, a los líderes que no comulgan con las ideas de a “revolución”. Ni cuando se cerró, pura casualidad, al medio privado de mayor sintonía, RCTV. O cuando el eufemismo de “democratizar los medios”,  se clausuraron 34 emisoras radiales.
El exceso de democracia no puede ser cuando el presidente ordena cárcel por televisión. Ni los perseguidos por las fascistas listas tascón y maisanta, condenados al incilio (exilio pero dentro de la patria), al desempleo y a la nula contratación por parte del Estado. Y menos los exiliados.
No puede ser exceso de democracia cuando se les exige a los trabajadores públicos la camisa roja y la obligatoriedad a asistir a eventos proselitistas. Ni cuando en PDVSA en lugar de exigir calidad técnica que evite derrames, explosiones en refinerías y baja sostenida  de la producción, se les participa que si no votan por el gobierno se van. Digno de Ripley.
Ni puede ser exceso de democracia la licuefacción (jugo, zumo, hugo) de los poderes públicos, en un hombre.
Y mucho menos puede ser exceso de democracia el abuso de expropiar – confiscar porque no pagan– propiedades  por motivos lejanos a la utilidad pública, transformando haciendas y centros industriales en eriales. Ruinas sin haber pasado por la gloria.
Ni pueden ser elecciones “democráticas” el ventajismo de toda la hegemonía comunicacional del Estado, las cincuenta y dos horas de cadenas durante la campaña presidencial reciente, los improperios y descalificaciones al candidato opositor, en emisoras pagadas por todos los venezolanos independientemente del credo político. O sea… ¿Los opositores pagamos para que nos insulten?
Y menos un árbitro que se haga el loco ante el abuso de vehículos del gobierno utilizados para fines electorales.
Y tampoco puede ser exceso de democracia un CNE integrado por cuatro de los cinco rectores, simpatizantes y hasta militantes del régimen. Es decir, la oposición, además de víctima del ventajismo, tiene que aguantar que el árbitro meta un gol de vez en cuando.
Vale la pena preguntarse cuántos votos representa el ventajismo. O cuántos votos menos hubieran sacado la “revolución” en igualdad de condiciones. ¿Hubieran ganado?... he ahí el dilema.
¿Que opinaría el gobierno si tuviera que ir a una elecciones en estas condiciones? ¿Las aceptaría o armaría un escándalo? Es decir, todos somos iguales; pero el gobierno es más igual que la oposición.
Y finalmente no hay exceso de democracia cuando un individuo puede permanecer en el poder por tiempo indefinido. Al decir de nuestro sabio y abusado Libertador, allí está el origen de la tiranía.
La democracia debe tener un baremo para medir su existencia. No bastan buenas intenciones como la casi inaplicable Carta Democrática de la OEA.
Hay que medir. Respeto a los representantes de la oposición, respeto al ciudadano, igualdad de condiciones, independencia de poderes, elecciones sin ventajismo.
¿QUIÉN DIJO MIEDO?
Con este abrumador ventajismo, Goliat derrotó a David. ¿Y cuál es el problema? Si no ganamos hoy, lo haremos mañana. La razón nos hará libres. Los tiempos en política no tienen nada que ver con el reloj.
Mandela pasó de la cárcel a  ser el hombre clave de Suráfrica.
Cuando Kennedy derrotó a Nixon, éste se fue a California, se lanzó a Gobernador y perdió. Absolutamente derrotado. ¿Quién diría que pocos años después sería Presidente de USA?
Rómulo Betancourt sufría un exilio que parecía infinito, luego del triunfo de Pérez Jiménez en el plebiscito de 1.957. Un año después era electo Presidente de Venezuela. Entonces, ¿quién dijo miedo?
Betancourt, el valiente demócrata que dijo: adelante, por arriba de las tumbas, adelante. Sigamos su consejo. Tenemos unidad, tenemos líderes y tenemos razón. Es imperativo rescatar la democracia.  

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