viernes, 5 de octubre de 2012

LA NUBE NEGRA

 JUAN FERNANDEZ

En la presentación del libro “La Nube Negra. Golpe Petrolero en Venezuela” de Germán Sánchez Otero, estuvieron presentes la mayoría de los personajes que la historia reconocerá como los ejecutores del enorme daño hecho a la industria petrolera venezolana en estos años trágicos. El autor, Germán Sánchez Otero, fue embajador de Cuba en Venezuela. El libro se publica bajo la tutela del Ministerio de Petróleo, cuyo capitoste indicó las personas que aparecen entrevistadas.

 Rafael Ramírez, el ministro-presidente, tuvo que buscar un funcionario del gobierno cubano para asegurarse un texto ajustado a su conveniencia, reflexión que nos sirve para destacar, orgullosos, la honrosa escasez de autores venezolanos “comprometidos con la revolución”. Por supuesto, el volumen está plagado de mentiras y desdibuja la realidad de aquel año 2002, cuando en Venezuela se requirió la complicidad internacional para  enfrentar la rebelión popular contra el proyecto comunista de Chávez.
La dificultad para encontrar un autor venezolano que manchara su nombre firmando la retahíla de mentiras y distorsiones contenida en “La nube negra” obligó a buscar ayuda en alguien que mucho debe agradecer a PDVSA. En efecto, la presencia del embajador cubano en la sede central de PDVSA era frecuente en aquella época cuando todavía estaban allí administradores responsables que insistían en cobrar a Cuba la factura petrolera, aunque fuese al precio vil impuesto por Chávez. Entonces se presentaba el embajador  Sánchez Otero a lograr el diferimiento de esa gigantesca deuda que jamás podremos cobrar.

Pero, ya que de agradecimientos hablamos, agradecidos debemos estar a Sánchez Otero por el título de su libro, “La nube negra”, porque es la mejor definición para lo que se cierne sobre nuestro país luego de 14 años de Chávez, durante los cuales el Estado ha recibido más ingresos que la suma de todos los gobiernos de nuestra historia republicana, con el resultado de una nación destartalada, endeudada y desmoralizada. Pese a ese gigantesco ingreso, los recursos de PDVSA ahora se presentan escasos. La actividad petrolera no genera suficiente caja y requiere pedir prestado a todo el mundo, enajenando lo que correspondería disfrutar a las próximas generaciones de venezolanos. Es común leer que PDVSA recibe préstamos de sus asociados –como los chinos-, en  condiciones que se mantienen ocultas porque son escandalosamente desfavorables para Venezuela. Tiene que hacer esto porque ahora es insolvente una empresa que cuando Chávez la tomó no necesitaba pedir prestado y si lo hacía en alguna breve coyuntura era en las mejores condiciones, porque era un acreedor seguro y confiable que  los grandes bancos del mundo se disputaban, mientras ahora lo rechazan.

Por supuesto, la actual opacidad administrativa se mantiene porque permite sospechosos depósitos en el exterior, como los denunciados a través de un banco venezolano con sede en Florida, y el enriquecimiento grosero de los altos directivos, de lo cual hay información que aparecerá en el debido momento. En plena campaña electoral es descarado el abuso de los recursos de PDVSA para favorecer al candidato Chávez. No hay pudor en la exhibición de grandes flotas de autobuses pintados de rojo, estacionadas en grandes parques como el de Guarenas, cuya única finalidad es transportar para los mítines de Chávez una manada de desempleados a quienes se paga por esa participación. PDVSA  cubre practicante todos los aspectos de la campaña oficialista, desde propaganda, viáticos, movilizaciones y aviones lujosamente equipados, hasta sobornos a políticos lambucios, de quinta categoría, que cobran por saltar la talanquera. 

Sólo nos queda como ciudadanos condenar el abuso que hace el Gobierno de estos recursos nacionales y exhortar al voto por  la unidad democrática.

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