Solamente te vi una vez en mi vida. Fuiste invitado
por mi sección en la Escuelade Derecho dela UCAB para que vinieras a
exponer tu plan de gobierno como candidato. El Auditorio Hermano Lanz no
se llenó tanto con Henrique Salas Römer, mucho menos con Irene Sáez,
como se llenó contigo. Hablabas en ese entonces de crear una patria de
derechos para todos, libre de corrupción, delincuencia y burocracia. Ya
ahí mencionabas la idea de entregar el poder en el caso de probar ser
inservible para una Venezuela necesitada de líderes. No ibas a ser tú la
piedra entre el estancamiento y el progreso.
Igual no voté por ti.
Tú
eras solo un militar mediático que estuvo en el momento adecuado en el
lugar indicado. Pero la diferencia es que a mi me enseñaron que no se
puede fiar de hombres que suben tanquetas por escaleras de mármol. Mucho
menos de los que fallan.
El pueblo no lo vio de esa manera. Te escogieron, lo respeté. Tres veces lo he respetado.
Cinco
mil días después sigues aquí. Ya no eres flacuchento. Hay algo de estar
en el poder que engorda y no sé que es. Contigo ha cambiado el nombre
de mi país, su bandera, su escudo, la iconografía del Libertador, la
moneda e incluso el huso horario. Te faltó la capital. Ahora que lo
pienso, esa es la única medida que hubiera apoyado. Una ciudad tan poco
céntrica y tan cerca del mar no puede ser la cuna de poderes de un
Estado. En los términos militares que tanto te gustan, no es considerado
estratégico.
Porque vaya que de
estrategias nos has hablado. También de guerras imaginarias,
magnicidios, invasiones, submarinos, mercenarios e imperialismos. Jamás
he entendido tu fascinación por los Estados Unidos. Como tú, tampoco son
la gran vaina. Ningún país que pase seis meses bajo la nieve puede
serlo. Pero tú insistes en elucubrar sobre ataques fantásticos con la
condecoración de aduladores militares y la compra mil millonaria de
armamentos que jamás serán usados. Son armas de guerra para exigir el
respeto de una nación que sin vergüenza y contra todo su historial
diplomático ha irrespetado a reyes, presidentes, líderes y pueblos. Has
tratado a Venezuela como una trinchera que denuncia a los
bienintencionados y la has aliado con líderes tiránicos, lambucios de
petróleo, jala bolas sin escrúpulos y por alguna extraña razón que creo
ni tú mismo entendiste, Naomi Campbell.
Son
cinco mil días de ti. 3500 horas en cadena nacional de tu voz. Donde
has hablado de todo menos de lo que la gente más te pide: inclusión y
dignidad. “Si no es chavista, no es venezolano” ¿Por qué la creación de
un enemigo cuya cédula es la misma que la tuya? La peor sensación del
mundo no es sentirse querido. Es saberse excluido. Tu Venezuela “ahora
es de todos”. Pero no es para los que labraron sus tierras con esfuerzo y
gerencia, ni de los funcionarios que tomaron decisiones contrarias a ti
pero ajustadas ala Ley. Tampocolo es de los que formaron PDVSA, ni los
que hicieron RCTV, por nombrar los más emblemáticos. Demasiados pitos y
gritos de despido hemos oído en estos cinco mil días como para
enunciarte una lista completa de los afectados. Uno de ellos te juzgará
en el futuro. Los derechos humanos no prescriben así como los corazones
rotos no olvidan la tiranía de un cuchillo afilado.
Son
demasiadas marramucias juntas en cinco mil días. Demasiados libros que
no se deberían leer en este siglo como para creer en la patria nueva de
la que tanto te ufanas. Demasiada fachada dela Virgencon metralleta y
poca habitabilidad para adolescentes que no tienen razón de estar
embarazadas. Mucho cartel de no fumar y poco hospital que atienda a los
enfermos. Demasiado cartelón de prohibición de porte de armas para la
cantidad de hombres balaceados en las calles. Más de 155 mil muertes
violentas en Venezuela desde 1999 confirman que no somos un país alegre:
somos una nación de viudas y de madres sin hijo. No hay ni una sola
familia en Venezuela que no tenga un cuento cercano de un secuestro. ¿A
dónde fue a parar la plata del rescate? ¿Quién se hizo rico? Hay
demasiada droga y demasiada Hummer en el país como para creer que el
Socialismo del Siglo XXI no va a tardar unos cuantos siglos más en
llegar. Si es que llega. Y lo peor es que eso tú no lo sabes.
No,
no eres el hombre del siglo pasado que prometía cambiarse el nombre si
veía a un niño en la calle, entregar Miraflores para crear una
universidad y bañarse en un Guaire saneado. Eres alguien que no puede
transitar por todo el país sin un sequito de guardaespaldas y focas a su
lado. Por lo menos sabes lo que es sentirse amurallado. En eso nos
parecemos. De resto eres alguien que ignora lo que es despertarse de
madrugada para agarrar un ticket en una clínica, estar atrapado en un
tráfico, o armar una carpeta para pedir sus reales bien ganados de
manera limitada. Eres el único venezolano que no tiene que esperar a
otro día porque hoy le toca a los de otra nacionalidad privilegiada. En
tu nevera nada falta cuando el resto no consigue ni leche ni aceite. Y
de apagones y falta de gas y agua nada sabes. ¿Cómo puedes saberlo? Si
en tus shows nunca hay pausas.
Tú has sido
el tema principal en la mesa de mi casa por cinco mil días. El motivo
por el cual yo voy a más despedidas que a bienvenidas de mis más
talentosas amistades. Me he desvelado con tu comentador estrella en el
canal oficial del Estado y leído suficiente material del 11 de abril
como para saber que una mentira dicha mil veces termina por encerrar a
los que no callan sus verdades. He visto como un mausoleo constituye tu
único legado, aun cuando esta promesa al Padre dela Patriasigue
retrasadamente inacabada. He tragado gas “del bueno”, llorado por
muertos que no conozco y visto como derriban estatuas. Y llegó el
momento de dejar de decir “por ahora” y comenzar a exclamar “¡ya basta!”
Catorce
años son suficientes. Son cinco mil los días en los que tú me has
llamado apátrida y son cinco mil los días que yo he esperado. Para que
tú tengas la valentía de admitir públicamente que yo lo único que soy es
un venezolano.
Jamás lo harás. Te vi una sola vez en mi vida y aún así te conozco demasiado.
Chao, Hugo. Para siempre.-
Toto Aguerrevere
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