Rafael Gallegos
El doctor Úslar Pietri ha deslumbrado generaciones de venezolanos con su ingeniosa frase “sembrar el petróleo”. El problema es que la cosecha, a pesar de haber pasado por buenos momentos - es infantil negar el salto cuántico dado por Venezuela entre los años cuarenta y ochenta - no ha sido suficiente para sacarnos del subdesarrollo. La buena cosecha depende de semillas de calidad, tierra fértil y mantenimiento. Para convertir a Venezuela en un país próspero, tenemos que enfocarnos en cosechar calidad de vida a partir de la siembra del petróleo. Integrar el petróleo al país. Enfocarnos en un Trípode: 1.- Industria Petrolera eficiente 2. Responsabilidad Social de la Industria Petrolera que genere redes de prosperidad en las comunidades y 3.- Estado capaz de transformar las divisas petroleras en calidad de vida. Ya basta de industria, Estado o comunidades, realengas y desconectadas entre sí.
La primera etapa de la Nacionalización del petróleo se realizó bajo parámetros de eficiencia. ¿Quién lo duda? Se multiplicaron las reservas; se desarrolló la faja; se internacionalizó el petróleo con la compra de refinerías en el extranjero; se cambió el patrón de refinación para multiplicar por tres el volumen de gasolina en nuestras refinerías; se aprovechó el gas; se desarrollaron las àreas nuevas de Monagas y Apure; nos apropiamos del mercadeo del crudo; se creó Intevep, la Orimulsión; el CIED, reconocida como la mejor universidad corporativa del mundo. Todo ello en 25 años y con venezolanos. Sin embargo, tanto éxito no pudo impedir que el país entrara en un oscuro túnel a partir de los ochenta. ¿Qué había sucedido? Muy simple: industria petrolera eficiente; pero Estado deficiente y comunidad ausente de la naciente política de Responsabilidad Social de la industria. Tres elementos realengos, en lugar de integrados en un trípode.
Luego de la lobotomía empresarial del 2002, cuando el gobierno expulsó a 23.000 técnicos que soportaban la industria petrolera, sustituyó la gerencia por la política y verdulizó la gestión, el país continúa fracasando. Decrecimiento, violencia, destrucción de la producción nacional. ¿Qué está sucediendo? Un trípode flácido y desintegrado: Industria petrolera deficiente, incapaz de surtir al país de divisas abundantes ni siquiera en un escenario de precios altos. Responsabilidad Social de la industria que intenta sustituir atribuciones del Estado y desdibuja la misión de la industria petrolera y, Estado incapaz de administrar los cada vez más escasos recursos
TRÍPODE PETROLERO
Como diría el gabo, nos hemos condenado a cien años de soledad. Los venezolanos de hoy debemos parir urgentemente una “segunda oportunidad sobre la tierra”. Aunar en un trípode: 1.- industria petrolera exitosa, 2.- Responsabilidad Social petrolera de capaz de orquestar comunidades que agreguen calidad de vida a los venezolanos y 3.- un Estado eficiente.
Hay que comenzar por rescatar la industria petrolera. No hay mucho tiempo. Ya vuelan aviones y navegan barcos, con energía solar. El país tiene que saber que tan solo producimos algo más de dos millones de barriles y apenas vendemos uno. Y que las refinerías están llenas de problemas. Hay que multiplicar por tres la producción en el mediano plazo. Es imperativo el rescate. Llegó la hora de la reingeniería. Cambios de raíz para lograr resultados espectaculares.
Luego, la Responsabilidad Social de la Industria petrolera debe fomentar la participación de las comunidades, movilizar los recursos y la energía creadora en las áreas aledañas al petróleo. Acabar con el marasmo de los pueblos petroleros.
También hay que rescatar al Estado. Hacerlo capaz de transformar las divisas petroleras en prosperidad. Ello implica democracia, descentralización, participación apolítica, independencia de poderes, respeto a la disidencia... pura antípoda de la acción de este gobierno.
Un trípode: 1.- Industria, 2.- Responsabilidad Social y 3.- Estado, aunados para la prosperidad de Venezuela. Sin elementos realengos. Hay que concentrarse en la cosecha del petróleo. O inventamos estrategias, o seguiremos errando. Hagamos que el futuro sea nuestro.
80 AÑOS DE DULCE
La menor de las hermanas Castro, de Tovar. Siete hermanas entre 80 y 91 años… y todas sanas. Un singular caso, como para un reportaje. Mi tía Dulce, luchadora anónima contra la dictadura. Recogía dinero entre los conocidos, arriesgando su trabajo y su vida, para enviar a un cuñado en el exilio, mi padre Rafael Gallegos Ortiz, quien siempre agradeció este gesto que nos permitió sobrevivir en esos duros años. Mil felicidades y un gran orgullo de ser tu sobrino.
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