Hoy hablaremos de seguridad.
En casi 12 años de desgobierno este régimen arroja un record desastroso en materia de seguridad ciudadana. Veamos. En 1998 hubo 4.550 homicidios. En 2009, 16.047. En 1998, 110 detenciones por cada 100 homicidios. En 2009, hubo 9. Es decir, que en la actualidad 91% de los homicidas quedan libres sin tener siquiera una detención como sospechoso.
De acuerdo con investigaciones la criminalidad tiene una correlación directa con el grado de urbanización y de pobreza de la sociedad. Ambas variables deben estar fuertemente presentes. Alta urbanización y baja pobreza o alta pobreza y baja urbanización no produce violencia. Sin embargo, en Venezuela ha disminuido la pobreza y aumentado la violencia. La explicación hay que buscarla en el nuevo ambiente político social creado por el discurso y la agresividad del Presidente coreado por sus seguidores. Además, los agentes de seguridad del estado son una clase privilegiada que discrimina la aplicación de la ley, etiquetan conductas no punitivas como criminales y satanizan todo lo que se oponga al proceso.
Se ha politizado el ministerio público y los cuerpos policiales sustituyen a buenos profesionales por afectos al régimen. Se comete el error de integrar militares a los cuerpos policiales. No hay política carcelaria. Hay, además, alto consumo de alcohol y disputas entre bandas por el mercado de las drogas y, quizás, lo más importante para explicar la aparente contradicción entre menos pobreza y más violencia, es que la pobreza estructural no ha disminuido. Lo que ha habido es más dinero en la calle y algunas “misiones” que el ciudadano sabe que son temporales. Aunque el Estado los subsidie, los pobres siguen siendo psicológicamente pobres porque al no generar ingresos por su esfuerzo se reduce su autoestima y si el discurso oficial es de odio, exclusión y encubridor de la impunidad no hay que sorprenderse por los niveles de violencia que hoy sufrimos.
Se ha politizado el ministerio público y los cuerpos policiales sustituyen a buenos profesionales por afectos al régimen. Se comete el error de integrar militares a los cuerpos policiales. No hay política carcelaria. Hay, además, alto consumo de alcohol y disputas entre bandas por el mercado de las drogas y, quizás, lo más importante para explicar la aparente contradicción entre menos pobreza y más violencia, es que la pobreza estructural no ha disminuido. Lo que ha habido es más dinero en la calle y algunas “misiones” que el ciudadano sabe que son temporales. Aunque el Estado los subsidie, los pobres siguen siendo psicológicamente pobres porque al no generar ingresos por su esfuerzo se reduce su autoestima y si el discurso oficial es de odio, exclusión y encubridor de la impunidad no hay que sorprenderse por los niveles de violencia que hoy sufrimos.
Para un nuevo gobierno se sugiere:
La represión y la prevención. Bajo la represión se debe entrenar a los cuerpos policiales. Desmilitarizar su liderazgo. Hacerlos visibles al ciudadano y convertir al agente del orden en amigo y servidor. Promover una ley de desarme. Destruir las armas que se decomisan. Sustituir los antros carcelarios actuales por centros modernos de rehabilitación. Hacer un censo de todos los reclusos. Revisar el Código Orgánico Penal. Designar a los jueces por concurso e institucionalizar la figura del juez elegido de primera instancia.
En materia de prevención desarrollar una política económica creadora de empleos. Construir urbanizaciones para reducir el hacinamiento de los barrios. Dar apoyo a las madres solas para aliviar su carga. Crear suficientes escuelas con alimentación adecuada para combatir la exclusión y la deserción escolar. Promover en los currículos los valores de la paz, convivencia ciudadana y tolerancia. Diseñar un programa educativo para combatir el uso de drogas y alcohol. Estimular en las universidades y liceos la figura del voluntariado.
La violencia en Venezuela tiene ya características de actos innecesarios. Fresco en mi memoria lo que me dijo una veterana policía: “Antes, cuando alguien se introducía en una vivienda le preguntábamos al propietario ¿Qué se llevaron?, ahora, le preguntamos ¿qué le hicieron? Tenemos violencia por la violencia misma y toda la sociedad tiene que participar en la tarea de recuperar la tranquilidad.
¡No más de lo mismo!
PD: Agradezco a Roberto Briceño León y Marcos Tarre por sus aportes.
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