Manuel Barreto Hernaiz
En 1837 el escritor Hans Christian Andersen publicó un cuento que le haría famoso, y llevaba por título "El traje nuevo del emperador". Sostienen los entendidos que el danés se basó en una historia española moralizante, escrita entre 1330 y 1335 por el Infante Don Juan Manuel en "EL Conde Lucanor". La fábula en cuestión nos narra que un par de malandros charlatanes llegaron al reino diciendo al rey que tenían una tela invisible que sólo los inteligentes podían ver. Tocado el orgullo intelectual del monarca y sumando a ello su debilidad por los trajes no se habló más: los supuestos sastres confeccionarían la prenda. El rey convocó a sus súbditos para que vieran en un desfile el traje no sin antes advertir que sólo los inteligentes podían ver la tela. De entre la multitud asistente un niño gritó con inocencia reveladora: "¡El rey está desnudo!"... y la parodia se desmoronó.
De este cuento se deducen varias moralejas: una de ellas la inocencia de los niños tal como se suele decir, siempre dicen la verdad, y la otra, que no por el hecho de que una mentira sea aceptada por muchos; tenga que ser cierta.
Tal como la fábula, en nuestro país esta ocurriendo lo mismo. Un niño, ya crecidito, desengañado, cansado de tantas mentiras, asqueado de tantas demagógicas promesas, ya transformado en crítico y razonable ciudadano, ha descubierto que el "rey se pasea desnudo" y ha sido engañado por los sastres, que le hicieron creer en sus grandes bondades, que sólo serían vistas por los "inteligentes", es decir, por los sempiternos vividores- de acá y más allá- contratados para exaltar el ego del rey.
En nuestro país está pasando algo semejante con el régimen. Simula gobernar, tener ideas, proyectos, políticas, estrategias, pero el asunto no pasa más allá de un ritornello de vacías promesas y de costosas campañas propagandísticas que ya no convencen ni a los más ingenuos.
El rey quedó al desnudo al no cumplir con las más básicas responsabilidades para con su pueblo. Quedó al desnudo al no dispensar una adecuada salud a los venezolanos, pues optó por el modelo cubano de Barrio Adentro y abandonó la estructura tradicional generando el deterioro de los hospitales; quedó al desnudo al fracasar su modelo educativo, pues de manera demagógica transformó las misiones en un aparato ideológico condicionado por la dádiva, sin desarrollar las políticas necesarias para que en los próximos años contemos con una población adulta bien preparada, junto a millones de niños, niñas y jóvenes en planteles de óptimas condiciones, recibiendo una educación de calidad. El rey quedó al desnudo por dejar a un lado las dos responsabilidades fundamentales del Estado: brindar seguridad a los ciudadanos y castigar a aquellos que llevan a cabo actos criminales. Quedó al desnudo al utilizar como mecanismo recurrente la eliminación de los enemigos políticos por la vía de enjuiciamientos de todo tipo y en número ilimitado, la persecución, detención o amenaza "jurídica" contra líderes de la oposición y contra los estudiantes. Quedó al desnudo pues se empeñó en violar los derechos inalienables de los ciudadanos. Quedó al desnudo al derrochar más de 900 mil millones de dólares y llevar al país a una incontrolada inflación, y lo que no se podía eludir: la devaluación dentro de una economía de puertos que hará más pobres a los pobres...al punto de verse obligado a fraccionar los aguinaldos de los empleados públicos. Quedó al desnudo pues olvidó que la educación es la base de todo, y que el cumplimiento de la ley es lo primero que debe respetarse, sin concesiones. El rey quedó desnudo y sin embargo pretende gozar de popularidad y lo que es más sorprendente, afirma que sin él, la patria se pierde, sin embargo, más que verse las costuras - o los abultados chalecos antibalas - del traje del "rey", acá ha quedado al desnudo la cruda verdad, pues los niveles de insatisfacción cruzaron la barrera de lo insoportable.
Ahora, luego del grito del avispado muchachito, ni el rey ni sus secuaces, con sus demagógicas maromas, convencerán a los ciudadanos de las bondades de un régimen que ha quedado tan desnudo como la esperanza de aquellos ciudadanos enfermos de resignación, pobreza y frustración con quienes logró durante un buen tiempo articularse.
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