Alberto Quiros Corradi
Después de una noche interminable, como habían sido todas luego de la derrota parlamentaria, Obama se levantó y retomó el tema que lo mantenía intranquilo: ¿Cuál sería el problema más oportuno a resolver para intentar un diálogo con los republicanos? Por una de esas extrañas señales que, a veces, envía el cerebro sin haber estado consciente, Obama pensó en Chávez. Quizás porque el día anterior, por TV, burla, burlando, lo había invitado a Venezuela y lo había amenazado con ir a la Casa Blanca con Aristóbulo como piloto (sic). Desayunó y llamó a la Secretaria de Estado y le dijo: Hillary, el caso Venezuela pudiera servir como un primer intento para acercarnos a los republicanos. –Me parece ideal -replicó Hillary- es de baja prioridad, hace bastante ruido y los republicanos nos acusan de tener mano floja con Chávez. –Por eso -respondió Obama- debemos llamar al republicano Otto Reich como un aliado informal para que nos asesore sobre los pasos que podemos dar para sacudirnos esta pequeña molestia. –Otto es la persona ideal para la tarea, afirmó Hillary. Fue embajador en Venezuela y tuvo, según Chávez, alguna injerencia en los sucesos de Abril 2002. –Organiza una reunión -instruyó Obama- si es posible para el miércoles a las 8am. Invítalo a desayunar.
Miércoles 8am. Reich llega acompañado de Hillary al comedor presidencial, Obama entró un minuto después y luego de los saludos de rigor tomó la palabra. –Sr. Reich, la Secretaria ya le habrá informado sobre el tema pero antes, y perdone la curiosidad, ¿tuvimos alguna participación en lo que pasó en Abril 2002 en Venezuela? -Gracias por invitarme Sr. Presidente -respondió Reich- Nuestra embajada en Venezuela estuvo en estado de alerta y nos informó de los acontecimientos pero no intervinimos ni a favor ni en contra del gobierno, aunque debo confesarle que de haber caído Chávez permanentemente, hubiéramos buscado alguna excusa para reconocer al nuevo gobierno. Ya en el 2002 Chávez era una molestia hemisférica y sabíamos que, más temprano que tarde, se transformaría en lo que es hoy. -Para ser sincero -acotó Obama- Chávez no representa el menor peligro para los Estados Unidos. –Más aun -dijó Hillary- el mismo se ha encargado de reducir el suministro petrolero de Venezuela al punto que ya no lo necesitamos. Ha dicho querer vender las refinerías de Citgo y, algún operador doméstico o amigo extranjero, como México, seguramente se interesará en adquirirlas. Mientras eso ocurre, Chávez y Citgo son más rehenes nuestros que lo que nosotros somos de ellos por el suministro petrolero. –Lo cual me lleva a lo siguiente -intervino Reich- si usted quiere neutralizar a Chávez amenácelo con embargar su petróleo (somos los únicos que pagamos completo), con declarar a Venezuela estado forajido, con congelar los dineros y las propiedades de los funcionarios públicos venezolanos en los EEUU y declararlos cómplices del narcotráfico. No tendrá que tomar acciones. Será suficiente con hacerle saber a Chávez su disposición a tomar las medidas anunciadas. Si no retoma el camino de la democracia los Estados Unidos lo denunciarán globalmente.
Un riesgo que por su debilidad internacional actual no podría permitirse correr. Además, declararemos como actos inamistosos los apoyos que pueda recibir de otros países. -Le agradezco sus sugerencias y pensemos en la ocasión de hacerlo, afirmó Obama. Seguro que tendremos oportunidad de hablar de nuevo.
–Gracias a usted, Sr. Presidente, concluyó Reich.
PD: Todavía no se ha fijado fecha para darle a Chávez el mensaje.
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