Rafael Gallegos
Anacrónicos los conceptos de izquierda y derecha. La realidad nos enseña que lo que aplica en el siglo XXI, es estrategias políticas de desarrollo basadas en empresa privada, agresivas políticas sociales, orientación a la productividad y mucha; pero mucha democracia. Como sucede en los países con mayor calidad de vida. Ah! y gobiernos civiles, o mejor… civilistas. Sin embargo algunos insisten hacer “marchar” al país a la iz, a la der, izquierda, derecha, derecha, izquierda… como si la política fuera un limpiaparabrisas y el país el vidrio delantero del carro. Y de paso, intentan alimentar el mito de “izquierdistas” buena gente y “derechistas” llenos de avaricia y vacíos de sensibilidad social. Y recurriendo a tanta historia tergiversada, pregonan que tienen más mérito los que se fueron a la guerrilla en los años sesenta “soñando” con una utopía, que los políticos con los pies en la tierra los combatieron para defender la democracia. Ya está bueno que se intente asomar como héroes a los guerrilleros y como fascistas a los que defendieron la democracia. Y por ende, considerar patriotas a los que por una tenebrosa estrategia, mataban a un humilde policía caraqueño todos los días “y que” para minar las bases del capitalismo, o a los que mataban soldados y guardias nacionales en nombre de una supuesta revolución, o a los autores de las sangrientas intentonas golpistas del barcelonazo, el porteñazo o el carupanazo. La historia ha demostrado con creces que los verdaderos buenos de la película fueron los políticos encabezados por Betancourt, Carlos Andrés Pérez, Leoni, Caldera, Villalba, Úslar Pietri y otros, que llenos de valor, de democracia y asistidos por valiosos militares demócratas, enfrentaron un movimiento subversivo internacional, casi una guerra, que de haber triunfado nos hubiera convertido en una dictadura del proletariado, o sea… en una dictadura comunista.
Sin embargo, fuimos implacables con nuestro liderazgo civil. Uno tras otro acusamos a los defensores de la democracia, de entregados al imperio, de fascistas y de corruptos. Paralelamente, nos comimos las leyendas llenas de “heroísmo” de los guerrilleros. Por cierto, el líder de estos fue Fidel Castro, derrotado y de paso expulsado de la OEA a instancias de Rómulo Betancourt, por haber invadido a Venezuela en los albores de nuestra, con todos sus defectos, gloriosa democracia.
Hay que recordar que para los años sesenta había tres referencias políticas latinoamericanas. Chapita, el militarismo; Fidel Castro, la utopía revolucionaria y Rómulo Betancourt, la democracia. Hoy, casi nadie duda que la mejor salida, era la democracia.
Sí, hubo civiles que nos gobernaron. Políticos a tiempo completo. Demócratas. Durante los “oprobiosos” cuarenta años, el gobierno perdió siete de las nueve elecciones presidenciales, saque la cuenta. Y todos entregaron el gobierno sin groserías, insultos o intentonas de “reformas constitucionales” para permanecer en el poder. Eran demócratas y todos los demócratas son alternativos. Y en general, hombres honestos. Betancourt no tenía casa propia luego de ser Presidente dos veces. Dicen que a Luís Herrera le hicieron una cena para recogerle fondos. Villalba murió pobre. A ningún Presidente de la democracia le han probado actos de corrupción. Y miren que han hurgado. Claro, en lo personal, porque uno de los cánceres de los cuarenta años fue la corrupción, que seguramente se ha agravado hoy.
Los gobiernos militares han sido un solo fracaso. América latina es la mayor prueba de ello. Chapita, Pérez Jiménez, Gómez, Velasco Alvarado, Pinochet, Videla, Castillo Armas, Odría, Rojas Pinilla, Somoza. ¿Hacen falta más pruebas? Puro fracaso. Alguien podría pensar que Pérez Jiménez hizo muchas obras; pero ¿a qué costo? Guasina, Sacupana, los tenebrosos sótanos de la Seguridad Nacional, los exiliados, la prensa amordazada, las vistas domiciliarias de la policía del régimen. ¿Eso es calidad de vida?
Claro, al decir civil, es imperativo aclarar que el término correcto es civilista. Como dice el admirado Eddie Ramírez, hay militares civilistas. Entre ellos Wolfang Larrazábal y tanto uniformado que se ha fajado en defensa de la democracia.
Es hora de analizar la historia para no repetir errores. El gobierno tiene razón cuando dice no volverán. Es que no volverá… nadie y mucho menos ellos, los “revolucionarios” que han destruido la patria. Vamos hacia una democracia más estratégica, moderna, transparente, descentralizada y alternativa. La MUD es un gran triunfo que sostiene la firme y enhiesta bandera de la unidad. La tendencia es hacia la victoria democrática. De los cuarenta años, habrá que rescatar la alternabilidad y la irreducible capacidad para defender la soberanía y la democracia que mostraron aquellos civiles que nos gobernaron.
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