Rafael Gallegos
El gobernante populista es como el padre que a objeto que los muchachos no lloren, les da la plata de pagar la electricidad para que se vayan al cine y a los pocos días… les cortan la luz. Es como una película que se filma continuamente a lo largo y ancho de todo el planeta. Podríamos titularla “La engañosa ruta del populismo”. La pasaron en la Argentina de Perón, donde por obra y gracia del caudillo y su esposa Evita quebraron – eso sí, en el nombre del pueblo- las arcas argentinas y provocaron en el mediano plazo hiperinflación y dictaduras. O tras la cortina de hierro, donde con la careta del comunismo, expropiaron todas las empresas que generaban bienes y servicios y por ende trabajo; el fracaso fue tan gigantesco que al cabo de cuarenta años derribaron el Muro de Berlín, que habían levantado “y que” para proteger al hombre nuevo contra el “oprobioso” capitalismo europeo. Igual sucedió en Cuba, donde al son del imperialismo soviético acabaron con la iniciativa privada, creando el marasmo económico más grande de que se tenga noticia en América. También podría hablarse del Perú de Velazco Alvarado. Ejemplos sobran y por eso estamos como estamos.
La engañosa ruta del populismo siempre comienza con un mesías que invariablemente resulta un falso profeta, en medio de aplausos expropia a los “ricachones” en el nombre del pueblo y a la larga provoca estancamiento y miseria. Lo más pasmoso es redondísimo cero en gerencia con que ejecutan todas sus acciones. Y lo increíble es como muchos pueblos siguen viendo la misma película, riéndose de los mismos chistes, llorando con las mismas tragedias y aplaudiendo las mismas falsas promesas, ignorando que cada líder populista es la repetición del anterior, con distinto decorado. “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”, decía el Libertador. Y los líderes populistas profundizan la ignorancia, para aprovecharse del las miserias del pueblo.
DESEMPLÉESE
Según los deslenguados el rating de Aló Presidente ha aumentado en las últimas semanas. Ahora los “ricachones” que viven de su trabajo en alguna empresa próspera, ven aterrados el programa, rezando para que el comandante presidente no diga “exprópiese” y como Houdini, les desaparezca su ingreso de quince y último. Exprópiese equivale a desempléese. Ya van miles de familias afectadas. Para muestra sobran botones. En las empresas básicas, ahora “soberanas”, cunden el desempleo y por lo tanto las neveras vacías. Las dos millones de hectáreas de haciendas intervenidas en el nombre del pueblo, se han convertido en eriales donde sólo se produce hambre. La costa oriental del Lago es un pueblo fantasma desde que expropiaron a las contratistas petroleras. ¿Qué es lo que quieren hacer con Venezuela? ¿Una quiebra generalizada para comerte mejor, como los Castro se han devorado a Cuba por medio siglo?
El país maneja las peores cifras de su historia. 30 % de decadencia de la producción agrícola, PIB negativo, 30 % de inflación sostenida, 15 % de disminución de consumo en los supermercados. Más de 600.000 viviendas que han dejado de construir en doce años, lo que se refleja en tres millones de personas sin casa digna. A la PDVSA flácida, endeudada e hipo productora, ¡no le alcanza! el gigantesco precio de 80 dólares el barril.
Ahora destruyen la capacidad hotelera, que conste, no por utilizarlos para los damnificados, sino por la forma cero en gerencia como lo hacen. ¿Habrán tomado en cuenta los miles de damnificados… por desempleo, que generarán por el resquebrajamiento de esos hoteles? ¡Ah! y en construcción de viviendas: ¿se atreverá alguien a invertir para que lo expropien, le digan ladrón y lo manden para la cárcel? Si en lugar de tanto heroísmo ranchificador, se hubieran limitado a construir el mismo volumen de viviendas que el capitalismo de la cuarta…
Cuando hasta Cuba comienza un proceso de privatización e intenta por ahora tímidamente, copiar la ruta China para salir del fracaso comunista, este gobierno le da la mano al mismísimo Trucutrú e implanta prácticas desechadas hace décadas. Puro fracaso. Repetirán mil veces, hasta que el pueblo termine de descubrir la farsa, la historia de expropiar, aplaudir, llenar la nueva empresa “revolucionaria” de franelas rojas, dar pérdidas y a la larga cerrar. ¿Puede un país progresar acabando con sus fuentes de producción? ¿O peor, puede un país darse el lujo de tener un Presidente que no les habla a los gobernadores y alcaldes opositores?
Calidad de vida es productividad, confianza, seguridad legal, diálogo, inversiones, eficaces políticas sociales. Lo contrario de lo sucede en Venezuela. Las expropiaciones, arbitrariedades y exclusión de los que piensan diferente, sólo generan hambre. ¿Es eso lo que usted quiere para Venezuela?
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