miércoles, 22 de diciembre de 2010

EXPORTADORES DE PETRÓLEO GRIS




Rafael Gallegos

Venezuela se está convirtiendo en un país de viejos. La pirámide poblacional se estrecha  por abajo. Nuestros jóvenes  están desapareciendo del paisaje geográfico a una velocidad preocupante. Los más pobres (estadísticamente),  eliminados por la ola  de violencia que nos azota. La mayoría de los asesinados en Caracas y las grandes ciudades, son de bajos recursos y menores de 25 años. Y los pertenecientes a la desvencijada clase media, se están yendo para el extranjero ante la falta de oportunidades y desesperanza de esta época de “revolución”. El envejecimiento poblacional no es nuevo. Ocurrió, por ejemplo, en el Uruguay de los setenta, donde los muchachos emigraron por la represión de Bordaberry y la caída de las expectativas económicas. Ocurrió también en la desolada Europa de post guerra, cuando la juventud se vio precisada a  abandonar a sus padres y a su patria, buscando  un futuro digno. La “revolución” venezolana, a sus  lamentables records de inflación, decrecimiento, expropiaciones seguidas de hambre, quiebra de empresas, licuefacción de poderes y rompimiento del alma nacional, tendrá que agregar este de envejecimiento poblacional. Anota Guinness. Y  sin guerra, ni dictadura oficial… para más INRI.

Cualquiera de nosotros que ojee entre sus amistades puede corroborar lo planteado. Víctimas de la violencia, o muchachos emigrantes. Promociones completas de Medicina de las universidades tradicionales, se van a España, resto de Europa o a Argentina, donde ganan salarios decentes y se pueden desarrollar profesionalmente, contrario a los indignos sueldos que les ofrecen a los doctores venezolanos, luego de más de diez años de estudio.  Mientras tanto el gobierno forma miles de médicos con la receta cubana. Como ciudadano, le exijo al Colegio Médico, que compare ambas formaciones, concluya al respecto  y publique los resultados, para que el pueblo sepa a que atenerse. Lo cierto es que gracias a tanto desaguisado de esta “revolución”, las universidades  venezolanas están gastando un dineral  para regalarle médicos a países más ricos que el nuestro. Y no sólo médicos. Ingenieros, contadores, administradores, economistas, enfermeras, técnicos. Juventud… futuro. Puro talento que engrosa las filas de generadores  de calidad  de vida… en Australia, Canadá, Europa, México, países suramericanos. Hasta en el mismísimo corazón del imperio. Gracias Presidente Chávez… y que dice  Obama todos los días en sus oraciones. Y gratis. Asistimos a la desprofesionalización de Venezuela. Nada nuevo bajo el nublado sol del comunismo. A los totalitarismos no les conviene desarrollar los cerebros porque cuando piensan… se vuelven “escuálidos”. Llenos de desfachatez, los “revolucionarios” hablan pestes de la “oprobiosa” cuarta república, olvidando que en esos días los extranjeros hacían cola para vivir en Venezuela y al venezolano ni se le ocurría emigrar.

EL COLOR DEL PETRÓLEO

El marasmo y la flacidez de nuestra industria petrolera, ha devenido en que perdamos el primer lugar como productores petróleo negro  en América del Sur, y ya Colombia con técnicos venezolanos execrados de Venezuela, puja por quitarnos en el mediano plazo el segundo lugar. Desde la guayana exportamos sin orden ni concierto petróleo azul (coltán), para la electrónica de las transnacionales. Y ahora exportamos  la materia gris de nuestros jóvenes, o sea… el petróleo gris. Hay que tomar conciencia de la gravedad de este hecho. En el  petróleo gris, se va el futuro de Venezuela. ¿Nos jactaremos de ser miembros de alguna vergonzosa OPEP gris?

Si a ver vamos, salir de los jóvenes brillantes va en línea con los lineamientos estratégicos de crear marasmo, para comerte mejor. Como el lobo de la caperucita en la fantasía y los Castro, en la vida real del pueblo cubano, desde hace cincuenta años.

En esta Navidad, muchos padres tendrán los hijos en el extranjero como consecuencia de la emigración “revolucionaria”, otros lamentablemente en el cementerio, por tanta violencia. Y eso sin contar a los que tienen a sus hijos… o a sus padres, presos o exiliados. O a los nuevos desempleados, por las violentas expropiaciones a los valientes hacendados del Sur del Lago y en toda Venezuela. Verdaderos damnificados de la desfachatez “revolucionaria”. Tristes navidades… por tanta autocracia.

El mejor regalo que podemos darnos los venezolanos, es ponernos los pantalones para luchar asertivamente por nuestros derechos. Y a los jóvenes no les está de más recordar que si Simón Bolívar hubiera emigrado, todavía estaríamos en manos de los españoles. Hay que abandonar la nostalgia y con valentía, luchar por el futuro. Un futuro próspero, igualitario, democrático y alternativo. Feliz navidad para todos. A pesar de los pesares… la esperanza es nuestra.  

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