viernes, 27 de agosto de 2010

23.000 petroleros

Rafael Gallegos


Es imperativo analizar cuanto ha significado para Venezuela la expulsión de los 23.000 petroleros. La mayor lobotomía empresarial realizada en tiempos de paz. Asombra la facilidad con que el gobierno se deshizo de lo que se llamó el mejor ejército civil de América Latina. Como sacar los médicos de un de un hospital, o a los carniceros de una carnicería. Y si aunamos las expresiones “yoprovoquéelparo” y “PDVSA es un estado dentro del estado”, no es difícil inferir que la eficiente industria petrolera era un estorbo para el cumplimiento de las metas de la “revolución”.


Los costos de la expulsión crecen como crece la sombra cuando el sol declina. Veamos: en primer término, de acuerdo a los planes de producción del 2003, hoy Venezuela debería estar produciendo cerca de 6 millones de barriles por día… y apenas produce, según la OPEP algo más de 2 millones. ¿Cuánto le ha costado eso al país? O mejor, ¿cuánto le cuesta… todos los días?


Saque cuentas. Asumiendo benévolamente una diferencia de 3 millones de barriles entre lo que se produce y lo que se debería producir y vendiendo cada barril a 60 dólares, la industria petrolera ha dejado de ganar 180 millones de dólares todos los días, o sea 65.000 millones de dólares al año… todos los años. Venezuela debería ser hoy el segundo productor de la OPEP, de acuerdo a sus gigantescas reservas petroleras. Esos seis millones de barriles serían más que suficientes para procesarlos en nuestras refinerías nacionales e internacionales, sin necesidad de comprar casi un millón de barriles diarios.


Antes de la expulsión cada trabajador petrolero producía más de 70 barriles de petróleo por día. Hoy a duras penas, llega a 20. Es decir, tres o cuatro veces menos. ¿Eficiencia en barrena? A esto hay que agregar los continuos accidentes en las refinerías, así como la importación de componentes de… gasolina; la importación de gas desde Colombia, la contaminación del Lago de Maracaibo, el voraz endeudamiento de la industria y hasta las demandas mil millonarias que pesan sobre Venezuela.


El balance también incluye el bajón de la industria conexa y de las inversiones generadoras de empleo y por ende de calidad de vida, víctimas de este marasmo nacional, las cuales estarían en una situación muy diferente de haber seguido nuestra industria petrolera siendo una de las mejores de mundo. El gobierno pregona que “ganó” al expulsar a los 23.000 petroleros; pero preguntamos… ¿habría este devastador decrecimiento de 4% del PIB si produjéramos seis millones de barriles? ¿Cuánto ha perdido Venezuela por la expulsión de los 23.000 petroleros? Pirro redivivo: otra victoria así y me quedo sin ejército.


DIÁSPORA PETROLERA

¿Y dónde están los 23.000 petroleros? Pues unos miles regados por el mundo potenciando las empresas petroleras del extranjero; otros exiliados, añorando la patria todos los días. La gran mayoría, en Venezuela, sobreviviendo a la agresión a niños y mujeres en los campos petroleros como Los Semerucos, a las listas Tascón y Maisanta, con prohibición de trabajar en empresas petroleras privadas (los mandan a botar), sin poder trabajar para el Estado y, como todos los venezolanos, sufriendo esta crisis económica que ha cerrado cuatro de once mil industrias en diez años y se refleja en un drástico bajón de la producción nacional.


Hay que agregar que la “revolución” no le ha pagado nada a los 23.000 petroleros, ni siquiera su caja de ahorros. Eso, aparte de ser ilegal, refleja una gran exclusión a más de cien mil trabajadores venezolanos y sus familiares. ¿Los derechos son sólo para los rojos rojitos?


Sin embargo la gente del petróleo hace historia. Por encima de muertes por enfermedad, infartados, suicidas por desesperación y mártires producto en estas difíciles circunstancias; destacan heroínas, como las muy aguerridas y admiradas mujeres del petróleo; o los dignos luchadores y luchadoras que en circunstancias adversas, se fajan todos los días por la prosperidad de su familia sin declinar sus valores; o jóvenes como José Ramón Vilas, padre asesinado, cáncer, pierna amputada y sin embargo nos llena de orgullo al graduarse de bachiller con las mejores notas y ser admitido en Ingeniería UCV. El corazón de los petroleros es más grande que todas las contrariedades e injusticias. Como Bolívar en Pativilca, nuestra meta es triunfar. No nos dejaremos derrotar y nos preparamos para rescatar la industria petrolera y hacer justicia con nuestra situación. Ya se acerca la hora.


Las elecciones parlamentarias son un gran vehículo para, en el marco de liberación de presos políticos y de leyes que reverdezcan la democracia, rescatar la industria petrolera y ponerla al servicio del futuro próspero de Venezuela. Revertir el marasmo nacional pasa por justicia con la gente del petróleo. 26 S, con S de sunami.


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