Alberto Quiros Corradi
Los disparos silenciosos de la injusticia social y del desdén a la vida de los ciudadanos ha causado más víctimas en nuestro país que todos los ruidosos cañones de nuestra insurgencia armada.
TORTURA: la tortura para serla no tiene que ser física. Tortura es también crear el temor de una posible dictadura, así esta no se materialice. Tortura es vivir en estado de permanente preocupación por la forma como el estado pueda interpretar lo que se dice y lo que se calla. Tortura es pensar que nuestras conversaciones privadas está siendo grabadas por alguien que después va a usarlas como instrumento de chantaje. Tortura es pensar que el estado pueda influir en los tribunales para que declaren culpable al inocente. Tortura es acostarse sin saber que se comerá mañana. Tortura es saber que uno se puede morir por ausencia de atención médica. Tortura es no contar con un sistema moderno de educación.
En algunos sistemas democráticos están presentes varias de estas torturas y saber esto ya es una tortura. Pero a esa tortura no debemos agregarle la preocupación de pensar que quienes pretenden mejorar nuestra situación emplearán métodos que nos puedan llevar a otras torturas indescriptibles.
En Venezuela tenemos una especial clase de tortura. La violencia tiene sus muertos semanales y la tortura sus presos políticos. No puede haber tortura mayor, física y psicológica, que estar encerrado en una celda mínima sin ver el sol, sin poder ejercitarse, sin atención médica, con visitas familiares restringidas y, lo peor de todo, preso por un crimen no cometido como es el caso de los comisarios Simonovis, Forero y Vivas condenados a más de 30 años de prisión, mientras que los que públicamente le dispararon a la manifestación están libres. El presidente de la república, hoy víctima de una seria enfermedad, debe aprovechar su reposo para meditar sobre algunas de sus actuaciones que han resultado en dolor para ciudadanos y sus familiares.
Además, de los comisarios hay militares y civiles presos y está el bochornoso caso de la juez Afiuni. Un gesto del presidente liberando estos presos descargaría su conciencia de estas culpas y seguramente que tener su mente tranquila ayudaría a su recuperación. Estudios recientes han demostrado el poder de la mente sobre las enfermedades pero hay que poder estar libre de pensamientos de culpa para poder concentrarse en la cura.
Todas las violencias y torturas clásicas no superan el dolor que siente el preso. El que ve pasar la vida todos los días por las rejas de su celda sin otear otro horizonte que la repetición de la misma tortura. Día tras día hasta que estos se desdibujan en meses y años gastando sin vivir su vida. Señor Presidente, usted que sabe lo que es estar preso, aunque nunca bajo las condiciones infames de los comisarios, tiene una deuda con ellos. Tenga un gesto de humanidad. Promulgue una ley de amnistía. Le aseguró que si lo hace le cambiará la vida.
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