sábado, 20 de abril de 2013

CARAJO… CARUJO

Rafael Gallegos                                                
                            
Por supuesto que de esa manera tan grotesca,  no le respondió  el Dr. José María Vargas al facineroso Pedro Carujo, cuando este pretendió “radicalizar”  a Venezuela con aquel golpe conocido como la “revolución de las reformas”.
El Doctor Vargas era muy educado.  Aunque la verdad,  debió haberle dicho al golpista: carajo, Carujo; sólo le respondió en una lección de dignidad: no Carujo, el mundo es del hombre justo.
Carujo, el  mismo que había participado en el intento de asesinato al Libertador en 1828, le había espetado, Dr. Vargas, el mundo es de los valientes, o de los más vivos, o de los golpistas, o algo  así, cuando lo derrocó.
Quien habrá oído exactamente la expresión, debió ser el capitán Julián Castro, conspirador que  cuidaba la puerta en ese momento. El mismo Julián Castro que dos décadas después, el que a hierro mata a hierro muere,  al ser derrocado por otro carujo cualquiera,   habrá pensado, que de verdad… el mundo era de los golpistas.   
EL “HIJO” DE JOAQUÍN CRESPO
En nuestra historia sobran los “hijos” de los gobernantes. Y lo peor, creen que heredan el poder. Parafraseando a Rendón: se ponen la capa de su padre Supermán, intentan volar y pafpafpaf,  se golpean contra el piso y ven pajaritos dando vueltas a su cabeza. Y aunque usted no lo crea, uno de ellos le habla.
En 1897, Ignacio  Andrade, el “hijo” de Joaquín Crespo, fue el candidato del oficialismo en las elecciones nacionales.
Realmente era hijo del prócer  Escolástico Andrade, según algunas versiones el único testigo en la entrevista de Bolívar y San Martín.
Sin embargo, para los efectos políticos, era el “hijo” de Crespo. Pero le faltaba el carisma de su padre político.
Por otra parte, le tocó enfrentar a un rival muy especial. Al famoso Mocho Hernández, quien  había vivido en los Estado Unidos y allí, aprendió técnicas modernas de hacer campaña electoral. Iba en caravana por todos los pueblos, daba mítines. Arrasó en todas partes. Se convirtió en un ídolo. Fue el primer fenómeno electoral de la historia de Venezuela (el último ha sido Capriles). En unas elecciones limpias, que no era el caso, el Mocho hubiera sido Presidente de la República.  
Sin embargo, a la hora del conteo, no aparecieron sus votos. Casi todos fueron para el candidato oficialista Ignacio Andrade.
El fraude fue, gigantesco. Andrade se convirtió, por cierto por poco tiempo, en el Presidente de la República.
El pueblo acusó recibo del fraude. Y en medio de semejante autoritarismo, se quedó callado.
Como no pudo pedir reconteo, no tenía sentido decir abran las cajas, el ingenio del pueblo inventó los siguientes versos:
“El Mocho se quedó con las masas
Andrade se quedó con las mesas
Rojas Paúl se quedó con las misas
Tosta García  se quedó con las mozas
Y Arismendi Brito con las musas”
El penúltimo capítulo de esta historia fue el asesinato de Joaquín Crespo en el sitio del Estado Cojedes conocido como La Mata Carmelera. Luego de seis años en el poder, se creía invencible. Su soberbia le hizo obviar que se convertía en un blanco fácil vestido de manera medio estrafalaria  y montado en un caballo muy especial. Así, se distinguía del resto de los jinetes. Dicen que desde un árbol, le apuntaron… y murió.
¿Quién fue? Las malas lenguas dicen que fue la gente del Mocho Hernández; pero jamás se probó nada. Por otra parte, hay quienes argumentan  que el asesino vino de las mismas filas oficialistas…
Y el último capítulo de esta historia, fue que ante tanta peleadera y tanta decadencia, un enemigo de Crespo que no había jugado ningún papel en esa elección, se vino de los andes y, sin resistencia y se hizo del poder: Cipriano Castro.
¿Con quién gobernó Castro?, con los jaladores de siempre. Los mismos adláteres de Crespo y de Andrade. Los mismos banqueros, los mismos funcionarios. Los mismos  aplaudidores. Los enchufados de siempre.  Los que dicen a coro en todas las épocas: los líderes pasan; pero el gobierno queda.
Castro venía acompañado del verdadero “heredero” de tanta pelea: Juan Vicente Gómez. A la larga, fue el verdadero “hijo” de Joaquín Crespo. Cosas de vida.
La historia se repite. Unas veces en farsa y otras en tragedia. Hoy, a la luz de los aconteciemientos del 14 de abril,  podríamos adaptar el verso:
“Capriles se quedó con las masas
Maduro se quedó con las mesas…”
Claro, por ahora, porque los objetivos de la elección, entregarle el poder al que cuente con más votos, no han sido cumplidos.
La historia que siempre se repite. Lamentablemente, al contrario del Bolívar de Neruda, que resucita cada cien años cuando despierta el pueblo, los carujos resucitan a cada rato… cuando se duerme el pueblo.
Por eso es que Venezuela, y hoy menos que menos, no puede ser un pueblo adormecido. Es imperativo abrir las cajas para no repetir tanta desfachatez, en pleno siglo XXI.

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