lunes, 7 de marzo de 2011

Alejandro Peña Esclusa



Por Macky Arenas
 
 
El pasado sábado estuvimos en El Helicoide visitando a Alejandro. Lo encontramos sólido, animoso, firme en sus convicciones y afortunadamente saludable. No obstante, como todos los demás, está sometido a un claustro donde el sol les regala su luz tan sólo una hora cada quince días. Eso no pareciera tan grave a simple vista, pero es el tiempo bajo ese régimen el que pasa factura al organismo. Eso, sin contar con el tiempo productivo en lo personal y perdido en lo familiar, que nada ni nadie les paga. Los están desgastando de manera deliberada.
 
Afortunadamente, tienen el respaldo de su familia, de sus amigos y de muchos quienes, a causa de su sacrificio y su entrega, los admiran, respetan y acompañan. No serán líderes ni rutilantes figuras del firmamento público, pero son presencias que disfrutan los presos porque les llevan cariño y recuerdo. Eso les hace un poco más llevadero su encierro. Allí estaban varios de los muchachos que cumplieron la jornada  de hambre, por cierto más exitosa que cualquier otra acción política conocida.
 
Refiriéndonos al caso de Alejandro, pensar en la injusticia que con él se ha cometido incrementa, si cabe, esa íntima rebeldía que va tomando fuerza la conciencia de cada uno de nosotros. Eso, muy a pesar de que él reivindique su derecho a mantenerse dispuesto a pagar el precio que le ponen a su consecuencia indoblegable con los principios y a persistir en la resistencia en nombre de valores fundamentales. Pero nos indignamos porque se trata una canallada de la peor especie. Al no poder encarcelarlo por opinar, ni por difundir información veraz, ni por denunciar con insistencia, ni por ser escuchado internacionalmente, ni por tener el coraje para sostener sus puntos de vista, recurrieron al expediente bochornoso, goebbeliano y  maloliente de la siembra de "evidencias". No hay peor cobardía de parte de un gobierno, ni más nítido sello de impotencia contra la integridad de un ser humano que echar mano de la mentira, de la calumnia, de la simulación de legalidad y del burdo montaje de un delito para meterlo en la cárcel.
 
Fuera de Venezuela el movimiento a favor de la libertad de Alejandro ha tomado enorme vigencia, justamente porque él dedicó buena parte de sus esfuerzos a ser la voz exterior de quienes sufrimos los desmanes de esta pantomima de democracia. Alejandro recorrió todo nuestro continente llevando a cada rincón el alerta contra la expansión del modelo cubano a la venezolana, financiado por la chequera petrolera. Su prédica contribuyó a correr el pesado cortinaje del engaño, abrió muchos ojos y arrancó demasiadas caretas. Nos corresponde ahora a nosotros, sobre todo a aquellos que han conseguido ocupar espacios de vocería para la oposición, hablar por él, exigir su libertad e imponer una presión de bloque pues es la que, vistos los resultados de recientes esfuerzos, logra despejar ciertos caminos.
 
La existencia de presos como Alejandro Peña Esclusa coloca en vitrina la persecución y detención política en Venezuela. Después del caso del general Francisco Usón, no se había visto uno que desgranara con mayor claridad las cuentas del rosario de la arbitrariedad en este país. Tampoco les funcionó con Oswaldo Álvarez Paz el expediente de la "incitación a la rebelión" porque no hay manera de probarla a partir de la simple emisión de opiniones. Entonces, para Alejandro, mandaron esbirros que sembraron explosivos que él almacenaría... en las habitaciones de sus pequeñas hijas.! Hasta allí llega la aberración. Hasta allí el show para activar el aparato policial y judicial, cual servil jauría contra un indefenso ciudadano.
 
 
Todo preso político, sin importar el cargo que le inventen, es una expresión del poder desmedido en acción para reducir  a la sociedad. Ellos son el espejo en que debe verse el resto de la población porque nos recuerdan que los demás permanecemos en libertad condicional. Quienes están detrás de las rejas, con sentencia firme o no, guardan una historia de trajín político oculta en sus amañados expedientes. De allí que la lucha por su libertad merezca estar en primera línea en la agenda política de quienes conducen esta oposición, no importa desde cuál frente -que lamentablemente no es uno sólo- porque es una cuestión de humanidad, porque puede pasarle a cualquiera, porque nos compromete en una cruzada de reciprocidad, porque Alejandro ha probado tener razón y porque es otra injusticia que esa carga se abandone a los hombros, ya demasiado agobiados, de los valientes y solidarios jóvenes universitarios.-

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