Rafael Gallegos
Se cuenta que Abraham Lincoln era muy feo y que una vez en el congreso, un colega diputado lo acusó de tener dos caras. El presidente lleno de ingenio le contestó, ante la hilaridad de los presentes: mire, ¿usted cree que si yo tuviera otra cara, andaría con ésta? El trasfondo de esta imagen es muy claro, cada quien anda con su mejor rostro. Por eso desengáñese, la mejor cara de esta “revolución” es la que usted le ve todos los días. No crea el cuento de que están guardando la cara bonita para después. Lo mejor… es la exclusión en el nombre del pueblo y por eso usted sólo puede trabajar con ellos si y sólo si se viste de de rojo- rojito. O la PDVSA tan en barrena que ya no puede generar prosperidad ni con cien dólares el barril. Y así, la producción agrícola e industrial disminuyendo dramáticamente. La proverbial ineficiencia. La temeraria indiferencia ante los jóvenes que se cosen la boca. El irrespeto a la oposición por todos los medios de comunicación del estado (perdón, del gobierno). Los poderes públicos licuados, que de ninguna manera toman decisiones que contradigan al líder. El enroque de los verbos adjudicar y vender, por lo que al pueblo apenas les adjudican (prestan mientras se porten bien) viviendas; mientras que ellos, que apenas tienen apenas adjudicado el gobierno, actúan como si hubieran comprado al país y los electores se lo hubieran otorgado en propiedad privada.
Ante tanto fracaso del presente, ahora inventan la Misión Vamos, que el pueblo sabe es un fallido intento de decirle a la gente hasta ahora hemos fracasado; pero en el futuro (cuando yo sea grande) ya verás. Un disfraz de futuro bonito. Vamos a hacer casas, vamos a poner a funcionar los hospitales, vamos a hacer ferrocarriles, vamos, vamos… y dan títulos de casas que no han empezado a construir, como si la gente pudiera vivir en maquetas, o estemos claros, como si fuera boba. Y así, sacan de la manga ferrocarriles que cruzarán el país de extremo a extremo para trasladar la flácida producción socialista y de paso, llevar a la gente a confortables hogares que construirán algún día… puro Peter Pan. Confunden al esperanzado descamisado que siguió a Boves con pueblos bobos incapaces de distinguir tanta careta. Pero ya la gente aprendió, sabe que su otrora querido gobierno, no da para más. Que se cumplió la inexorable ley del populismo que reza que los mesías devienen en falsos profetas.
Créame, si el gobierno tuviera una cara mejor, andaría con ella. La verdad es que tanta careta caída ha dejado al descubierto la fealdad de su rostro: ineficiencia, seudodemocracia, populismo, división del alma nacional. El rostro del fracaso. Hacen imperativo recordar a Gustavo Adolfo Becker: no hay máscara semejante a su rostro.
OTRA CARETA: LA DOBLE MORAL
La doble moral es otra careta. Pero el otrora feliz ciudadano, ahora arruga el seño cuando por ejemplo el gobierno dice que Pinochet era un sanguinario dictador, mientras Fidel Castro, el mismo de los paredones y de la dictadura perpetua, no es un dictador sino… un conductor de pueblos. ¡Habrase visto! Décadas más atrás sucedía igual. Mientras Hitler era el demonio carnificado que acabó con millones de judíos, el laureado poeta comunista Pablo Neruda le componía odas al revolucionario Stalin, el mismo de las purgas políticas y de innumerables crímenes contra el pueblo ruso. Como si los deportados a Siberia corrieran una suerte diferente a las víctimas de los campos de concentración o de las cámaras de gas. También es doble hacer loas a los pueblos que protesten, a menos que sea contra Kadafi, o cualquier dictador de un país pana. O la descomunal discriminación contra más de mil consejos comunales no adictos a la “revolución”.
Doble moral que ya no engaña a nadie. Como si un preso político, o un torturado, o un perseguido, disminuyeran su sufrimiento o el abuso de los derechos humanos, de acuerdo al régimen que protestaran. O sea: el pueblo de mi amigo es mi amigo y el pueblo contra mi amigo es… una ficha del imperialismo. Pura justicia, de la revolucionaria.
Para los cultivadores de la doble moral, la legitimidad de un régimen no depende de las libertades, las elecciones limpias, la institucionalidad, la alternabilidad y la prosperidad, sino de las etiquetas que defiendan. Por ello, nos amenazan con un desastre que generaría que ese mismo pueblo decidiera legítimamente, sacar del poder a la “revolución” en el 2012. Como si el actual estado de cosas no fuera suficiente. Después de mi el diluvio, rezan… como si no nos estuviera cayendo un palo de agua que ya se vuelve deslave.
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