Rafael Gallegos
Cuando murió el general Gómez, Venezuela era una militarquía palúdica, analfabeta, hambrienta y llena de terror y miedos. La autoridad en los pueblos era cualquier general chopo e piedra y a falta de otros, el bachiller fulano de tal, daba los discursos conmemorativos; los bebés nacían con comadrona y el índice de mortalidad en los partos era inmenso; por dentistas había sacamuelas que muchas veces trabajaban en sus barberías; por médicos, curiosos con toques de brujería; por abogados, picapleitos que las más de las veces no tenían ni primaria; por economistas… no había; ah! y los empresarios eran más pulperos que gerentes.
Advino López Contreras al poder y el país, producto de la renta petrolera y de la democracia que haciendo pininos hacía esfuerzos por insurgir entre tanta militarquía, comenzó a transitar la ruta del crecimiento sostenido. El PIB creció en dos dígitos en los años cuarenta, y un dígito alto en las siguientes décadas. El mayor crecimiento sostenido del mundo. Y con una baja inflación del dos por ciento anual. Esto se reflejó en desarrollo de ciudades, autopistas, caminos agrícolas, parque industrial, nacionalización de PDVSA, viviendas, hospitales, mayor consumo de calorías, así como mayor esperanza de vida y estatura media del venezolano, alfabetización y una portentosa revolución educativa, que tuvo su mayor auge a partir de 1958 y se reflejó en la profesionalización del país.
De cinco mil estudiantes universitarios cuando cayó Pérez Jiménez, llegamos, en democracia, a centenares de miles de estudiantes sin cupo en los años setenta. A pocas décadas de bachilleres como máxima expresión de de los pueblos, se hablaba nada menos que de exceso de licenciados “en carreras tradicionales”. La medicina, enfermería, la ingeniería, el derecho y otras carreras antes inexistentes, así como los técnicos, superiores y de todo rango, jugaron un importante rol. Era la ruta de la profesionalización. Se creaba así la infraestructura intelectual y operacional para lograr el arranque del país hacia estadios de desarrollo y de justicia social.
RETRASO EN REVOLUCIÓN
Entonces, como dice la canción… llegó el comandante y mandó a parar. Nos convertimos en cangrejolandia. Puro caminar hacia atrás. Retraso en la producción, porque se ha destruido a la industria y el agro a punta de insultos, invasiones y “recuperaciones”; retraso en PDVSA, en las industrias básicas. Como los chivos, donde llega la “revolución”… se acabó la producción. Que vergüenza. Y por si fuera poco, la independencia de poderes, al mejor estilo cubano, es una nostalgia.
Mientras el mundo se dirige a Marte y avanza la portentosa nanotecnología, la estrategia de esta “revolución” parece ser colocarse a la zaga del atrasado y reprimido principado cubano, donde aunque usted no lo crea y luego de cincuenta años, como una concesión muy especial, acaban de permitir los ventiladores en las casas. Mientras los países en desarrollo buscan inversiones, mercados, infraestructura educativa y tratan de gerenciar su marginalidad, en Venezuela el gobierno “recupera” empresas como paso previo a la quiebra, y aviva la pobreza en la población. Pura política asistencial y tapa goteras que no resuelven la pobreza estructural: vivienda, salud, comida, empresas y empleos. ¿Hacia dónde va Venezuela?
El retorno de los brujos. Se burlan de los graduados en comunicación y quieren intervenirles el colegio, ¿servirán de algo estudios de periodismo? Mientras el mundo se abre a la democracia, la nueva Ley de Educación es una oda a la autocracia y convierte al ministro (o sea al Presidente) en un emperador capaz cerrar escuelas, acabar con vidas profesionales de maestros. Médicos de tres años, cuando el más elemental sentido común dice que no pueden ofrecerle al “pueblo” lo mismo que los graduados en seis años, con un año de rural y dos o tres de especialización. Y por allí ofrecen licenciaturas en cuatro años y menos. Fábricas de títulos en lugar de títulos para las fábricas. ¿Estaremos regresando a las comadronas, los curiosos, los picapleitos, los maestros prácticos, a los ilustres bachilleres de los pueblos y a los militares chopo e piedra. Y peor… ¿acompañando a los brujos retorna el “desaparecido” paludismo? Un país chopo e piedra. ¿Será que creen que el marasmo nacional es la única manera de lograr el desideratum de esta “revolución”: un mesías para toda la vida?
¿Estamos haciendo un país de graduados incompetentes para vestirlos de rojo en los aniversarios de la “revolución”… o un país con ingenieros para las viviendas y el agro; médicos y enfermeras para la salud; educadores para la buena educación? Usted escoge. Lumpias y demagogia, o un país productor, democrático y profesionalizado capaz de insertarse con éxito en este complejo siglo, que de paso, es el único que tenemos.
Cuando murió el general Gómez, Venezuela era una militarquía palúdica, analfabeta, hambrienta y llena de terror y miedos. La autoridad en los pueblos era cualquier general chopo e piedra y a falta de otros, el bachiller fulano de tal, daba los discursos conmemorativos; los bebés nacían con comadrona y el índice de mortalidad en los partos era inmenso; por dentistas había sacamuelas que muchas veces trabajaban en sus barberías; por médicos, curiosos con toques de brujería; por abogados, picapleitos que las más de las veces no tenían ni primaria; por economistas… no había; ah! y los empresarios eran más pulperos que gerentes.
Advino López Contreras al poder y el país, producto de la renta petrolera y de la democracia que haciendo pininos hacía esfuerzos por insurgir entre tanta militarquía, comenzó a transitar la ruta del crecimiento sostenido. El PIB creció en dos dígitos en los años cuarenta, y un dígito alto en las siguientes décadas. El mayor crecimiento sostenido del mundo. Y con una baja inflación del dos por ciento anual. Esto se reflejó en desarrollo de ciudades, autopistas, caminos agrícolas, parque industrial, nacionalización de PDVSA, viviendas, hospitales, mayor consumo de calorías, así como mayor esperanza de vida y estatura media del venezolano, alfabetización y una portentosa revolución educativa, que tuvo su mayor auge a partir de 1958 y se reflejó en la profesionalización del país.
De cinco mil estudiantes universitarios cuando cayó Pérez Jiménez, llegamos, en democracia, a centenares de miles de estudiantes sin cupo en los años setenta. A pocas décadas de bachilleres como máxima expresión de de los pueblos, se hablaba nada menos que de exceso de licenciados “en carreras tradicionales”. La medicina, enfermería, la ingeniería, el derecho y otras carreras antes inexistentes, así como los técnicos, superiores y de todo rango, jugaron un importante rol. Era la ruta de la profesionalización. Se creaba así la infraestructura intelectual y operacional para lograr el arranque del país hacia estadios de desarrollo y de justicia social.
RETRASO EN REVOLUCIÓN
Entonces, como dice la canción… llegó el comandante y mandó a parar. Nos convertimos en cangrejolandia. Puro caminar hacia atrás. Retraso en la producción, porque se ha destruido a la industria y el agro a punta de insultos, invasiones y “recuperaciones”; retraso en PDVSA, en las industrias básicas. Como los chivos, donde llega la “revolución”… se acabó la producción. Que vergüenza. Y por si fuera poco, la independencia de poderes, al mejor estilo cubano, es una nostalgia.
Mientras el mundo se dirige a Marte y avanza la portentosa nanotecnología, la estrategia de esta “revolución” parece ser colocarse a la zaga del atrasado y reprimido principado cubano, donde aunque usted no lo crea y luego de cincuenta años, como una concesión muy especial, acaban de permitir los ventiladores en las casas. Mientras los países en desarrollo buscan inversiones, mercados, infraestructura educativa y tratan de gerenciar su marginalidad, en Venezuela el gobierno “recupera” empresas como paso previo a la quiebra, y aviva la pobreza en la población. Pura política asistencial y tapa goteras que no resuelven la pobreza estructural: vivienda, salud, comida, empresas y empleos. ¿Hacia dónde va Venezuela?
El retorno de los brujos. Se burlan de los graduados en comunicación y quieren intervenirles el colegio, ¿servirán de algo estudios de periodismo? Mientras el mundo se abre a la democracia, la nueva Ley de Educación es una oda a la autocracia y convierte al ministro (o sea al Presidente) en un emperador capaz cerrar escuelas, acabar con vidas profesionales de maestros. Médicos de tres años, cuando el más elemental sentido común dice que no pueden ofrecerle al “pueblo” lo mismo que los graduados en seis años, con un año de rural y dos o tres de especialización. Y por allí ofrecen licenciaturas en cuatro años y menos. Fábricas de títulos en lugar de títulos para las fábricas. ¿Estaremos regresando a las comadronas, los curiosos, los picapleitos, los maestros prácticos, a los ilustres bachilleres de los pueblos y a los militares chopo e piedra. Y peor… ¿acompañando a los brujos retorna el “desaparecido” paludismo? Un país chopo e piedra. ¿Será que creen que el marasmo nacional es la única manera de lograr el desideratum de esta “revolución”: un mesías para toda la vida?
¿Estamos haciendo un país de graduados incompetentes para vestirlos de rojo en los aniversarios de la “revolución”… o un país con ingenieros para las viviendas y el agro; médicos y enfermeras para la salud; educadores para la buena educación? Usted escoge. Lumpias y demagogia, o un país productor, democrático y profesionalizado capaz de insertarse con éxito en este complejo siglo, que de paso, es el único que tenemos.
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