Alberto Quiros Corradi
Hoy hablaremos del próximo gobierno. En 11 entregas anteriores hemos analizado los errores del régimen y esbozado sugerencias de acciones para un próximo Plan de Gobierno en las áreas de: petróleo, empresas de Guayana, política exterior, educación, relaciones obreros patronales, salud, corrupción, derechos humanos, Fuerza Armada, economía y agricultura (Falta seguridad y reconciliación). Algunos piensan que el mejor plan nacional es la Constitución vigente. No estoy de acuerdo. Fue escrita en un periodo que no se repetirá para una sociedad que no existe, con ofertas y objetivos incumplibles y con una filosofía estatista.
Se requiere, pues, una nueva Constitución más realista, más resumida, menos pomposa y discursiva que sirva de marco conceptual moderno a nuestra próxima estructura legal y social. De la lectura de los artículos anteriores se pueden sacar, entre otras, dos conclusiones: Una, que el país que entregará Chávez estará al borde del colapso económico, con sus principales instituciones destruidas, con un sector privado acosado con poca capacidad de invertir y con el temor de que la pesadilla pueda repetirse. La otra, que las medidas que tendrá que tomar un próximo gobierno serán duras, impopulares, de alto costo político y alentarán las críticas de quienes hayan sido desplazados del poder. La situación del país para quienes no entiendan el costo inicial de la recuperación se verá peor que cuando Chávez.
Por eso, el próximo gobierno tiene que actuar como uno de transición y tomar decisiones que le parecerán antinatura a quienes gobiernen una vez recuperadas las instituciones. Debe haber un gran acuerdo entre los sectores democráticos, ya no electoral como ha sido la MUD sino para gobernar bajo un plan aceptado por todos. La derecha apoyará programas sociales típicos de la izquierda y ésta apoyará decisiones económicas de corte capitalista. De no lograrse esta unidad de esfuerzos como preludio al diseño de un país donde la disidencia y la multiplicidad de ideas garanticen el ejercicio de la libertad, el gobierno de transición estará condenado al fracaso. Un “potpourri” como el aquí descrito requerirá de un liderazgo inteligente para mantener en equilibrio fuerzas que buscarán su propio espacio. El país de la transición tiene que administrarse por un grupo de profesionales y no por un hombre. La característica más importante del próximo presidente será su capacidad de integrar a los mejores en un equipo que se mueva en una sola dirección. Durante este período de transición se debe, además de reformar la Constitución, establecer la propiedad del subsuelo como de la Nación (todos nosotros), devolverle al país su nombre de República de Venezuela, restituir el Senado, profundizar la descentralización, resucitar el Consejo Federal de Gobierno, modificar el régimen fiscal para delegar en las regiones el cobro de algunos rubros, reducir el período presidencial a 4 años con una sola reelección inmediata o dejarlo en seis años, como ahora pero, con prohibición absoluta de reelección.
Tácito dijo que “la gratitud es una carga y la venganza un placer”. El nuevo gobierno tiene que enterrar los “placeres” de la venganza y hacer un enorme esfuerzo para reunificar de nuevo a toda la sociedad. Por último, quien quiera que sea el próximo presidente deberá entender que sus tareas principales serán la reconciliación y la reconstrucción del país y que, de hacerlo bien, la historia se lo reconocerá. La historia sí, pero los ciudadanos del momento…probablemente no.
Se requiere, pues, una nueva Constitución más realista, más resumida, menos pomposa y discursiva que sirva de marco conceptual moderno a nuestra próxima estructura legal y social. De la lectura de los artículos anteriores se pueden sacar, entre otras, dos conclusiones: Una, que el país que entregará Chávez estará al borde del colapso económico, con sus principales instituciones destruidas, con un sector privado acosado con poca capacidad de invertir y con el temor de que la pesadilla pueda repetirse. La otra, que las medidas que tendrá que tomar un próximo gobierno serán duras, impopulares, de alto costo político y alentarán las críticas de quienes hayan sido desplazados del poder. La situación del país para quienes no entiendan el costo inicial de la recuperación se verá peor que cuando Chávez.
Por eso, el próximo gobierno tiene que actuar como uno de transición y tomar decisiones que le parecerán antinatura a quienes gobiernen una vez recuperadas las instituciones. Debe haber un gran acuerdo entre los sectores democráticos, ya no electoral como ha sido la MUD sino para gobernar bajo un plan aceptado por todos. La derecha apoyará programas sociales típicos de la izquierda y ésta apoyará decisiones económicas de corte capitalista. De no lograrse esta unidad de esfuerzos como preludio al diseño de un país donde la disidencia y la multiplicidad de ideas garanticen el ejercicio de la libertad, el gobierno de transición estará condenado al fracaso. Un “potpourri” como el aquí descrito requerirá de un liderazgo inteligente para mantener en equilibrio fuerzas que buscarán su propio espacio. El país de la transición tiene que administrarse por un grupo de profesionales y no por un hombre. La característica más importante del próximo presidente será su capacidad de integrar a los mejores en un equipo que se mueva en una sola dirección. Durante este período de transición se debe, además de reformar la Constitución, establecer la propiedad del subsuelo como de la Nación (todos nosotros), devolverle al país su nombre de República de Venezuela, restituir el Senado, profundizar la descentralización, resucitar el Consejo Federal de Gobierno, modificar el régimen fiscal para delegar en las regiones el cobro de algunos rubros, reducir el período presidencial a 4 años con una sola reelección inmediata o dejarlo en seis años, como ahora pero, con prohibición absoluta de reelección.
Tácito dijo que “la gratitud es una carga y la venganza un placer”. El nuevo gobierno tiene que enterrar los “placeres” de la venganza y hacer un enorme esfuerzo para reunificar de nuevo a toda la sociedad. Por último, quien quiera que sea el próximo presidente deberá entender que sus tareas principales serán la reconciliación y la reconstrucción del país y que, de hacerlo bien, la historia se lo reconocerá. La historia sí, pero los ciudadanos del momento…probablemente no.
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