Sin embargo, quedan cosas por hacer. Algunos líderes sindicales todavía creen que si no protestan por la toma de su empresa y defiende solo sus puestos de trabajo, no los identificarán con la oligarquía capitalista y mantendrán sus conquistas laborales. Bájense de esa nube. Este régimen va a destruir el sector privado, centralizar la economía y tomar los medios de producción. Los sindicatos serán aniquilados. Mírense en el espejo de las empresas estatizadas y verán que la constante es la violación de los contratos colectivos, la posposición indefinida de nuevas negociaciones, los atrasos en pagar aumentos salariales, bonos, ticket alimentario y la suspensión de los pagos que recibían los trabajadores accionistas de empresas como Sidor. Cuando ésta estaba privatizada tenía un contrato colectivo excelente, algunos trabajadores, activos y jubilados, pudieron adquirir acciones tipo b, las cuales generaron pagos superiores a su remuneración normal. Pero, su sindicato actuó irresponsablemente, primero por exigir la firma de un contrato imposible de cumplir y luego, por aplaudir la estatización creyendo que el Estado le otorgaría lo que la empresa no podía concederle. Aunque tenía la quiebra de las empresas de Guayana mirándole la cara, así como las constantes violaciones de todos los contratos colectivos del sector público, el sindicato sacrificó a sus trabajadores. Sidor, ahora, es otra empresa quebrada. El gran contrato lo firmó el Estado y nunca se cumplió y todavía algunos de los líderes obreros irresponsables andan proclamando una presunta defensa de sus afiliados.
El caso Polar puede ser el detonante para que el sector obrero y el empresarial terminen de despertarse al hecho cierto de que ni sindicatos ni empresas pueden tener futuro en este país si se le permite al régimen imponer el comunismo, hacia donde va de manera acelerada. Ya es hora de que organizaciones laborales y patronales hagan un solo frente para lograr dos objetivos: Uno, no tolerar más confiscaciones oponiéndose con todos los recursos que le dan la Constitución y las leyes. Otro, empezar de una vez, a negociar una nueva relación obrero-patronal hacia el futuro, cuya fluidez será indispensable para la recuperación del país. Los empresarios deben convertir a sus trabajadores en accionistas y el nuevo gobierno abrir al sector privado el aluminio, hierro, acero, la minería y el petróleo. Hecho esto los trabajadores de las nuevas empresas tendrán participación accionaria (como en la Sidor privada) y otras acciones se colocarán en la bolsa de valores la cual será la mayor de América Latina. El ahorro nacional tendrá al fin canales para las inversiones en el país y, poco a poco, las anticuadas disputas entre el capital y el trabajo se reducirían progresivamente al convertirse el trabajador en inversionista y propietario.
Si las federaciones obreras y empresariales no ven ya el negro futuro que les espera bajo un régimen comunista terminarán los empresarios sin propiedades y los trabajadores sin derechos. Tan claro y tan cierto como eso.