lunes, 7 de febrero de 2011

VENCIENDO LAS SOMBRAS II


Alberto Quiros Corradi.

En una reunión con la Asociación Nacional de Institutos Universitarios Privados (ANICUP) conocí, a través de unas muy claras exposiciones, el problema de los institutos y colegios universitarios que ofrecen carreras cortas y que incluyen especializaciones que muchas veces no se enseñan en las carreras universitarias tradicionales. No puedo opinar sobre el grado de eficiencia de estas instituciones. Me imagino que como en todos los sectores educativos habrá diferencias cualitativas entre los mejores institutos y los que no ofrecen calidad adecuada. Esto, como en el sector público, es consecuencia de una ausencia de control, de recursos y de una excesiva burocratización de la permisología para operar. No hay que confundir controles con entrabamiento operativo. No es posible que no exista un sistema automatizado de redes académicas que permita, por ejemplo, la fácil transferencia de alumnos entre estos institutos. Por otra parte, el uso pedagógico de las modernas tecnologías de la información y comunicación está fuertemente regulado por el Estado. Aparentemente, y de esto no se escapa la mayoría de nuestras universidades, ni el Estado ni la academia han internalizado el hecho de que tanto el contenido del conocimiento así como la metodología para transmitirlo ha cambiado drásticamente en los últimos 30 años.

Ya el saber no puede estar totalmente concentrado en el profesor ni éste tiene una audiencia cautiva. Por el contrario, el estímulo a la curiosidad del alumno y su conversión en un agente activo del aprendizaje son ahora virtudes a desarrollar. Siempre he creído en la necesidad de crear institutos de carreras cortas y modernas. Lamentablemente este gobierno lo que ha hecho es transformar los institutos públicos en universidades bolivarianas masivas, inmanejables y de baja calidad. Para lograr el desarrollo y reducir la pobreza no hay duda de que el factor más importante es la calidad educativa. El crecimiento económico por sí solo, no garantiza el éxito. En un reciente libro de Andrés Oppenhaimer sobre sistemas educativos en varios países una conclusión es que el nivel de competencia del profesor es más importante que redimensionar el número de alumnos por aula. La instrucción en matemáticas y ciencia es vital, lo cual no significa que la humanista no debe seguir siendo factor importante en una formación integral. El sector de los institutos universitarios tiene que ser rescatado del abandono al que lo ha sometido el Estado. Debe participar en las discusiones sobre la reforma de la educación superior. Debe ocupar un espacio importante donde se ofrezca educación moderna a nuestros estudiantes, que saldrán preparados de estos institutos con el reconocimiento público de haber cursado carreras útiles para el desarrollo nacional.

Por último, quisiera hacer dos comentarios: 1. El sector educativo es uno solo. La separación entre lo público y lo privado es artificial. La educación es un acto público independientemente de quien la dispense. No debe haber ni diferencias ni separaciones odiosas. 2. Lo otro tiene que ver con una Ley de Educación Superior. Creo que todavía falta mucho que hurgar en las deficiencias y aciertos de nuestro sistema de educación superior antes de preparar y proponer una ley. Refiero al lector a mi artículo de la semana pasada que incluye muchas interrogantes sin respuestas todavía. La ley tiene que ser el sirviente del objetivo. No habrá legislación adecuada hasta que todas las metas de una educación superior para Venezuela estén claramente definidas.

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