Con la excusa de atender a los damnificados que este año causaron las lluvias de invierno y para justificar que se le otorgara una ley habilitante, el presidente Hugo Chávez ideó un plan de “emergencia habitacional”: “Está naciendo otra gran misión socialista: ‘Vivienda Venezuela’ (…) en los próximos seis años, vamos a llegar a dos millones de viviendas y yo me comprometo, está en juego mi pellejo“, dijo Chávez en su programa de radio y televisión “Aló Presidente”. Y como tambien dijo que él personalmente se colocaba al frente de la “misión” debo entonces escribir que él miente descaradamente.
En política se puede tolerar cierta dosis de demagogia, de ofrecer por encima de las posibilidades reales de gestión, pero mentir y hacerlo con el propósito de engañar, sobre todo a los más pobres y desvalidos, es sencillamente inmoral.
En política se puede tolerar cierta dosis de demagogia, de ofrecer por encima de las posibilidades reales de gestión, pero mentir y hacerlo con el propósito de engañar, sobre todo a los más pobres y desvalidos, es sencillamente inmoral.
Dos millones de viviendas en seis años significan 333.333 viviendas por año. Para una vivienda popular promedio de 70 m2 con un costo de 40.700 dólares por vivienda (sin urbanismo), demandaría de una inversion anual de 13.553 millones de dólares. Una cantidad sencillamente astronómica, que no la tiene el gobierno. Ni la tendrá. Con la dotacion de los servicios, la cantidad requerida se acercaría a los 20.000 millones de dolares anuales. Un 8% del PIB. A manera de referencia, el ingreso fiscal petrolero es aproximadamente en 9% del PIB. Es decir, tendriamos que gastar sólo en viviendas casi todo el ingreso fiscal petrolero. Toda una imposibilidad manifiesta.
333.333 viviendas por año significa multiplicar por 10 el promedio exhibido en sus doce años de gobierno. Doce años, que con las alforjas llenas de dinero sólo desarrolló un promedio de 30 mil viviendas anuales. Ahora con menos dinero, con más deudas y menos inversionistas privados promete lo que no puede. 333.333 viviendas por año, significa crear conglomerados donde vivirían al menos 1.466.000 personas. Es decir, el equivalente a construir una ciudad como Valencia (Estado Carabobo) todos los años.
Y las ofrece para no cobrarlas, para que los que las ocupen no sean propietarios, sino “usufructuarios”, que es sencillamente una oferta ideológica comunista. Por cierto, la más alejada del pueblo venezolano, que desea ser propietario de su techo y que en la mayoría de los sectores populares del pais, la vivienda significa mas de 85% de todos los activos de esas familias.
En su afan de borrar al sector privado promotor de viviendas, promete convertirse en el único promotor de viviendas del pais. Y afirma orgulloso que tiene el “apoyo integral” de varios “países aliados” -como Irán, Rusia, Cuba, Brasil, Argentina, China, Turquía y Belarús- en la construcción de otros urbanismos en todo el país. “Tienen mucha experiencia en la construcción masiva de viviendas“ comentó Chávez. El “apoyo integral” se entiende que esos constructores privados de esos paises contruiran, si les pagan, tanto o menos que los de acá, los venezolanos.
Pero la mentira se describe de manera sustancial del lado de la oferta. En en pais no hay capacidad de producción de las cantidades de cemento que demandan la construcción de 333.333 viviendas en un año. Ni siquiera para construir 150 mil viviendas, cantidad que tampoco se alcanzará en 2011. Esa empresas estatizadas demandan enormes cantidades de dinero para el mantenimiento de las instalaciones, dinero que no les ha llegado y por lo tanto esas empresas cada vez producen menos.Sin hablar de una gerencia incapacitada para manejarlas.
Tampoco las cantidades de cabillas y otros elemento de hierro y acero. Como tampoco la mano de obra necesaria para semejante desvario. Ni la suficiente cantidad de agregados como piedras y arenas, que también, sus canteras, han sido estatizadas por el gobierno de Hugo Chavez.
Construir 333.333 viviendas demanda miles de hectáreas urbanizadas, dotadas de los servicios de agua, electricidad, aseo urbano, red de cloacas, plantas de tratamiento, red telefónica básica, escuelas, seguridad ciudadana, parques, centros comerciales, edificaciones deportivas y comunitarias. Y en todos estos servicios, la brecha entre la oferta y la demanda se agranda rapidamente en los años mas recientes del gobierno chavista.
Pero además su modelo comunista no permite ni permitirá un vigoroso proceso de aumento de la oferta y demanda de la vivienda popular en Venezuela, la no que sea ese eufemismo para llamar a un rancho mejorado como “autoconstruccion”
Atenta conta la creación de empleo estable, bien remunerado y suficiente porque al afectar de manera inconstitucional los derechos de propiedad afecta de manera dramática la inversión privada en la economia. Sin empleos suficientes no es posible desarrollar un vigoroso mercado de viviendas populares de calidad.
La destrucción por la estatización, ideologización y falta de inversiones en las empresas prestadoras de los servicios de electricidad, saneamiento ambiental, hidrológicas, telefónicas, han creado un déficit importante en la oferta disponible.
La ausencia de planes de desarrollo urbano, o la manifiesta disposición de no respetarlos, crea anarquía en la ciiudades, con vias saturadas, construcciones precarias, inseguridad ciudadana, y por lo tanto una mala calidad de vida. A ello se le suma el abandono de los planes de desconcentración urbana, y la aparición de un plan de reconcentración urbana en la ciudad de Caracas.
Y la inflación, causada por el financiamiento inorgánico de una “revolución” que ha llevado adelante cuatro reformas a la Ley del Banco Central, hasta dejarlo sin capacidad de frenar la voracidad inflacionaria del gobierno, y que ha convertido a Venezuela en la vergüenza mundial en materia de inflación. Cada cuatro años, los precios en el pais suben 100%. Un trapiche para cualquier bolsillo, aún para aquel que cree que el petroleo da para todo.
Ni que cuenten las cuevas y los árboles, en este año se superarán las 150 mil viviendas construidas, que es menos de la mitad de lo ofrecido por Hugo Chavez, en la más descomunal mentira de cabilla, ladrillo y cemento que haya hecho gobernante alguno. Y después se lamenta, que no lo tomen en cuenta como un gobernante serio.
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