Rafael Pinto
La matriz creada en relación al paro petrolero de 2001 – 2002 ha buscado desnaturalizar lo sucedido con el objeto de usarlo para la ganancia política, lo cual desdibuja lo ocurrido. Desenmascararlo pone las cosas en su lugar para encontrarnos con la verdad.
Siempre he pensado que volver sobre el tema es “rumiarlo”, con el peligro de quedar anclado en el pasado. Mas ahora creo que es tiempo de llegar a la verdad para que aquellos que lo usan como argumento o escudo, queden en la necesidad de afrontar las cosas cuando ya no cabe mirar a los lados.
Para comenzar, nadie pelea solo, mínimo se necesitan por lo menos dos, por lo tanto todos los lados que participaron en los hechos tienen su importante y definitiva cuota de responsabilidad, quiero decir que no fue un sector totalmente malvado en contra de otro totalmente bondadoso, las maldades y bondades hay que repartirlas entre cada una de las partes.
Mi verdad es la siguiente.
En el año 2001 el país se encontraba totalmente convulsionado por un conjunto de leyes aprobadas por el ejecutivo, en virtud de gozar de los privilegios legislativos que le concedía una ley habilitante. El país demandaba que Hugo Chávez se sentara a discutir y negociar en relación al curso que le estaba dando al país. Desde aquel entonces Chávez se comporta como el amo del país, procurando imponer a la fuerza un modelo de economía que las fuerzas vivas de la sociedad venezolana rechazan.
En lo petrolero, se inició un proceso para desmantelar la gerencia administrativa y operacional de PDVSA, por cuanto el modelo participativo y meritocrático molestaba al proyecto ideológico de Chávez. En ese entonces los cuadros gerenciales de todo orden pidieron a Chávez sentarse a discutir el modelo y llegar, de mutuo acuerdo, a aquel más conveniente para el desarrollo de la industria petrolera venezolana.
A todo esto Chávez respondió: “la revolución no negocia”.
Se estaba en presencia de una realidad que confrontaba dos mundos; uno en funcionamiento, en el cual los rangos gerenciales discutían libremente el curso del desarrollo de la industria, y luego llevarlas a los mandos superiores, o sea de decisiones participativas; y otra, que se busca imponer, donde los mandos debían someterse a la obediencia y disciplina, por lo tanto su rol solo es oír y poner en ejecución las órdenes del jefe, en pocas palabras, militarizar a la industria petrolera.
Vale la pena recordar la forma como los venezolanos hacemos para resolver nuestras diferencias. En el mundo civil y en especial en el laboral, cuando dos sectores están en conflicto (en este caso el patrono «Chávez» y trabajadores «los petroleros»), lo correcto es sentarse y discutir las diferencias hasta encontrar una solución.
Los trabajadores querían sentarse y negociar, Chávez en contrario quería que los petroleros renunciaran a sus valores corporativos de trabajo y que aceptaran subordinarse incondicionalmente a sus deseos.
Esas posiciones resultan irreconciliables, lo correcto hubiera sido permitir la exposición de criterios, defender unos, ceder en otros, hasta encontrar puntos comunes y construir acuerdos, esto hubiera evitado todas las acciones que vinieron después, incluyendo el llamado paro petrolero; sin embargo Chávez nunca negocia.
Puede ser que entre los venezolanos unos den la razón a los petroleros (debe mantenerse una gerencia moderna) y otros a Chávez (los petroleros son trabajadores de un patrón, a quien deben subordinación), esto es natural y explicable, por cuanto habrán verdades en uno y otro lado, como también lo es que lo correcto es sentarse y conversar sobre el quehacer.
Esta situación reclama tolerancia y reconocimiento del otro, ninguna de las partes puede sentirse dueña absoluta de la verdad, la verdad es fruto de lo que pueda establecerse en la mesa de negociación. Así se trabaja racionalmente.
Ante la intolerancia oficial, las tensiones condujeron a que el 2 de diciembre de 2001 los trabajadores petroleros fueran a paro. Resumiendo, lo cierto del paro petrolero es que es la consecuencia de dos posiciones encontradas, donde una llamó a la negociación y la otra nunca quiso sentarse a hablar, privando la insensatez e intolerancia del patrono, Chávez.
Por lo que Chávez tiene alta responsabilidad en tolo sucedido, incluyendo los males y pérdidas de las cuales se habla. Entonces es impropio señalar a un solo sector.
Hoy viendo como se encuentra nuestra industria petrolera y en especial PDVSA, podemos apreciar en donde estaba la razón.
Esta es mi verdad.
La matriz creada en relación al paro petrolero de 2001 – 2002 ha buscado desnaturalizar lo sucedido con el objeto de usarlo para la ganancia política, lo cual desdibuja lo ocurrido. Desenmascararlo pone las cosas en su lugar para encontrarnos con la verdad.
Siempre he pensado que volver sobre el tema es “rumiarlo”, con el peligro de quedar anclado en el pasado. Mas ahora creo que es tiempo de llegar a la verdad para que aquellos que lo usan como argumento o escudo, queden en la necesidad de afrontar las cosas cuando ya no cabe mirar a los lados.
Para comenzar, nadie pelea solo, mínimo se necesitan por lo menos dos, por lo tanto todos los lados que participaron en los hechos tienen su importante y definitiva cuota de responsabilidad, quiero decir que no fue un sector totalmente malvado en contra de otro totalmente bondadoso, las maldades y bondades hay que repartirlas entre cada una de las partes.
Mi verdad es la siguiente.
En el año 2001 el país se encontraba totalmente convulsionado por un conjunto de leyes aprobadas por el ejecutivo, en virtud de gozar de los privilegios legislativos que le concedía una ley habilitante. El país demandaba que Hugo Chávez se sentara a discutir y negociar en relación al curso que le estaba dando al país. Desde aquel entonces Chávez se comporta como el amo del país, procurando imponer a la fuerza un modelo de economía que las fuerzas vivas de la sociedad venezolana rechazan.
En lo petrolero, se inició un proceso para desmantelar la gerencia administrativa y operacional de PDVSA, por cuanto el modelo participativo y meritocrático molestaba al proyecto ideológico de Chávez. En ese entonces los cuadros gerenciales de todo orden pidieron a Chávez sentarse a discutir el modelo y llegar, de mutuo acuerdo, a aquel más conveniente para el desarrollo de la industria petrolera venezolana.
A todo esto Chávez respondió: “la revolución no negocia”.
Se estaba en presencia de una realidad que confrontaba dos mundos; uno en funcionamiento, en el cual los rangos gerenciales discutían libremente el curso del desarrollo de la industria, y luego llevarlas a los mandos superiores, o sea de decisiones participativas; y otra, que se busca imponer, donde los mandos debían someterse a la obediencia y disciplina, por lo tanto su rol solo es oír y poner en ejecución las órdenes del jefe, en pocas palabras, militarizar a la industria petrolera.
Vale la pena recordar la forma como los venezolanos hacemos para resolver nuestras diferencias. En el mundo civil y en especial en el laboral, cuando dos sectores están en conflicto (en este caso el patrono «Chávez» y trabajadores «los petroleros»), lo correcto es sentarse y discutir las diferencias hasta encontrar una solución.
Los trabajadores querían sentarse y negociar, Chávez en contrario quería que los petroleros renunciaran a sus valores corporativos de trabajo y que aceptaran subordinarse incondicionalmente a sus deseos.
Esas posiciones resultan irreconciliables, lo correcto hubiera sido permitir la exposición de criterios, defender unos, ceder en otros, hasta encontrar puntos comunes y construir acuerdos, esto hubiera evitado todas las acciones que vinieron después, incluyendo el llamado paro petrolero; sin embargo Chávez nunca negocia.
Puede ser que entre los venezolanos unos den la razón a los petroleros (debe mantenerse una gerencia moderna) y otros a Chávez (los petroleros son trabajadores de un patrón, a quien deben subordinación), esto es natural y explicable, por cuanto habrán verdades en uno y otro lado, como también lo es que lo correcto es sentarse y conversar sobre el quehacer.
Esta situación reclama tolerancia y reconocimiento del otro, ninguna de las partes puede sentirse dueña absoluta de la verdad, la verdad es fruto de lo que pueda establecerse en la mesa de negociación. Así se trabaja racionalmente.
Ante la intolerancia oficial, las tensiones condujeron a que el 2 de diciembre de 2001 los trabajadores petroleros fueran a paro. Resumiendo, lo cierto del paro petrolero es que es la consecuencia de dos posiciones encontradas, donde una llamó a la negociación y la otra nunca quiso sentarse a hablar, privando la insensatez e intolerancia del patrono, Chávez.
Por lo que Chávez tiene alta responsabilidad en tolo sucedido, incluyendo los males y pérdidas de las cuales se habla. Entonces es impropio señalar a un solo sector.
Hoy viendo como se encuentra nuestra industria petrolera y en especial PDVSA, podemos apreciar en donde estaba la razón.
Esta es mi verdad.
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