Alberto Quiros Corradi
Un brillante ensayo de Fernando Mires (“El dialogo político”, Tal Cual, 18-05-13) aclara dos cosas fundamentales: 1. Diálogo es una discusión filosófica entre dos amigos en busca de la verdad. 2. Es absurdo suponer que en política puede haber diálogo (Mires dixit). Se “negocia” entre posiciones enemigas que tampoco se resolverán a menos que, como en el caso de la negociación colectiva, lo máximo que esté dispuesto a conceder una parte esté por encima de lo mínimo que aceptaría la otra.
Lo anterior viene al caso porque dado el deterioro de la economía nacional el régimen le ha pedido a los empresarios que produzcan y a Maduro que gobierne. En artículo anterior escribimos que no estaba mal que Polar le diera una “ayudadita” al gobierno. Pero esa reunión (Polar/gobierno) y las otras entre empresarios y el oficialismo están muy lejos de tener el contenido global que se requiere para una verdadera negociación, aunque, dentro de la oposición hay quienes sostienen que si no se ayuda al régimen en lo económico habrá desabastecimiento e inflación, todo lo cual generara violencia.
Ayudar. Si los empresarios se hacen los sordos ante el “acercamiento” del gobierno, los que sufrirán más serán los que menos tienen, que no pueden acceder a un mercado negro de alimentos que seguramente se desarrollará a altísimos precios. Pero, si los venezolanos nos vamos a conformar con una economía que pretenda funcionar en algunos rubros con un gobierno cuyas políticas públicas son en su mayoría inaceptables, por lo menos se debe exigir que se negocie con las instituciones representativas (Fedecamaras y Federaciones Sindicales libres) La táctica del “salami” del régimen desarticulándonos rebanada por rebanada es sumamente peligrosa porque no se puede excluir de la negociación la economía y todas las otras políticas públicas: Control de cambio, de precios, desempleo, de rutas de distribución, abuso de poder, corrupción, presos políticos, separación real de los poderes públicos, desinversión en infraestructura, petróleo, electricidad, agua, educación y salud.
No ayudar. La posición de algunos es “a este gobierno ni agua”. Ha habido demasiados abusos de poder, irrespeto a la ciudadanía, ineficiencia, persecución política, una enorme corrupción institucional y violaciones criminales a los derechos humanos para que, ahora que el gobierno está implosionando, vengamos a darle una “manita” para prolongarle la vida. Hay que esperar que se produzca un estado de ingobernabilidad insostenible. Hay, además, razones suficientes para dudar del resultado electoral. Hasta que el TSJ no se pronuncie sobre la impugnación de la presidencia de Maduro, a los ojos de muchos a este régimen no se le debe ayudar so pena de ser cómplice de un gobierno que además de ilegítimo se está derrumbando.
Conclusiones. Lo anterior puede ser interesante pero es algo irrelevante. Aunque el gobierno acepte negociar con la oposición “el paquete completo”, el resultado está condenado al fracaso. Mientras el régimen insista en el socialismo del siglo XXI (comunismo), el nudo del problema estará en que lo máximo que puede ofrecer en lo político-económico estará muy por debajo de lo mínimo que puede aceptar la oposición.
¡Vamos derecho a una debacle social!