Gustavo Coronel
A riesgo de ser injusto con algunos de ustedes me siento obligado a enviarles esta reflexión sobre como los veo desde afuera, basado en lo que veo suceder en la empresa y en lo que he podido aprender en la vida sobre gerencia, ética y responsabilidad profesional. Mi propósito es el de contribuir a una discusión abierta de lo que sucede en esa empresa por lo que recibiré, con el mayor gusto, respuestas públicas o privadas de quienes lo deseén. Debemos contribuir con el país a un exámen en profundidad del papel que ustedes están desempeñando.
Un profesor estadounidense, quien asistió hace algún tiempo a una reunión interna de gerentes de alto y mediano nivel de Petróleos de Venezuela, me decía que había encontrado en ustedes mucha sofisticación y conciencia crítica de los problemas que tenía la empresa, problemas en gran parte derivados de la progresiva pérdida de su misión y del abandono de sus tareas medulares. Ello me dió alguna esperanza de que pudiera aún existir en el seno de esa organización un reservorio de integridad profesional que le sirva para compensar un tanto por el trágico papel al cual le ha condenado el régimen. Al mismo tiempo, sin embargo, me permití dudar un tanto de la percepción del profesor. Le pregunté, aún no me ha respondido, como explicaría él que un grupo de gerentes sofisticados y conscientes de los problemas de la empresa continuaran prestándole sus servicios ante el rumbo que llevaba, como explicar que acataran en silencio los lineamientos que condenaban a la empresa a su progresivo deterioro. Sugerí, porque no existen muchas explicaciones, que esos gerentes que actuaban así debían estar de acuerdo con esos lineamientos. Recordemos al presidente-ministro Rafaél Ramírez, en su discurso infame de hace algunos años: “la empresa es roja-rojita y quienes no estén de acuerdo con esto los sacaremos a carajazos”. Parecería claro que los gerentes quienes aún están en PDVSA entendieron y aceptaron esta didáctica y clara explicación. De otra manera es difícil explicarnos su permanencia allí.
Pensando mejor sobre lo que pudiera estar sucediendo, creo que hay otras posibilidades. Una es de “timidez” colectiva, el bajar de la testuz y guardar silencio en señal de sumisión, a fin de proteger posición, remuneración y “carrera”. No excluyo otra, la heróica, esa que da la pelea desde adentro.
Asumo, como observador externo, que los gerentes actuales de PDVSA pertenecen mayoritariamente a dos de esos grupos: los “rojos” o los “tímidos” y que hay una minoría de miembros de una estirpe que pudiera llamarse heróica, esa que hace su trabajo honestamente, a pesar de no estar de acuerdo con la fisosofía imperante, en un loable afán de salvar lo salvable.
Diré, para ilustrar mi percepción, que visualizo los porcentajes de la gerencia actual de PDVSA así: Rojos, 25%; Tímidos, 65% y Héroes,10%. No garantizo que estos sean los porcentajes correctos, solo digo que ellos representan mi percepción sobre lo que sucede dentro de la empresa.
El debate que hay que dar con ustedes no puede consistir de los mismos argumentos para los tres grupos. Lo que le diría a un grupo posiblemente no sea un argumento válido para el otro.
Al grupo de los rojos les digo lo siguiente: ustedes son unos criminales. Han traicionado la misión fundamental de un gerente profesional en una empresa del estado, cual es la protección a toda costa de su organización y del interés público. Al convertir a PDVSA en una agencia importadora y distribuidora de pollos y comida podrida, al convertirla en un centro de adoctrinación política, al ponerla al servicio de una locura ideológica, al permitir que sus recursos se destinen a proyectos políticos insensatos, ustedes han desnaturalizado la misión que era su deber mantener. Esa misión era la de producir, refinar, transportar y comercializar hidrocarburos de la manera más eficiente posible, a fin de proveer a la nación – no a un dictador – con los recursos necesarios para su verdadero desarrollo. En lugar de cumplir con esa misión ustedes han hecho entrega de nuestros hidrocarburos a una causa política con la cual la nación está en esencial desacuerdo. Son criminales porque han cometido numerosas violaciones a los más elementales principios técnicos y gerenciales. Han dado petróleo esencialmente regalado a otros países, han falsificado estadísticas, han definido reservas de manera claramente incorrecta por motivos políticos, han promovido o permitido actos de corrupción dentro de la empresa, tales como los admitidos por el ex-presidente Luis Vierma en la Asamblea Nacional o los contratos denunciados por el fallecido Luis Tascón o la contratación de equipos de perforación en condiciones turbias y aparentemente lesivas al interés nacional. En paralelo ustedes han mantenido un clima organizacional divorciado de la meritocracia, término del cual se burlan, pero que es fundamental para garantizar una gerencia profesional competente, para asegurarse que las promociones dentro de la empresa van a los mejores y no a los más abyectos. Como criminales ustedes tendrán que asumir la responsabilidad por sus actos ante la justicia venezolana.
Al grupo de los tímidos les digo lo siguiente. Si ustedes hubiesen tenido valor para actuar de acuerdo con sus principios hubieran visto como hay vida más allá de PDVSA y como hay colegas de ustedes en otros países ganándose la arepa honestamente y, algunos, con un notable nivel de prosperidad. Sin embargo, no es la prosperidad la razón fundamental para actuar con coraje. La razón fundamental es poder verse todos los días en el espejo sin asco. Ustedes no son criminales, solo cómplices. El crimen es la maldad activa pero la complicidad es la pasividad frente al crimen. Hay una frase feliz atribuída a más de un ilustre pensador: “Todo lo que los criminales necesitan para prevalecer es el silencio de los buenos”. Y creo que ella aplica al grueso de ustedes, flotando siempre entre esas dos engañosas aguas del remordimiento y la excesiva cautela. Nunca sabrán de las delicias de tomar una decisión acorde con inmutables y universales principios éticos. Goethe decía “Cuando uno toma la decisión, todas las fuerzas que nos rodean se alinean en nuestro favor”. Dar ese salto hacia la dignidad toma un coraje que ustedes lamentablemente no han tenido. Hubieran comprendido que no era un salto en el vacío, como si lo es el ponerse un bozal de arepa.
Al grupo de los héroes les digo lo siguiente. Aprecio y admiro lo que están tratando de hacer. En cierto sentido es aún más admirable que el irse. Sin embargo, cuidado! Esa filosofía de dar la pelea desde adentro tiene que ser realista, porque corre el inmenso riesgo de convertirse, sin quererlo, en complicidad. Esta posición es de principios y por lo tanto es inobjetable, solo que cada quien tendrá que correr el riesgo que supone actuar en un ambiente donde los principios están en minoría y puede corrompernos de manera insidiosa. Frente a esa posición existe otra que puede ser aún más efectiva para quienes aman de verdad la institución: la denuncia. No tengan dudas de que la denuncia puede ser el arma más efectiva contra el crimen técnico, financiero y gerencial que se comete desde hace años en PDVSA.
Hace 35 años, cuando se debatió sobre una nacionalización que terminó en estatificación, los gerentes petroleros se presentaron ante la opinión pública a decir lo suyo, sin temor a las consecuencias. Hace 8 años,cuando PDVSA fue tomada por asalto por los incompetentes, la gente del petrólo se presentó ante la opinión pública a decir lo suyo, sin temor a las consecuencias. Digan ustedes lo suyo, antes de que sea demasiado tarde, porque el silencio es la verdadera muerte.
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