Juan Fernández
Nuestra
Venezuela del 2013 vive los efectos de un gobierno que desde 1998 viene siendo
desordenado en el manejo de lo público, ahora agravados estos efectos por un
proceso de retro-alimentación. La crisis económica venía incubando una crisis
política, la cual se ha acelerado por la enfermedad del Presidente,
convirtiéndose a su vez en acelerador de una grave situación económica que nos
sugiere aplicar una de las reglas de hierro de Rafael Poleo: “En Venezuela no
hay buenos o malos gobiernos, sino buenos o malos precios del petróleo”,
coadyuvada con otra frase suya: “A los gobiernos no los tumban, sino que se
caen”.
Se
presentan hoy en Venezuela varios síntomas distintivos del desorden previo al
caos. De una gran importancia que lamentablemente no está al alcance de todos,
es la deuda pública nacional, tema que en todos los países es de lo primero que
se ve al evaluar una situación político-económica. Como ejemplo del desorden
administrativo, en Venezuela ni el propio Gobierno puede precisar el monto de
su deuda. Algunos economistas la estiman en 215 mil millones de dólares, 7
veces más que en 1998, cuando el chavismo llegó al poder.
Otro
tema vital y poco entendido es la inflación, punto en el cual estamos entre los
más afectados del mundo. La inflación es un impuesto que todos pagamos sin
importar el nivel de ingresos, pues nuestro poder de compra día a día se
deteriora, sin salario que alcance a compensar esa caída. La medida de control de precios, aplicada por gobiernos
serios en alguna emergencia inflacionaria pero sólo mientras va al fondo del
problema, aquí se aplicó cual si fuera un antibiótico cuando apenas es un
calmante de los síntomas, por cierto de uso peligroso. El efecto de su uso
prolongado es la escasez de los bienes esenciales para el diario vivir. Todo se
agrava por una política cambiaria equivocada que ha traído como consecuencia la
importación masiva de bienes y servicios, incluida la comida, con lo cual se ha
dado el tiro de gracia a la capacidad productiva interna, tanto pública como
privada, ya herida de gravedad por las expropiaciones y confiscaciones
ejecutadas según el humor del gobernante.
Si
nos referimos al caso de la mal llamada
Gallina de los Huevos de Oro (PDVSA), en
2012 aumentó su deuda financiera en 15%, llevándola a 40.026 millones de
dólares -en 1998 era del orden de los 6.000 millones de dólares. Si a esta
deuda le sumamos lo que PDVSA debe con atraso a contratistas, comercio, etc.,
llegamos fácilmente a los 100 mil millones de dólares. La catastrófica
enajenación de PDVSA se gravó irresponsablemente el año 2012, cuando el gasto de
Miraflores, sin control, fue orientado a la campaña electoral con cargo a
PDVSA. Para cumplir obligaciones corrientes la petrolera asumió deudas que se
estiman en 26.000 millones de dólares en pagarés del BCV, obligaciones que se cumplen
para 2013, complicando el fúnebre panorama económico y social de este año que
puede ser fatídico.
El
endeudamiento de PDVSA no se ha traducido en aumento de la producción, ni en
ejecución de proyectos. PDVSA no cumple con sus planes, ni tiene una estrategia
cara a cambios en el mercado bien sea por aumento de la demanda mundial o por
la caída de precios. Nos hemos convertido en importadores de productos
refinados, ¡gasolina!, para abastecer al mercado interno. A cinco meses de la
tragedia de Amuay, el Centro Refinador de Paraguaná sólo refina el 40% de su
capacidad, esto enmarcado por la ausencia de una política racional del consumo
de energía para el mercado interno.
Debemos
agregar el efecto económico de la crisis política creada por la duda razonable
en cuanto a la legalidad del Gobierno bajo la jefatura de Maduro. Sin discutir
la duda misma, su sola existencia confunde y paraliza las decisiones de quienes son “socios” en los
proyectos de PDVSA, casos de la Reliance de la India y la salida de la empresa
rusa Surgtneflegas del bloque 6 de Junín. Aún Rosfnet, con alta identificación política con Chávez, da ahora prioridad a sus
negocios en Rusia, lo cual implica restricciones financieras para invertir en
Venezuela. Y los chinos, que parecían una fuente inagotable de financiamiento,
es notorio que ante el caos venezolano buscan invertir en países legalmente más
claros. Esto se evidencia con el reporte de mercado de la OPEP para enero 2013:
Venezuela cae de 2.350 millones de barriles diarios en 2011
a 2.330 en 2012, y sigue cayendo. Estuvimos de segundos y hoy ya estamos de
sextos, mientras el régimen se llena la boca diciendo que tenemos las reservas
probadas más importantes del mundo.
El
presupuesto de gastos del 2013 se coloca en 92.187 millones de dólares, de los
cuales 55.000 millones serían importaciones. Pues no hay generación de divisas
para satisfacer esa necesidad. De hecho, tanto CADIVI como el SITME no funcionan y en consecuencia la economía
está atascada y en desorden, al punto de que es razonable pensar que no hay
capacidad para la toma de decisiones por parte del Ejecutivo, lo cual se añade
a la duda –que no nos toca discutir- sobre su legalidad.
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