El sistema interamericano ha demostrado, varias veces, su
irrelevancia. Durante los años 90, bajo el liderazgo del expresidente
colombiano César Gaviria, se le dio a la Organización de los Estados
Americanos (OEA), nueva fuerza. Su participación en diferentes crisis
fue relevante y, en la mayoría de los casos acertada y pertinente. La
OEA representó a un sistema interamericano preocupado por proteger la
democracia en la región y conservar la paz entre los países. El burlón
apodo que le pusieron alguna vez los castristas a la OEA, no sin algo de
razón -"el ministerio de colonias yanqui"- perdió fuerza por unos años.
La aparición de Hugo Chávez en el panorama latinoamericano y la
compra (con dineros de PDVSA) de los apoyos de Argentina, Ecuador,
Bolivia, Paraguay, y Nicaragua, para su proyecto expansionista,
cambiaron la ecuación.
A la OEA llegó José Miguel Insulza, quien había ejercido con éxito
varios ministerios en gobiernos de la Concertación en Chile. Su elección
hizo pensar que la OEA seguiría un rumbo de fortalecimiento, que
contribuiría a acabar con el embargo a Cuba -la verdadera fórmula para
acabar con la dictadura castrista- y que sería acertada en sus
intervenciones.
No fue así. Su gestión ha sido gris y la OEA ha regresado adonde
estaba. No es el ministerio de colonias yanqui, pero tampoco es
ministerio. No ladra ni muerde.
Uno de sus frentes de fracaso ha sido Venezuela, tema en el que ha
demostrado la ambivalencia que le permitió llegar a la Secretaría
General de la OEA sin el apoyo apasionado de ningún país pero sin
resistencia importante de otro. Cuando debía atacar los desafueros del
teniente Coronel Hugo Chávez, no lo hizo con fuerza suficiente. Y ahora
que los chavistas han pasado a las acciones de facto, ha decidido
respaldarlos.
Cuando decidió criticar las extralimitaciones chavistas, Insulza se
encontró con Chávez, quien detuvo sus ataques a punta de insultos.
Chávez lo atacó con una ofensiva en dos frentes. Por un lado con el
apoyo de los países del Alba, Unsaur y el Caricom (los países del Caribe
miembros de la OEA), donde también compró apoyos a diestra y siniestra,
"apretó" a Insulza en el Consejo Permanente. Por otro, lo apabulló con
una implacable ofensiva verbal: Insulza es insulso, dijo a cuatro
vientos el teniente coronel venezolano. Se burló del chileno durante
semanas. De ahí en adelante sucedió lo que ocurre con un apodo acertado:
se quedó pegado.
Sus palabras fueron presagio de lo que vendría en los años
siguientes. Insulza ha sido uno de los secretarios más insulsos que ha
tenido la OEA. Y ojo que ha tenido muchos. Alguna vez le oí decir al
antecesor de Gaviria, Joao Baena Soares, durante unos pocos meses en que
ejercí la jefatura de gabinete de esa entidad, una de las más aburridas
del mundo, que si él como Secretario General hubiese querido aparecer
en la primera página del Washington Post, habría tenido que
pararse al frente del edificio de la OEA, de cara a la Casa Blanca,
rociarse gasolina y prenderse fuego. Habría salido, decía, un titular
sin mención a la OEA (por irrelevante), diciendo "brasilero calvo y
bajito se prende con gasolina frente a la Casa Blanca".
La última frase insulsa de Insulza tuvo que ver con el golpe de facto
que se ha dado en Venezuela en las últimas horas, que erosiona algo más
el chavismo, golpeado por la corrupción y el rápido enriquecimiento de
la llamada "boliburguesía" o burguesía bolivariana.
Para cualquier conocedor de los principios del derecho constitucional
es obvio que un presidente que es reelegido para un segundo periodo
debe posesionarse legítimamente, que no basta con su primera posesión. Y
que, de no hacerlo, por motivos médicos, deben entrar a operar los
mecanismos constitucionales para reemplazarlo y para llamar nuevamente a
elecciones.
Pero los instrumentos constitucionales habrían llevado a que Diosdado
Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, y no Nicolás Maduro, el
amigo de los Castro, asumiera la presidencia y liderara el proceso
electoral. Ambas cosas inaceptables para Cuba. De manera que, con la
complicidad del Tribunal Superior de Justicia y de la Asamblea, se
inventaron una teoría para perpetuar la dictadura con visos de
democracia que impera hoy en Venezuela. El TSJ dijo que Chávez no tenía
que posesionarse, que él era y seguía siendo presidente y que mientras
tanto, Nicolás Maduro, el Vicepresidente, gobernaría.
Insulza salió con una frase propia de Pilatos: "El tema ha sido ya
resuelto por los 3 poderes del Estado de Venezuela: lo planteó el
Ejecutivo, lo consideró el Legislativo, y lo resolvió el Judicial", dijo
Insulza a los medios.
Era difícil superar su trayectoria de irrelevancia. Con esto ha cerrado con broche de oro.
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