El verde de la esperanza y el rojo de la violencia resaltaron en estos días. Verde esperanza es la bellísima intervención de los jóvenes del coro de la Universidad Católica Andrés Bello interpretando el Alma llanera en medio de gratamente sorprendidos comensales del centro comercial Plaza Las Américas. El video está recorriendo el mundo derramando lágrimas de emoción entre los más de un millón de compatriotas exiliados por persecución política o porque el país que antaño era de oportunidades, hoy se tiñó de violencia y cerró la vía del progreso. Verde esperanza son los éxitos de Dudamel y de la Orquesta Sinfónica Juvenil.
Verde esperanza es percibir la alegría de muchos ante los resultados de las elecciones del 12 de febrero y valorar el trabajo de Teresa Albanes y su equipo, producto de la voluntad de servicio de Ramón Guillermo Aveledo y demás integrantes de la Mesa de Unidad. Verde esperanza es comprobar la penetración del discurso de inclusión de Henrique Capriles entre otrora partidarios del oficialismo.
Rojo de violencia es el fanatismo que indujo a disparar contra indefensos ciudadanos en Cotiza, hecho que ha podido desatar los demonios si el candidato presidencial de la alternativa democrática hubiese sido alcanzado por las balas de quien fue armado por el sector intransigente del chavismo. Rojo violento es el presidente de Pdvsa cuando arenga a los trabajadores petroleros como si fuesen un brazo armado de su revolución destructora. Rojo sectario son los jueces que persisten en mantener presos políticos y que recientemente condenaron al general Omar Díaz Perdomo y al mayor Milton Revilla. Rojo insensible es desalojar pequeños comerciantes en Propatria.
La labor de quienes creemos en la democracia como sistema político y abogamos por mayor justicia social es convencer a los daltónicos que no distinguen entre el verde de la esperanza y el rojo de la violencia e intransigencia. Hay un camino de progreso que debe unir a los venezolanos. Nuestra divisa, además de tricolor, es verde esperanza.
Como en botica: Por asociación de ideas, recordé “ Lo rojo y lo negro”, la novela de Stendhal, cuyo ambicioso protagonista engaña a muchos y desprecia a los pobres. Nuestra solidaridad con la periodista Egilda Gómez, despedida de Pdvsa. La señora Pérez no se sumó a un paro cívico como los casi 23.000 despedidos en el 2002, sino que su “delito” es ser esposa de Vladimir Villegas, quien ya no escribe a favor del régimen. Una prueba más de que con este régimen no hay convivencia posible y que para trabajar en Pdvsa es obligatorio ponerse camisa roja, asistir a los eventos oficialistas y profesar fe de revolucionario. Deseamos una pronta recuperación al gran luchador y amigo Pompeyo Márquez
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