“Muera la inteligencia”, gritó en nombre del franquismo el generalote Milán Astray en el Paraninfo de
En estos días nos honró la visita de uno de los más grandes escritores de Latinoamérica y del mundo, Don Mario Vargas Llosa. Merecedor, ¿quién lo duda?, del Premio Nobel de Literatura, avalado por una obra gigantesca en calidad y cantidad. Si en su ciclo vital no se le otorga ese premio, se podría decir de él como dijo Arturo Uslar Pietri a la muerte de Borges: peor para el Nobel. Pensar que para el gobierno Don Mario es tan solo una “inteligencia al servicio del imperio” y un “y que intelectual”. Claro, comete un delito altamente penado por las revoluciones socialistas: piensa diferente. Y en el comunismo este delito se paga por lo menos con purgas como las del pana Stalin, o con la prisión o exilio a que los somete la democracia cubana.
Cuando las revoluciones dicen muera la inteligencia, seguramente lo que quieren expresar es: miedo a la inteligencia. O mejor: miedo a la libertad. Por ello, lo único que se les ocurre ante la crítica de altura del escritor, es insultarlo o invitarlo a una reunión como la de la rectora de
Mario Vargas Llosa - peor para el Nobel si no se lo otorgan- escribió una monumental obra que desnuda el autoritarismo latinoamericano: “La fiesta del chivo”. A través de sus páginas se muestra a un militar, Rafael Leonidas Trujillo ejerciendo durante treinta años como jefe absoluto de la vida de los dominicanos, de sus esposas, del himen de sus hijas, de sus posiciones, de su futuro, de sus bienes y hasta de sus pensamientos. Con una ciudad capital llamada como él (Ciudad Trujillo), con un hijo nombrado coronel a los tres años y un ejército tan sumiso que se le “cuadraba” al coronelito sin que se le sonrojaran los cachetes. Chapita (le decían así por las ridículas condecoraciones que exhibía a lo largo y ancho de su uniforme militar) un prototipo del gobernante que debemos evitar los latinoamericanos. Que solo provoca hambre y retraso. Sería interesante que esta “revolución” tan regaladora de libros, hiciera un paquete con “
Bienvenido Don Mario, el mayoritario país demócrata le saluda y se reconforta con su solidaridad. Y sus ilustres acompañantes nos demuestran que la inteligencia está del lado de la democracia. Aspecto que parece obvio; pero no siempre fue así. Hace cincuenta años, a la llegada de Fidel Castro, los intelectuales más significativos, los jóvenes, los dirigentes obreros y buena parte del pueblo simpatizaban con el comunismo. Es decir la inteligencia estaba barnizada de rojo. Valiosos cerebros apoyaban a
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