Fernando Londoño
Si
Chávez no estuviera agonizante, habría dicho mil cosas sobre la crisis
reciente en Siria, donde se tambalea su amigo Bashar Al Assad, y sin
duda estaría ufanándose de los nuevos envíos de combustible para
alimentar sus equipos de guerra.
Si
Chávez estuviera vivo, lo que se llama estar vivo, no dejaría pasar la
ocasión para lanzar improperios contra los judíos y para apoyar a sus
hermanos de Hamas en esta dura crisis en la Franja de Gaza.
Si
Chávez estuviera vivo, le mandaría mensajes de amor y solidaridad al
déspota de Irán, defendiendo el derecho inalienable que le asiste para
fabricar su bomba atómica con el destino que conocemos.
Si
Chávez estuviera vivo, insistimos en que a la manera como consideramos
vivo a un hombre de sus ímpetus, ya habría visitado a Daniel Ortega en
Managua para celebrar su triunfo sobre Colombia. Y habrían llovido sus
ofertas para explorar petróleo en las aguas de su nueva propiedad y para
facilitarle alguno de sus juguetes bélicos de reciente adquisición en
Rusia y China, con el pío propósito de patrullar esa conquista.
Si
Chávez estuviera vivo, andaría a la cabeza de sus tropas rojas para
alimentar la votación importantísima que se le viene encima. El camarada
no estaría corriendo el riesgo de gobernar un país lleno de Estados
enemigos.
Si
Chávez estuviera vivo, nos seguiría regalando aquellas interminables
peroratas semanales que bautizó como "Aló Presidente", y mantendría la
interrupción continua de los canales de televisión para refrescarlos con
su deliciosa imagen y su verbo encendido.
Si
Chávez estuviera vivo, no faltaría a la cita de las Farc en La Habana,
personaje fundamental como es de aquél sainete, y estaría encabezando la
exigencia para el indulto de Simón Trinidad, sin cuyas luces los
diálogos parecen un pesebre apagado.
Si
Chávez estuviera vivo, nos lo recordaría todos los días. El coronel no
comprende el panorama de su Patria, ni el del universo, sin su presencia
llenadora, palpitante, decisiva.
Lo
dicho conduce a una conclusión inapelable: Chávez no está vivo. Y no
importa si lo tienen guardado en estado vegetativo en algún hospital de
aquí o de allá. Lo que importa es que Venezuela es una nave al garete,
un Estado fantasma, una estructura vacía. Porque en el mundo del
caudillismo totalitario, las cosas son así. Sin el reyezuelo, no queda
nada.
Nadie
se atreve a preguntar por Chávez. Los suyos, porque no quieren levantar
la ola de preguntas sin respuesta. Y los opositores, porque le temen a
Chávez como los moros al Cid Campeador, aún después de muerto. Venezuela
es un país tan acongojado, tan desorientado, tan deshecho, que no se
siente capaz de afrontar su destino sin la imagen del tirano. No es la
primera vez que ocurre, y por desgracia tampoco será la última.
El
tiempo, como en todo, desató el enigma que se había formado alrededor de
la salud de Chávez. Todo apuntaba a que sus piruetas en las tarimas, sus
discursos a media voz, sus apariciones caóticas, serían las últimas.
Seguramente con su consentimiento, y a lo mejor a sus instancias, los
médicos sometieron ese cansado organismo a un estrés insoportable. La
cortisona, los analgésicos, los estimulantes, cumplieron su oficio y
culminaron su tarea con el discurso del triunfo. Y luego llegó lo
inevitable, el colapso que sigue a esos esfuerzos descomunales.
Dios se
apiade de quien ha hecho sufrir tanto y ha causado tanto daño a la
Nación más rica de América. Como cristianos, no nos queda otro voto por
esa vida que se pierde en el vacío de la nada. Pero como estudiosos de
la vida de los hombres y los pueblos, no podemos ahorrar el sufrimiento
de plantear este problema, con su brutal crudeza. Porque al parecer
Venezuela no podía vivir con Chávez, pero no está preparada para vivir
sin Chávez. De otro modo, estas reflexiones elementales se habrían
planteado mil veces, con dramática insistencia. Y no faltan por
inadvertencia o capacidad de análisis. Simplemente faltan porque todos
le temen a la única respuesta posible.
PD. Hoy
es un día crucial, en caso de no reaparecer se comprobará que está muy
delicado de salud. ¿Qué estamos esperando para exigir un verdadero
INFORME sobre su salud? ¿Nos estamos preparando para enfrentar y
afrontar el problemón que nos viene?
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