Rafael Gallegos
Lenin
no dejó delfín. Por el contrario, en una correspondencia alertó acerca de los
peligros que representaba un hombre como Stalin en el poder. Pero las cartas
estaban echadas. Sus advertencias fueron inútiles y Stalin, tras la muerte de
Lenin, gobernó por 30 años. El ex
sindicalista petrolero pasó a la historia por sus purgas, por las cárceles de
Siberia, por su represión. Por cierto, nada diferente a casi todos los líderes
comunistas. Moraleja: Al sucesor no lo
escoge el jefe, lo escojen las circunstancias
En
su momento, la enfermedad, o los excesos acabaron con un Stalin todavía joven.
Aunque las malas lenguas dicen que lo envenenaron. Nadie lo podía creer. Quien
descubrió su cadáver tirado en un sofá, no se atrevió a acercársele por horas. El
Padrecito de todas las rusias, el todopoderoso de la URSS, el dueño de las
vidas y de las muertes, ya no existía. Beria, el temible jefe de la KGB, se quiso imponer como delfín.
Sus propios compañeros, unidos en el miedo a tamaño personaje, lo impidieron. Nikita
Kruschef, uno de sus incondicionales, de los que le juraba lealtad eterna día a día, a
la larga se convirtió en el sucesor. Sería precisamente el encargado de
denunciar ante el mundo sus crímenes, en el XX Congreso del Partido, apenas tres
años después. Desde su tumba, Stalin horrorizado, pensaría en la paradoja que quien
le denunciaba, era el mismo que en vida le había aplaudido tan desaforadamente.
Moraleja: El adulante no adula al
poderoso… adula al poder.
Gómez
la capaba los gatos a doña Zoila de Castro. Por eso algún historiador lo llamó
“el gran capagatos”. También le juraba
hasta el llanto, alta fidelidad a su jefe Cipriano Castro. Éste, conmovido, lo
dejó cuidando el coroto mientras se operaba en Alemania. A los veintitrés días,
Don Cipriano, estaba tumbado por su compadre y delfín. De la operación en
Alemania, salió bien. Se curó; pero quedó fuera del gobierno y… fuera de
Venezuela. Murió diez y seis años después, 1924, en Puerto Rico, luego de
tumbos en todos los puertos y de haber estado preso, como los personajes de
Franz Kafka, sin saber la causa, en Ellis Island, frente a Nueva York. Moraleja: el que capa gatos, también capa
poderosos.
Unos
conspiradores asesinaron al Mariscal Sucre. Ni accidente, ni asalto. Simplemente,
a sus jóvenes 35 años, el vencedor de Ayacucho y ex presidente de Bolivia, era
por encima de todo, el heredero del Libertador. En algún futuro, el Presidente
de la Gran Colombia. Todos parecían de acuerdo, hasta que lo balearon. Moraleja: Hay muchas espinas escondidas
bajo las flores.
Guzmán
Blanco, ante tanto adulante, se creyó su cuento de que era un salvador de su
pueblo. Le hizo gracia su parecido con el Libertador “hasta en el mal
carácter”. Creyó sinceros a sus adulantes y adláteres. Tan atornillado se creía
al poder, que ideó la manera de encargar a algún incondicional subalterno de la
Presidencia, e irse a su amado París un tiempo y luego regresar. Seleccionó a
Linares Alcántara para la Presidencia. No podía creerlo cuando su delfín se le
volteaba y el otrora aplaudidor pueblo, le tumbaba las estatuas (“el manganzón”
y “el saludante”). Moraleja: los
delfines son fieles hasta que llegan al poder.
El
Presidente Santos ayudó, se dice que fue el cerebro de ese proceso, a derrotar
a las FARC durante el gobierno de Uribe. Éste lo ungió como Delfín. Apenas ganó
Santos… le volteó la política a Uribe. Moraleja:
una vez en el poder, los delfines hacen lo contrario de lo que hacían sus
jefes.
Cuando
murió el dictador Juan Vicente Gómez, su primo Eustoquio, aspiraba a ser su
Delfín. Pero López Contreras (gracias a Dios), se le adelantó. Se movió antes y
usó su poder como Ministro de Guerra y Marina. Al final, fue el sucesor y
revirtió la tenebrosa dictadura. Moraleja:
entre los delfines, el más pila, es el que logra hacerse con el poder.
Si
seguimos con cuentos de delfines, encontraremos que el único delfín que ha cumplido su rol, es… Flipper.
Porque
en las democracias, los delfines no existen. Tan solo los pueblos que eligen y
sacan gobiernos en los procesos electorales.
Pensar
que los delfines pueden ser exitosos, es como pensar que el hijo de un médico,
pueda continuar con éxito una operación. En las democracias, los delfines no
existen. Puro cuento. Lo que existe es líderes que se hacen, se fajan y se
ofrecen a la opinión de los pueblos.
Por
ello el 16D, escogeremos líderes
regionales y no delfines, ni ungidos, ni paracaidistas. Elegiremos hombres y
mujeres capaces de liderar la ruta hacia un futuro próspero y democrático.
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