Juan Fernández
La crisis del 2013, sobre la cual sólo se puede
discutir qué tamaño tendrá, nos encuentra indefensos por la postración de
PDVSA, único recurso al cual podríamos echar mano para impedir que la estrechez
que viene se convierta en verdadera penuria para las mayorías que viven de la
limosna pública.
Para 2013 tendremos un
escenario complejo en lo político y económico, de graves e inevitables consecuencias sociales. La palabra a aplicar
es incertidumbre, pues nadie puede medir el nivel de riesgo de lo que va a pasar.
Parte de la gran incertidumbre es si los gobernadores
electos tendrán ellos o tendrán con ellos la capacidad de gerencia pública
necesaria para manejar la crisis del 2013, cuyas proporciones se anuncian
considerables.
Los análisis de causas, que se hacen en foros
mundiales donde por fin hay alguna preocupación por Venezuela, revisan desde la
cúpula del liderazgo nacional, pasando por la estructura de los poderes públicos hasta llegar a una economía
–la actual- más dependiente que nunca del ingreso petrolero. En cualquier caso,
el componente común es la duda sobre la capacidad de la gerencia pública
venezolana para detener un proceso de rápido deterioro y revertirlo en el
sentido de eliminar la creciente
pobreza, apenas disimulada por dádivas oficiales que hacen ganar elecciones
pero ahondan el problema en cada vuelta del almanaque. En esa pobreza que el
régimen no es capaz de reducir está el fermento con el cual ha ganado
elecciones, pero también de allí suelen salir los monstruos que devoran
gobiernos y hasta naciones.
PDVSA, base de nuestra economía por no decir de
nuestra vida, es el tema que mejor
ilustra la incapacidad gerencial del régimen. De hecho, ingresos petroleros
suficientes para crear una atmósfera general de bienestar no alcanzan para
financiar un gasto público que crece de manera exponencial, sin que se vean
obras de infraestructura ni inversiones para mejorar la producción –manera más
eficaz de bajar el costo de la vida- ni el empleo –única manera de garantizar
una vida digna a las clases más humildes. Con tantísimo dinero, Chávez lo que
ha construido es un estado clientelar
donde los ciudadanos se acostumbraron a una dependencia vecina a la mendicidad,
situación que en plazo breve ya no podrá sostenerse, abriendo paso a la
consecuente rebelión social.
Es obvio y no necesita explicación que en un país con
tanta pobreza se apliquen políticas sociales de bienestar, pero paralelamente a
la atención de esta emergencia –que el propio gobierno ha creado-, hay que
fomentar una economía eficaz que resuelva realmente el problema de la pobreza
mediante un desarrollo equilibrado con
sentido social. De otra manera, cuando venga el usual anti-ciclo de bajos
ingresos, el Estado ya no podrá dar limosnas y se lamentará haber dilapidado
una fortuna sin propiciar la creación de fuentes estables de producción y
empleo.
La enfermedad del paciente Chávez ha movido
comentarios sobre Venezuela, en acreditadas instituciones, personalidades y
medios especializados. Todas coinciden en confirmar lo que es sospecha en cualquier
ciudadano medianamente informado: que el petróleo es el factor clave en el Caso
Venezuela.
Otra coincidencia es que la situación se vuelve comprometida por el
avanzado deterioro del petróleo
venezolano, con la vergonzosa acotación de que la amenaza alzada por Chávez de
cortar el suministro petrolero al Imperio revela ignorancia y/o
irresponsabilidad del amenazante. Financial Times registra que Venezuela está
importando 195 mil barriles diarios de gasolinas para abastecer las necesidades
internas nacionales, con cifras del mes de setiembre. Mientras tanto, el
Gobierno insiste en que las refinerías productoras de combustible operan con
normalidad -por cierto, a tres meses del accidente de Amuay todavía no se ha
divulgado un informe sobre sus causas.
Por otro lado,
las exportaciones de petróleo hacia los EEUU, nuestro principalísimo
cliente, disminuyen hasta llegar por debajo de 840 mil barriles diarios, a los
cuales, para hacer el balance, hay que deducir los 195 mil barriles diarios que
se importan como gasolina, consecuencia de decisiones caprichosas como el
cierre de la refinería que teníamos en Saint Croix, Islas Vírgenes. Así,
el Financial Times estima que el neto
del volumen de exportaciones es sólo de 685 mil barriles diarios, el menor
desde 1984. Las otras fuentes generadoras de
ingresos de PDVSA son nulas, debido al petróleo regalado al exterior, la
distorsión del mercado interno y los compromisos de entregas a futuro a los
chinos.
Para mayor gravedad, las promesas de Rafael Ramírez
sobre aumento de la producción durante 2012, no se cumplirán. El propio Ramírez
ha tenido que admitir que el aumento de producción en 500 mil barriles diarios no se dará, según él
por falta de culminación de oleoductos para transportar la producción temprana
-mezcla de crudo livianos con el extra pesado, fuente de ingresos de emergencia
mientras se ejecutan las inversiones en los mejoradores. Pero las verdaderas
razones, como las conoce el mundo petrolero, son la falta de liquidez de PDVSA
–no tiene dinero para inversión, porque lo usa en promoción política-, y la
indecisión de socios remisos que abrigan dudas razonables sobre la conveniencia
de invertir en un país donde lo mismo te dan un contrato que te lo quitan si el
jefe amanece de mal talante.
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