Rafael Gallegos
El candidato que escojamos en las primarias debe ser bilingüe: dominar el lenguaje de las masas y el lenguaje de las mesas. Es imperativo que le transmita a las masas la necesidad de votar por él, o por ella, haciéndole comprender al pueblo que esta Misión Zanahoria (cual conejo que persigue una zanahoria que nunca alcanza) sólo lo dejará tirado en el piso, muerto de cansancio. Por otra parte, el candidato debe estar respaldado por una organización capaz de defender los votos de las mesas y transformar ese apoyo en victoria electoral.
Cuando Churchill dijo a los ingleses que sólo tenía para ofrecerles sangre, sudor y lágrimas, los invitó a la guerra como única manera de sobrevivir como pueblo libre. Los británicos comprendieron que ese hombre mostraba el camino a seguir y lo eligieron Primer Ministro. Cuando el actual presidente (guardando los abismos respecto a Churchill) pronunció su famoso por ahora, transmitió a los venezolanos la esperanza de revertir la decadencia nacional en que se convirtieron los últimos años de la mal llamada cuarta república. Cabalgando en esa frase llegó a la presidencia. En el 2012 completará trece años de fracaso que han convertido a “por ahora” en la frase más costosa de que tengamos noticia los venezolanos. En 1960, el joven John Kennedy ganó las elecciones transmitiendo un mensaje de cambio e innovación al pueblo norteamericano, ya cansado del viejo e infartado Eisenhower. Todo candidato presidencial para ganar debe hacer sintonía con las masas mediante un lenguaje que comunique el futuro necesario. En el 2012, el candidato de la MUD, tiene el reto de llegarles a los más pobres con un mensaje poderoso, que haga comprender que el llamado chavismo sólo ha generado más pobreza y menos país para todos. Estemos claros, sin lenguaje de masas… no hay Miraflores.
Además, el candidato debe tener tras sí una maquinaria im-pe-ca-ble. Que sepa contar y reflejar cada voto. Que sea capaz de defenderlos. Que le exija al CNE resultados veraces y prontos. Que logre transformar su preferencia electoral en la Presidencia de la República. Que evite votaciones esotéricas, como la del referendo del 2004, cuando la oposición no tuvo de donde agarrarse. Que haga imposible fraudes como el del militar Pérez Jiménez en 1952, que terminó contando los votos en los cuarteles y envió al ganador, el prócer de la democracia (ya es hora de reconocer la grandeza de estos hombres) Jóvito Villalba, para el exilio.
Por ello el candidato debe ser bilingüe: masas y mesas. Evitar que mientras se queda con las masas, el oficialismo se quede con las mesas, tal como ocurrió en la elección presidencial de 1897, cuando el mocho Hernández se convirtió en un fenómeno electoral; pero a la hora de los “contar” los votos privaron las “matemáticas” del poderoso Joaquín Crespo, con seis años en la presidencia y ávido de continuismo (cualquier parecido…) por intermedio de “su” candidato, Ignacio Andrade. Como si las masas del mocho hubieran sido mochas, luego de escrutar las urnas Andrade sacó 407.000 votos y el mocho… risibles 2.000. Los otros veinticinco candidatos apenas obtuvieron 500 votos. Así el mocho Hernández, cuyo lenguaje tocó las entrañas del pueblo, resultó un candidato bien candidote por no tener maquinaria capaz de contar sus innumerables votos. Ante tamaño fraude, la sabiduría popular inventó el siguiente verso: El mocho se quedó con las masas/ Andrade se quedó con las mesas/ Rojas Paúl se quedó con las misas/ Tosta García se quedó con las mozas / y Arismendi Brito con las musas. El mocho Hernández denunció el fraude y… terminó en La Rotunda. No era bilingüe. Hablaba el lenguaje de las masas; pero no el de las mesas.
Además, el candidato de la MUD, o sea del pueblo cansado de tanto desaguisado, debe ser capaz de hacerse las trasformaciones necesarias para convertirse en un tragavotos. Tal como hizo CAP en 1973. “Ese tombo qué”, titulaba una revista de la época ilustrando el reportaje con un CAP gordo y vestido de policía. Alegaban que ese candidato tenía muy mala imagen (física y de violencia) y que sería un pésimo candidato. Que se iba a quedar “a un paso de Miraflores”. Para sorpresa de todos, CAP transformó su huraña figura en “democracia con energía” y de ser un político antipático se transformó en un candidato sonriente y en un dinámico brincador de charcos. “Ese hombre sí camina”. Con sus patillas y trajes a cuadros, transmitió al pueblo un mensaje ganador. Sí el pudo transmutarse, ¿por qué no lo puede hacer el candidato del la MUD, o sea… del pueblo?
Hay que ganar las masas y las mesas. Con un excelente candidato que convenza y cuente. Y con un pueblo que… no sea mocho. Y con optimismo, que la oposición cabalga en la flecha de la historia.
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