Rafael Gallegos
Radicalizar
la “revolución”, tiene que ver con raíz, con ir al fondo, a la esencia.
Con extremar las medidas “revolucionarias”. Es decir, con parecernos
más al comunismo cubano, pana y modelo de este proceso que padecemos.
Radicalizar significa asfaltar la ruta de la tarjeta de racionamiento,
de la hegemonía comunicacional tipo Gramma,
de la monumental represión, de los líderes eternos, o de alguna versión
venezolana de los fieles tiburones come balseros. ¿Es eso lo que usted
quiere para Venezuela?
El
gobierno amenaza con radicalizar cada vez que China le niega reales, o
surgen escándalos con la droga, o explota alguna refinería, o se arma un
zaperoco en las cárceles. Por ahora, han convertido la fulana
“radicalización” en un trapo rojo rojito. Pero no se engañe, que no
están jugando. El sueño de estos socialistas del siglo XXI, léase
heraldos del comunismo real, es convertirnos en Cubazuela. Que un día
despertemos y refiriéndonos a los Castro, parafraseemos a Monterroso:
cuando me desperté el dinosaurio seguía allí… con tiburones y todo.
Por
sus obras los conoceréis. Radicalizar es profundizar la inflación y
pasar de la más alta de América, a la más alta del mundo. Idem con el
desabastecimiento, pasar de 10 y 20 %, a 50, 60 o 70%. Por cierto, ¿a
cuánto alcanzará esa cifra en la gloriosa revolución cubana?
Y
así, profundizarán la devaluación, la violencia, la pre quiebra de
PDVSA y de las empresas básicas. Reflotarán hasta el infinito las
inoperantes haciendas y empresas confiscadas, invadidas, expropiadas, o sea erializadas en nombre de la “revolución”.
Como ya licuaron los poderes públicos (zumo, jugo, hugo), imagino que la
radicalización consistirá en evaporarlos, tal cual Cuba. Y la opacidad
electoral será radicalizada con dos brochazos más de pintura, tal vez
haciendo elecciones al estilo cubano, con un solo partido, anote.
Y
el tan cacareado poder popular centralizado desde Miraflores, se
radicalizará pasándolo de una vez, sin disimulos, a manos del PSUV. Nada
nuevo bajo el sol. Tan sólo será como cambiarle el cachimbo al musiú.
Y para minimizar los confundidos, se radicalizará al canal ocho. Aunque los deslenguados dicen que más radicalizado… imposible. Ah! y canal privado que se porte mal: cómprese.
A
la prohibición de hablar de lechugas verdes paralelas, las amenazas a
quienes hablen de desabastecimiento y las citaciones del gobierno a los
líderes empresariales para que expliquen qué es lo que les pasa con
tanto saboteo, se agregarán como medidas de radicalización:
cárcel para los que hablen de inflación, de fondos chinos, de boxeo en
la Asamblea. Por supuesto que estas medidas no afectarán la libertad de
expresión, que será libérrima… siempre y cuando se hable bien del gobierno.
También
se radicalizarán los insultos, las cárceles y la persecución a los
vende patria, escuálidos, pitiyankies, amarillos, asesinos, traidores a
la patria, fascistas y todos esos virus políticos que no entienden las
bondades del régimen.
ENTRE USTED Y YO
La verdad es que la radicalización nos ridiculizaría ante
el mundo. Seríamos el hazmerreír copiando modelos pasados de moda hace
décadas, como la fracasadísima y terminal revolución cubana. Algo así
como copiarse del peor alumno del salón. ¿Daríamos risa, o lástima? ¿
Ridiculización?
Algo así como un “pavo” que en pleno siglo XXI, recójanme la cédula por
favor, use pantalones brinca pozos, camisas de pepas o de bacterias,
corte cepillo, bilcrim, zapatos suela ancha, afro, o las damas liguero,
medias panti o trajes de baño “cuello tortuga”.
Aspectos estos que equivalen políticamente a defender
a Lenin, a Stalin, a Mao y a tanto líder de los fracasados y
totalitarios comunismos, que paradójicamente encontraron la puerta de
salida… en el capitalismo.
Y
lo peor es que hablan de radicalización… en el nombre del pueblo.
Recuerdan el pasaje de Dostoievski donde le dicen a Cristo: mire Jesús,
es mejor que se calle, porque de lo contrario vamos a
tener que crucificar a Jesucristo en el nombre de Cristo. Por eso el
pueblo les dice: no me defienda compadre.
Para
la creciente mitad que votó por Capriles – que júrenlo, es la “mitad
más grande”- la radicalización es una excusa para profundizar el
totalitarismo en el nombre de un pueblo que ya no les cree.
Pueblo
atleta que podríamos representar como amas de casa que marcan records
mundiales de carreras entre supermercados a la caza de leche, papel
higiénico, aceite, pañales, harina pan y paremos de contar.
El dilema de hoy es radicalización, o democracia. Aunque
usted no lo crea, son términos antípodas. Estemos claros. No hagamos,
otra vez, el ridículo ante la historia. Pilas y guáramo son nuestras
primeras necesidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario