lunes, 6 de febrero de 2012

LA PARTICULA DE DIOS

Alberto Quiros Corradi

El siglo XXI promete ser rico en descubrimientos importantes para el futuro de la especie humana tanto en la física como en la biología. Física. En la frontera de Suiza con Francia existe un laboratorio construido a cien metros de profundidad y de una longitud de 28 kms que alberga a un acelerador de partículas (LHC). Su objetivo es reproducir el “Big Bang”, origen del universo y tratar de demostrar cómo la energía liberada por la colisión de protones a una velocidad cercana a la de la luz se transformó en materia a pesar de que algunas partículas (fotones) no tienen masa.

Se requiere que estas subsistan en un campo que se produce por la presencia de otra partícula llamada el “bosón de Higgs”, popularmente denominada “la Partícula de Dios”. El experimento aún no ha demostrado su presencia, pero si no se comprobara que existe, la teoría actual de la formación del universo tendría que revisarse o habría que encontrar otra explicación para convertir energía pura (fotones) en materia. Se espera poder comprobar este año la existencia de la “Partícula de Dios”. Biología. La ingeniería genética y la neurociencia han obtenido en los últimos años avances significativos.

El estudio del genoma humano promete grandes logros en el campo terapéutico. El trasplante y la modificación de genes podría curar en el futuro cercano enfermedades cuyas patologías dependen de un solo gen. Aquellas que son causadas por factores multigenéticos serán más difíciles. Obtener células madres totipotenciales (que sirvan para regenerarse en cualquier tejido u órgano del cuerpo humano) presenta algunos problemas éticos si se extraen de un embrión humano debido a la discusión sobre cuándo se inicia la vida. Sin embargo, ya se han logrado reprogramar células madres adultas (procedentes del mismo paciente) y convertirlas en células embrionarias. La ingeniería genética podrá en el futuro (ya se ha logrado en animales y plantas) modificar la estructura genética de un ser humano, cambiar sus características hereditarias y en combinación con la neurociencia utilizar las potencialidades del cerebro, aun bajo estudio, para curar enfermedades neurodegenerativas, mejorar la capacidad de aprender y la memoria y hasta utilizar las llamadas “neuronas espejo” para comunicarse mentalmente entre dos personas.

Todo lo cual presentará problemas éticos importantes. ¿La combinación de ingeniería genética y neurociencia adelantará lo que en el tiempo sería una evolución natural del hombre (una especie de darwinismo acelerado)? o ¿Lo que lograremos será casi la creación de una nueva especie humana al interferir con el equilibrio genético que nos dio la naturaleza? ¿Estarán estos nuevos descubrimientos a la disposición de toda la humanidad o serán del uso exclusivo del desarrollo? ¿Hasta qué punto es ético experimentar con los genes del hombre y cómo resistir la tentación de clonar no solo a un ser humano sino a un hibrido intercambiando genes entre nuestra especie y otra? La Bioética analiza estas interrogantes y propone respuestas que logren un equilibrio entre los avances científicos y los conflictos morales que de allí se derivan.

Mientras tanto observo a mi país estancado entre gallineros verticales y mentalidad de conuco, ahora que se podría estar cerca de resolver el misterio del origen del universo y la creación de un nuevo hombre.

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