Gustavo Coronel,
En 2002 Hugo Chávez nombró una Junta Directiva de Petróleos de Venezuela comandada por el economista marxista Gastón Parra Luzardo, ya fallecido. Gastón había sido por años profesor en la Universidad del Zulia y había escrito varios libros sobre los aspectos económicos de la industria petrolera venezolana, desde una perspectiva marxista, perspectiva a la cual tenía perfecto derecho. Sin embargo, para llevar a cabo su misión en PDVSA exitosamente, Gastón tenía dos obstáculos: (1), Consideraba a los gerentes petroleros de PDVSA como “vendidos” al imperialismo, los llamaba “apátridas” y, (2), No conocía la industria petrolera, porque no es lo mismo escribir ladrillos teóricos marxistas sobre el petróleo a saber como encontrarlo, producirlo, refinarlo, venderlo y establecer estrategias válidas para seguir siendo un país petrolero importante. No es deseable que un gerente desprecie a sus gerenciados o que desconozca el negocio que gerencia
Cuando Gastón fue nombrado por Hugo Chávez presidente de la empresa petrolera, cuyos gerentes él había llamado anti-patriotas y sobre cuya operación sabía lo que yo sé de sánscrito, los gerentes de Petróleos de Venezuela protestaron. Y protestaron porque esa decisión representaba una condena de muerte para la empresa. Los gerentes petroleros se manifestaron decididos a defenderla. Este fue el origen y la razón de la protesta petrolera de 2002, descrita en cuidadoso detalle por Eddie Ramírez en su libro: “La Indoblegable Sociedad Venezolana”, así como en la prensa de la época
Los gerentes y técnicos petroleros que protestaron en abril 2002 salieron a defender la institución. Esta institución se había mantenido esencialmente libre de contaminación política por algún tiempo. A ello contribuyó poderosamente el liderazgo tecnocrático del General Rafael Alfonzo Ravard, un insigne venezolano a quien el país le debe una estatua. Después de la salida de Alfonzo Ravard PDVSA comenzó a politizarse de manera insidiosa, politización que analicé en mi libro: “The Nationalization of the Venezuelan Petroleum Industry”, publicado en 1983/1984 (dos ediciones). Pero este preocupante proceso adquirió una trágica magnitud con la maniobra de Hugo Chávez en 2002
Los gerentes y técnicos de PDVSA salieron al paso de la ruinosa decisión, la cual fue planificada por Hugo Chávez a sangre fría, como lo admitió en un vergonzoso discurso que diera ante la Asamblea Nacional y el cuerpo diplomático en pleno. En ese discurso se jactó de haber generado la crisis, nombrando a Parra, a quien él sabía inaceptable para la gerencia petrolera, a fin de promover la protesta. Sobre esa maniobra admitida por Chávez poco se ha escrito
¿Por qué salieron los gerentes petroleros a defender la institución?
Por qué tenían la profunda convicción de que debían actuar para el bien de la Nación y en contra de los abusos ignorantes y rapaces de Hugo Chávez y su pandilla. Que muchos venezolanos, aún muchos amantes de la democracia, no lo vieran así en el momento y no lo vean así todavía, no es la culpa de los gerentes petroleros. Si algo tiene un “Beau Geste” es que es frecuentemente incomprendido y hasta satanizado
Y en este punto deseo agregar algo más. Por experiencia propia, pues viví dentro de la industria petrolera por casi 30 años, puedo decir que los gerentes petroleros venezolanos, por formación, estaban bien entrenados en el raro arte de ser buenos ciudadanos. Pensaban, como grupo, que su tarea era generar riqueza para la nación, a fin de que esa riqueza se pudiese distribuir honesta y equitativamente entre todos los venezolanos
¿Ha sido esto lo sucedido? No. ¿Es la culpa de quienes generaron la riqueza? No lo creo. La riqueza llegó a manos de un estado, de un gobierno, de una tribu política generalmente ineficiente y corrupta. Hoy está en manos de un hombre física y mentalmente incapacitado. Los petroleros hicieron su trabajo, manteniendo un bajo perfil que fue frecuentemente tomado como desconexión con el país. Su perspectiva de como actuar chocó con frecuencia con la cultura predominante en otros sectores del país. De allí la percepción de su “arrogancia”, no enteramente exenta de cierta justeza. Algunos fuimos arrogantes. Yo llegué a pensar, al oír a hasta a un Gonzalo Barrios hablando injustamente sobre los petroleros venezolanos, que la industria petrolera era “mía” y debía defenderla de esos ataques (lo cual preparó mi forzosa salida de la industria). Acaso no éramos también venezolanos, parte de un pueblo narcisista, convencidos de ser hermosos, felices y las últimas coca-colas del desierto, como todavía lo muestra Gallup en sus encuestas a pesar del desastre que es el país. ¿No hay, acaso, arrogancia intelectual entre nuestros escritores? Recordemos a Argenis Rodríguez. ¿Es que no hay súper egos sueltos en nuestro sector político? Los ejemplos pululan, frecuentemente de manera inversamente proporcional al talento
Lo cierto es que no hay nada más potencialmente peligroso que ser un buen ciudadano en un país donde mucha gente piensa que robarle, quitarle, sustraerle, escamotearle, recursos a la Nación no es un crimen. Cuando el mundo político advirtió que la gerencia petrolera estaba en contra de sus designios, decidió embestirla de frente. Y ello no solo fue una acción chavista, amigos. Fue, también, bajo Herrera y Lusinchi, una acción adeca y una acción copeyana. Porque lo que el mundo político deseaba, primero secretamente y luego con más audacia, era ponerle la mano a la piñata petrolera. Desde los ya lejanos tiempos de Sánchez Bueno se pensaba, quizás con la mejor de las intenciones, que el presupuesto de PDVSA debía ser analizado en el Congreso para ser objeto de toma y dame político (citaba Sánchez Bueno el nada edificante ejemplo de PEMEX). Bajo Chávez el manoseo de las finanzas petroleras se ha convertido, finalmente, en un impúdico relajo, en obscenas metidas de mano
La protesta de los gerentes petroleros contra el zapato dictatorial e ideológico, piticubano, del gobierno de Chávez fue llevar a cabo lo que yo llamaría, sin vacilaciones, un “Beau Geste”. Fue un bello gesto, un gesto noble y, sobretodo, esencialmente incomprendido por una sociedad venezolana condicionada, por la riqueza no trabajada y la demagogia populista, a pensar que el éxito en la vida es la riqueza obtenida a como dé lugar, a lo Nóbrega, a lo Chacón o a lo Illaramendi. En una sociedad que piensa de esta manera el gesto desprendido, principista, de quienes ponen la carne en el asador, de esos que no piensan en “el cómo quedo yo ahí”, difícilmente puede ser visto como “sensatos”. Puede hasta ser calificado de “suicida”, cuando su intención no era darse muerte sino darle vida a la institución
Hay compatriotas quienes piensan de esta manera sobre la actuación de la gerencia petrolera en 2002. Tienen derecho a hacerlo. Pero, así como critican, tienen el deber de justicia de debatir civilizadamente con quienes presentan la otra cara de la moneda. Bueno, como dice Elizabeth Fuentes: ¡vamos a darle!
John F. Kennedy dijo, a propósito de la fallida invasión a Cuba: “la victoria tiene mil padres pero la derrota es huérfana”. En el caso de la protesta petrolera de 2002 esto fue, una vez más, verdad. Por esta “derrota” miles de compatriotas idealistas han pagado un alto precio de manera estoica. Lo siguen pagando, lo seguirán pagando, en términos de pérdidas materiales y espirituales que asombrarían a quienes las conocieran en su inmensa magnitud.
Esta es una historia digna de ser contada con las armas de la compasión, no de la ironía
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