Cuando en “Cien Años de Soledad”, Melquíades arrastraba por las calles de Macondo los dos lingotes imantados, pregonando que se trataba de “la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia”, los espantados pobladores no sabían que pensar al observar cómo los calderos, pailas y tenazas de todas las casas, comenzaban a moverse y las maderas “crujían por la desesperación de los clavos”. Es que las cosas toman vida propia - decía Melquíades- todo es cuestión de despertarles el ánima. Para los habitantes del pueblo, el imán era brujería y Melquíades un brujo, o tal vez el mismísimo demonio. Nada diferente a cuando los conquistadores llegaron a caballo y los indígenas los veían como una sola pieza. O a los mismos conquistadores, quienes pensaban que América era un regalo de Dios, por la valentía haber sacado a los árabes de España. O sea,
Tal vez deberíamos nombrar a Macondo, capital de América Latina. ¿Y que tal ubicarla en territorio venezolano? El realismo en nuestro país ha sido más mágico que en otras latitudes. Total, nuestros indígenas inventaron la leyenda de El Dorado y luego el petróleo nos hizo pensar que la prosperidad llovía. Ese chorro que se convirtió por décadas en la renta del país, nos ha dejado como herencia la mentalidad rentista. La renta pasa; pero la mentalidad rentista queda. Por ello, nos cuesta relacionar el trabajo con el éxito, nuestro dinero depende del estornudo de un jeque árabe que suba o baje los precios del petróleo. Nos hemos acostumbrado a vivir de boom en boom y de paquete en paquete. Igual nos cuesta ubicar en las empresas exitosas las fuentes de ingresos; total, que nos pongan “donde haiga” en el gobierno, es más rentable que trabajar y sudar por años una empresa. Qué razón tenía Pérez Alfonzo cuando con su Efecto Venezuela nos explicó que los booms petroleros transformados en despilfarro y corrupción, le provocan a Venezuela indigestión y descompensación. Y ello se traduce para Juan Bimba en hambre, marginalidad y exilio del sentido común. En el fondo creemos en Mesías y en soluciones mágicas. Por ello el país discute lo que es un sacrilegio en cualquier país medianamente desarrollado: la instalación de un socialismo arqueológico en pleno siglo XXI, bajo un liderazgo de un individuo para toda la vida. Parafraseando al Libertador, discutimos lo que ya debía estar decidido. Somos una “república aérea”, que no termina de aterrizar. Se solicita tren de aterrizaje.
ENTRE MILAGROS Y LUMPIAS
Así asistimos a la lógica ilógica de la “revolución”. Botaron a 23.000 técnicos de PDVSA, la empresa pivote del país y nos quieren vender que ahora, en medio de incendios, tuberías rotas, producción en merma y pésima gerencia, esa empresa está mejor que antes. ¿Milagro petrolero? Invaden las haciendas, sustituyen siembras y ganadería por eriales, espantan a los empresarios y nos quieren decir que la producción está boyante. ¿Milagro agrícola? La inseguridad jurídica y control de precios cierra cuatro mil de las once mil empresas y se jactan de estar industrializando al país. ¿Milagro empresarial? Nos hablan de amor, de que nos quieren mucho, mientras mantienen excluidos hasta del diálogo, a más de la mitad del país que no comulga con ellos. ¿Milagro comunicacional? Pura magia, a veces con la varita de la ley. RCTV por aquí… echan los polvitos rojitos de “democratización del espectro” y… nada por allá. Miles de desempleados de la heroica televisora, a los se agregan los de las radios también “democratizadas”, las víctimas del grito “exprópiese”,
Igual hablan de disminución de la pobreza sin explicar que han dejado de construir más de medio millón de viviendas respecto a la tasa de construcción de la “oprobiosa” cuarta república, lo que significa casi tres millones de venezolanos sin techo digno, gracias a la ineficiencia de la “revolución”. Como si los pobres pudieran dejar de serlo sin techo, en medio de la violencia y de paso, con los hospitales como están.
La prosperidad de los pueblos no obedece a milagros, ni a héroes de la producción. La única manera de salir de este atolladero es la unidad, la visión de país, la estrategia y la gerencia. Y todo ello en democracia. En nuestras manos está seguir espantándonos con los melquíadaes o convertirnos en un país asertivo. Se solicita sentido común.
1 comentario:
Excelente artículo, y mejor aún el corolario: "La prosperidad de los pueblos no obedece a milagros, ni a héroes de la producción. La única manera de salir de este atolladero es la unidad, la visión de país, la estrategia y la gerencia. Y todo ello en democracia. En nuestras manos está seguir espantándonos con los melquíades o convertirnos en un país asertivo. Se solicita sentido común."
Desgraciadamente me es imposible estar de acuerdo con Ud. en la corta frase: "Y todo ello en democracia". Por todo lo antes mencionado por Ud. no podemos salir de este atolladero en democracia.
Desgraciadamente los Valores y Cultura del venezolano han sido trastocados, enajenados, cambiados, a lo largo de estos 11 años. La única solución es un cambio de la Cultura y Valores, y esto se puede lograr a traves de dos esquemas:
1. Gradual, vía educación. Que tiene el peligro inminente de Golpes de Estado para volver a la vieja Cultura y Valores.
2. Inmediata, vía autócrata con una DICTADURA. Una dictadura, como la que aplicó Pinochet y sus asesores en Chile, para quitarle al grueso de los chilenos la cultura y valores que traían, y llevarlos a la de los militares chilenos. Recuerde que en aquel entonces los militares chilenos sólo aceptaban una clase social: La Alta. La educada y con Valores y Culturas propia de quién ha visto cómo el sudor de su frente y sus esfuerzos genera riqueza.
Realmente hay otra vía pero no es más legal que una dictadura y como tal pudiera aplicarse en ésta: Vía Subliminal, pero hay el riesgo que no llegue al 100% de la población.
Además de agradecerle por el artículo, le agradezco que es uno de los pocos que realmente toma en cuenta los otros 3.000 "ausentes"de PDVSA, quienes no fuimos despedidos, sino que simplemente, no nos dejaron entrar más.
Y los Milagros, no son más que el toque del rey Sadim -Midas al revés-, quién todo lo que toca, al contrario de Midas, y me perdona lo escatológico, lo convierte en Mierda.
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