Rafael Gallegos
Claro que nos queda petróleo para cientos de años. Incluyendo a la Faja del Orinoco, somos un país de gigantescas reservas de crudo. Sin embargo, esa verdad, grande como un templo, no nos garantiza nada. Nuestra historia nos indica que ser una sociedad con muchos recursos, no es un visado para un futuro próspero. No se trata de “qué” tenemos, sino de “cómo” lo vamos a utilizar. Los ingentes recursos monetarios que ha generado el petróleo en los últimos años, mal utilizados, nos han convertido en el país con la inflación más alta de América, a pesar de tanto control del dólar y de precios. El crudo a 80 dólares, no evita que este año la economía vuelva a decrecer. A pesar de tanto recurso petrolero, nos hemos convertido en un pueblo cazador de tigres para sobrevivir. Mucho cazador y pocos tigres, más de la mitad de la fuerza laboral está desempleada o subempleada. Un país de sobrevivientes. De seguir así, mañana nuestros hijos podrían parafrasear al gran poeta maldito, Rimbaud, con aquello de “mi raza no se sublevó nunca sino para pillar”. Y complementando lo económico, nuestra democracia no pasaría ningún baremo, a menos que fuera diseñado en La Habana. Árbitro electoral rojito, licuefacción de poderes, “democratización” de los medios, cero diálogos y exclusión del enemigo, perdón… de la oposición. Padecemos del nunca bien ponderado “Efecto Venezuela” de Pérez Alfonzo, quien se cansó de advertirnos que si no sabemos utilizar los recursos petroleros, nos indigestaremos cual individuo que se saca la lotería y come siete veces al día hasta que se descompensa. ¿Venezuela descompensada?
¿CÓMO usar los recursos petroleros?
Esa es la pregunta más importante que debemos hacernos los venezolanos de hoy. Hasta la saciedad sabemos lo contrario, cómo no utilizarlos: en una empresa petrolera convertida en mercado del las pulgas, verdulera, que hace campaña a favor del gobierno, que intenta fabricar neveras y muebles, que dice cifras incorrectas acerca de su gestión y que si queda tiempo, produce petróleo. Papita, maní, tostón. Claro, luego de la gigantesca lobotomía empresarial realizada al botar injustamente a 23.000 petroleros, a los cuales por cierto no se les ha pagado ni un centavo porque en “revolución” la Ley cabalga tras la retórica; no les queda otra opción. Apenas producen, a duras penas algo más de dos millones de barriles de petróleo diarios, en barrena, y son cerca de cien mil empleados. Mientras que los petroleros democráticos, que eran apenas 45.000 y producían más de tres millones de barriles diarios, hoy producirían cerca de seis. ¿Quién responderá a los venezolanos por esa desfachatez? Por si fuera poco, el gobierno subemplea los recursos generados por el petróleo sin orden, concierto, ni controles y agudizando sus ataques a la propiedad privada, consistentes en expropiaciones, invasiones, insultos, leyes “socialistas”, etcétera. Por ese “antiuso” de las divisas petroleras, estamos como estamos. Sin luz, sin agua, sin producción, con fantasmales empresas básicas de Guayana. Hambre, descontento, desesperanza y marasmo. Si de verdad queremos sembrar el petróleo, debemos comenzar por enderezar los valores de la solidaridad, el respeto, la democracia y la estrategia de producción. Retomar con seriedad la industria petrolera como pivote del desarrollo. Hacerla eficiente. Que sirva como soporte de una poderosa industria conexa y de una petroquímica que funja como eje dinamizador de la industrialización del país. Que dote al Estado (y a la Nación) de suficientes recursos para el desarrollo de escuelas, hospitales e infraestructura. Es la única forma de romper este círculo vicioso de la pobreza.
EL PENSAR PROFUNDO
Como diría Don Andrés Bello, llegó la hora del pensar profundo. De repensar a Venezuela para cambiar radicalmente. Hoy es más necesaria que nunca una revolución; capitalista, social, democrática, tecnológica, inclusiva, respetuosa, con los mejores haciendo el mejor equipo, sin indispensables. ¿Qué no se puede hacer? ¡Pero caramba, si en muchas partes se está haciendo!: los dragones asiáticos, Chile, Costa Rica. En esos países se ha incrementado cuánticamente la calidad de vida. Y ninguno se dio el lujo de arrancar desde ingentes recursos petroleros. Todo lo contrario del comunismo cubano y su intento de fotocopia venezolano. ¿Entonces? ¿Seguiremos empeñados en comernos la flecha de de la historia? ¿Responderemos “qué hacer” recitando al demodé Lenin? Tenemos que definir “cómo hacer”, con el petróleo que queda. Hay que reconstruir a Venezuela con un plan base cero y en un sistema de libertades económicas y sociales. Lo demás es lumpia y hambre.
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