miércoles, 14 de enero de 2009

Presidente castrado, Pais castrado


Gustavo Coronel

Hugo Chávez: un "castrado".


Hugo Chávez es un presidente “castrado” en dos sentidos: uno, por haberse entregado en cuerpo y alma a Fidel Castro, lo cuál le ha causado al país grandes daños materiales y espirituales. Dos, es un castrado porque ha repartido una buena parte de las riquezas y recursos de nuestro país entre una jauría de líderes mediocres y parasitarios hemisféricos, desde Evo Morales en Bolivia hasta Daniél Ortega en Nicaragua, todo ello en nombre de un guiso ideológico llamado Socialismo del Siglo XXI que ni él mismo entiende. El despilfarro que un líder hace de los recursos de la nación constituye un abandono del deber primordial que un líder debe tener con su pueblo, es un verdadero acto de traición.
Eunuco venezolano con la bandera del tirano Cubano

Y maneja un país castrado. No de otra manera puede definirse el sojuzgamiento de toda una sociedad que se decía moderna a un gorila semi-analfabeto. “Felisidad”, “Adquerir”, “el hombre llegó al planeta hace dos mil años”, “8 por 7 son 52”, son algunas de las dramáticas revisiones gramaticales, matemáticas y antropológicas hechas por gorila que el país se traga casi a diario, en humillado silencio. No solo es la violación sistemática de la constitución, o el obligar a los eunucos de las fuerzas armadas a saludar “Patria, socialismo o muerte”, o el plantar la bandera del tirano cubano en nuestro Panteón Nacional, o el regalar nuestro petróleo a Cuba y al Frente Farabundo Martí de El Salvador y nuestro dinero a los Kirchner. No solo se trata de alinearse con los terroristas Colombianos de las FARC, con el terrorista Iraní Ahmadinejad, con los terroristas del Hamas o con el carnicero Mugabe (quien acaba de imprimir un billete de $50.000 millones de dólares de Zimbabue). No solo es su lenguaje cloacal y su negación de recursos a los gobernadores y alcaldes de la oposición.
Ahora nos llega el insulto (semi) final: la enmienda a la constitución para tratar, una vez más, de obtener la re-elección indefinida. El gorila semi-analfabeto piensa que un cambio de nombre, de reforma a enmienda, es suficiente para legitimar el nuevo intento. El país no parece comprender la magnitud del ultraje. Se nos pide que un contrato social basado en la democracia, en la alternabilidad republicana y el respeto al ciudadano sea reemplazado por una monarquia tropical, donde una pandilla entera puedan perpetuarse indefinidamente en el poder, donde la rosca del régimen pueda robar impunemente y la disidencia sea perseguida y humillada.
Peor aún, se nos dice, y nosotros lo aceptamos mansamente, que si el 51 por ciento de los votantes aprueba el referendum, esta sustitución del contrato social será válida. Nadie parece darse cuenta de que un cambio estructural de manera de vivir, la desaparición de toda una filosofía política consagrada en las constituciones, leyes y costumbres de los venezolanos de muchas décadas pueda ocurrir porque la más simple de las mayorías, la mitad más uno de los votantes, así lo aprueben. Para comenzar, la transparencia del proceso electoral es bajísima. Con un CNE gangsteril, un REP profundamente contaminado y un plan república indigno de confianza, obtener una victoria de esta naturaleza no debe ser muy dificil para el déspota. Pero el problema de fondo es más importante aún. Se trata de que ese cambio pretendido no puede ser legítimo, a menos que lo aprobase una mayoría no inferior al 80 por ciento de los votantes.
Yo creo firmemente que si el gorila semi-analfabeto gana el referendo con una mayoría frágil y de dudosa transparencia tendremos que pasar a la rebelión abierta.
A la sociedad venezolana se le está acabando el tiempo para dar muestras decididas de merecer la libertad.

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