La historia de América Latina es como la de unos latifundios que explotan la miseria de los campesinos y les pagan con fichas, hasta que un día un joven líder con mucho carisma y verborrea los convence de la necesidad de cambiar su realidad bajo el grito de viva la revolución, abajo los explotadores. El líder acusa a los latifundistas, al imperialismo y a la iglesia como los culpables del hambre del campesino y la de sus hijos, de sus enfermedades, de su insalubridad y de su ignorancia. Las masas se emocionan, ven en el líder al vengador de su fracaso y lo convierten en su Mesías. “Viva la revolución”, grita éste cuando toma el poder, al par que destruye a los terratenientes e insulta al imperio y a la iglesia. Al final, los campesinos sustituyen los latifundios por colectivos improductivos, cambian un imperialismo por otro y sustituyen a la iglesia por el fanatismo ideológico. Y el hambre sigue viva. Son incapaces de construir una realidad próspera que se refleje en comida, dinámica económica, salud, viviendas y felicidad para el pueblo. ¿Y ahora que hacemos con la revolución?, le preguntan los campesinos al Mesías, al palpar cómo luego de tantos discursos, guerras y sacrificios, están peor que antes.
El Mesías les responde: paciencia, no sean inmaduros, comprendan el proceso revolucionario, que es de décadas. Sufran hoy para que sus bisnietos sean felices. Acusa a los que hablan del fracaso de la revolución de traidores, pitiyankis y gusanos. El Mesías se transforma en Falso Profeta y el pueblo queda con su misma hambre, frustración y resentimiento. No hay comida; pero hay héroes: de la producción, del sacrificio, de restearse con hambre y sin empleo, de gritar más uh ah. Por algo somos el continente con más héroes por kilómetro cuadrado.
Baja el telón y el pueblo sigue buscando otro Mesías, que invariablemente aparece y se transforma en otro Falso Profeta. Pura revolución inconclusa, encerrada en su laberinto.
SANGRE SUDOR Y LÁGRIMAS… EN
La revolución inconclusa se dio, por ejemplo, en Cuba. 1959, un pueblo reprimido y hambriento. Un país seno de mafias, juegos, negocios de los gansters. Batista, un dictador tutelado por el imperio norteamericano. Fidel Castro, un joven con mucho carisma, le dijo al pueblo que los culpables de su mala situación eran la dictadura, los latifundistas y el imperio norteamericano. Tomó el poder y acabó con “esa” dictadura; pero no implantó la democracia. Acabó con los latifundistas; pero también con todo vestigio de propiedad privada y el agro se fue al sótano. Acabó con la influencia del imperio norteamericano colocando a Cuba en manos del imperialismo soviético. De dictadura a totalitarismo, de latifundio privado a latifundio del estado y cambio de dueño internacional.
Tomaron el poder, destruyeron lo existente y no construyeron una sociedad próspera. El resultado, un gentío en Miami, la oposición en la cárcel, una Asamblea sumisa, cero libertad de prensa, salario generalizado de menos de un dólar diario… una vergonzosa dictadura de medio siglo. Puro Trucutrú. Cuba, otra revolución metida en un laberinto de improductividad. Con un Raúl Castro que lo único que se le ocurre para “celebrar”, es solicitarle al pueblo otros 50 años de sacrificio. ¿Es eso lo que usted quiere para Venezuela?
la “revolución” venezolana
Años noventa. Un pueblo obstinado por la corrupción y la ineficiencia de los últimos gobiernos. Un juego trancado. Marginalidad, inseguridad, decadencia. Partidos dirigidos por cúpulas. Dirigentes jóvenes a la vera de los líderes tradicionales. Intentona del
El pueblo, decepcionado le pregunta al comandante y Mesías: ¿y ahora, qué hacemos con la “revolución”? Y como si no nos bastara con tanto falso profeta, la única repuesta que se le escucha es: la reelección perpetua.
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