El teniente coronel lenguatón declaró que ya no era el pendejo del 2002. Estamos de acuerdo. Ayer evidenció ser cobarde y pusilánime, como define pendejo en su primera acepción el Diccionario de la Lengua Española. El 11 de abril lloró y rogó que no lo mataran. Solo quería que lo dejaran irse a Cuba. Renunció en las primeras de cambio. Se asustó cundo Bernal le propuso resistir. Mansamente se fue con todo y escolta a entregarse a Fuerte Tiuna. En la Orchila jamás manifestó a sus custodios la intención de regresar a Miraflores. Estaba con la moral en el suelo, derrumbado sicológicamente. Hay muchos testigos, incluso partidarios suyos. En resumen, se comportó como un verdadero pendejo.
Hoy, como él mismo dijo, ya no es el mismo pendejo de ayer. Ahora es el pendejo tonto, según la segunda definición del mencionado Diccionario, que cree que puede engañar al pueblo con una reforma constitucional para perpetuarse en el poder. Dice que con su propuesta es el pueblo quien decidirá si sigue o no en Miraflores indefinidamente. Es tan pendejo que no se da cuenta que ya el pueblo le dijo que NO el 2 de diciembre del 2007. El nuevo pendejo es tan pendejo que se cree indispensable y que nadie puede sustituirlo. El muy pendejo cree que obligando a firmar por el sí y a uniformar de rojo a los empleados públicos, éstos votarán por el continuismo.
Como un pendejo no ha caído en cuenta que la juventud rebelde no cree en la reelección indefinida y que solo los jóvenes tarifados dicen “sí mi comandante, patria, socialismo o muerte”. Pendejamente cree que los intelectuales de izquierda están con su proceso, sin percatarse que los valiosos intelectuales de izquierda no aceptan dictaduras ni violaciones a la Constitución y que “sus intelectuales” son de pacotilla. Ayer fue pendejo, hoy sigue siendo pendejo. Menos mal que el pueblo venezolano no es pendejo y, a pesar de que nos están convocando a un referendo que viola la Constitución y que la mayoría de los Diputados de la Asamblea Nacional y de los Rectores del CNE son siervos del pretendiente a perpetuarse, saldremos a votar para reafirmar el NO.
“Abajo el continuismo, viva la legalidad”, como decía la vieja canción del siglo XIX. Venezuela no quiere pendejos, ni de ayer, ni de hoy. Queremos un estadista que nos permita lograr un verdadero desarrollo con equidad.
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