Andrés Matas
El domingo, después del apagón, escribí mi artículo semanal refiriéndome a la inconveniencia de declaraciones que siembran dudas sobre un sabotaje al servicio eléctrico. El artículo perdió vigencia el mismo lunes, cuando las dudas se convirtieron en una imputación contra 3 ingenieros de Edelca que fueron detenidos. Allí decía que nunca en los 120 años de historia del sector eléctrico un operador había atentado contra la continuidad del servicio, bajo ninguna circunstancia política, inclusive durante los sucesos de los años 2002 y 2003. Decía también que entre los operadores existe un juramento hipocrático tácito, que hace que la continuidad del servicio sea algo sagrado, igual que lo es la vida de un paciente para un médico, aunque sea su peor enemigo.
Pero por encima de los principios éticos hay aspectos prácticos. Todas las acciones de un operador quedan registradas, lo que hace que las evidencias sean tan visibles como las que deja una bomba que explote en una torre de transmisión. Si hay alguien consciente de esto es el propio operador. Él sabe que no puede atentar contra el servicio y seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido, porque será descubierto al instante.
Una cosa muy distinta es un error humano en la operación del sistema. Esto ha ocurrido muchas veces y, con seguridad, volverá a ocurrir. La tradición dice que los errores siempre han sido tratados profesionalmente y con respeto al operador, aunque en algunos casos impliquen sanciones. Pero nunca se han tratado como un delito penal.
En todo caso, una acción operativa en el sistema de Edelca no es responsable del mal funcionamiento Sistema Eléctrico Nacional ni de la separación de área de Caracas. Son eventos independientes. Para que ocurra un apagón como el del domingo deben suceder un conjunto de eventos en serie que escapan de la acción de un operador de Edelca.
Por eso es que la medida de arresto despierta suspicacia y resulta indignante. A las primeras de cambio se toma la medida de arresto, se veja y se penaliza a unos profesionales, sin el tiempo suficiente para analizar las todas las circunstancias asociadas al hecho. Por encima de la presunción de inocencia y el debido proceso, se irrespeta a unas personas y a toda una profesión que siempre ha mostrado dignidad y que lleva un buen tiempo trabajando con las uñas ante la precariedad de nuestro sistema eléctrico actual. Precariedad de la cual, por cierto, no son responsables nuestros operadores.
Las consecuencias no se harán esperar. Todo el proceso operativo se hará más lento y burocrático, nadie se atreverá a tomar ninguna decisión sin la aprobación de su superior, el clima que debe imperar en un trabajo complejo y delicado se nublará, todos se cuidarán de emitir cualquier opinión. Sin duda otro paso más hacia la destrucción de una empresa tan valiosa como Edelca.
Hay que responsabilizar, por encima de todo, al presidente de Edelca. El análisis de un evento como el ocurrido el domingo debe hacerse internamente y debe ser dirigido por el presidente. Si como consecuencia de dicho análisis se establece alguna responsabilidad penal, a él le toca llamar a las autoridades para tomarla. Es la única forma de respetarse a sí mismo y ofrecer el liderazgo que una empresa como Edelca merece.
Una consecuencia adicional, asociada al sabotaje, es que transmite a la opinión pública la falsa sensación de que los problemas del sector no son tan graves y se deben a unos cuantos “pitiyanquis”, quién sabe si “magnicidas”. Puede que el mensaje engañe a algunos ingenuos y reporte dividendos políticos, pero es absolutamente irresponsable y es una evidencia más de que el sector eléctrico se dirige al abismo.
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