Por: Nelson Hernandez
Aunque muchos estudiosos lo asomaban y otros lo intuían, el 29 de septiembre de 2008 ocurrió el tan esperado colapso del sistema financiero mundial. Se esgrimen diferentes razones para lo sucedido, unas con cierta objetividad como la falta de “control y supervisión” por parte del gobierno de los Estados Unidos en las transacciones financieras de Wall Street, y otras de índole especulativo como la de pensar que el colapso esta dentro de una estrategia de los países desarrollados para dominar el “mundo de los comoditty”. Independiente de quienes tuvieron la culpa o quienes se benefician, la Crisis Financiera llego para quedarse por un buen tiempo.
Lo sucedido el 29S no tiene parangón con el “crash” de 1929. Recordemos que para la época, no existía, como lo es ahora, un mundo globalizado e interconectado (Internet) que permite que los vasos comunicantes del sistema financiero funcionen instantáneamente para buscar un equilibrio, lo cual arrastra a todos. No hay un país en el mundo que, directa o indirectamente, no este relacionado con Wall Street.
Hay que acotar que esta crisis, al igual que las otras del pasado, ni es nueva ni representan ningún colapso del sistema capitalista, ya que este se desenvuelve dentro de oscilaciones cíclicas que se alternan entre prosperidad, crisis, recesión y reactivación. En otras palabras, acepta regulaciones para adaptarse a las nuevas situaciones.
La crisis financiera era la que faltaba para que la humanidad tome conciencia e inicie un nuevo rumbo, de no ser así la sostenibilidad de la vida en el planeta estará en peligro. Ese nuevo rumbo debe considerar soluciones que tomen en cuenta el aspecto energético, económico-social y ambiental; aspectos que conforman las tres grandes crisis que agobian al mundo.
En el nuevo orden energético deben tener supremacía todas aquellas fuentes energéticas, tecnologías y acciones que sean amigables al ambiente de tal manera de descarbonizar el patrón energético mundial, y así mitigar el cambio climático y su consecuente efecto invernadero.
En el nuevo orden ambiental, no solo debe acometerse acciones para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, sino emprender una cruzada que conlleve a concientizar a la humanidad de lo importante e imprescindible que es proteger su hábitat.
En el nuevo orden económico – social, se debe incorporar el aspecto social sin dejar a un lado el concepto rentista per se de los negocios, lo cual fortalece el incremento de la calidad de vida de los actores que conforman las unidades productoras de bienes y servicios.
Estos nuevos órdenes deben estar circunscritos dentro del respeto de los derechos humanos, lo cual deberá ser el norte de la humanidad en este siglo XXI. Para que dichos derechos no sean letra muerta se deben repotenciar o reinventar todos aquellos organismos internacionales y regionales, de tal manera que sus recomendaciones sean acatadas por los gobiernos en beneficio de su población.
Así mismo, deben crearse organismos que puedan contrarrestar o defender la individualidad o el colectivo del atropello de los gobiernos. Me atrevo a decir que uno de esos organismos a repotenciar es la Organización de Estados Americanos, ya que hoy en día es un “club de presidentes”, donde se protegen unos a otros sin importar la población. Quizás se debería formar la OPA (Organización de Pueblos Americanos), conformada por representantes de cada país, los cuales no deben ser funcionarios públicos.
Lo importante es que después del 29S de 2008, el mundo cambio… y como se indica en el concepto gerencial: Hagamos de la crisis una oportunidad; esta es la oportunidad que tiene la humanidad para hacer un salto quántico y sentar las bases para una mejor calidad y para perpetuar su permanencia en el planeta tierra.
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