sábado, 28 de abril de 2012

EL REINO DE LA INCERTIDUMBRE



Rafael Gallegos 

La literatura latinoamericana asombró al mundo con aquello del realismo mágico. O sea, una realidad aderezada por las leyes de la magia. Podía suceder cualquier cosa y ser rigurosamente cierto. Como cuando Dolores la bella, transparentada,  voló al cielo impulsada por el  aleteo de unas sábanas. O cuando el Mackandal de “El Reino de este mundo” se transformó en mariposa y sólo lo podían observar los esclavos, o los iniciados en el vudú. O cuando Presentación Campos, de Las “Lanzas coloradas”, a punta de resentimiento, se transformó y mató a sus antiguas amas blancas.

El éxito de esta literatura obedece a que los latinoamericanos somos seres acostumbrados a vivir con un gigantesco toque de irrealidad. En un mundo donde lo probable o lo improbable es sustituido por la incertidumbre. Un mundo donde los milagros de última hora pueden transformarlo todo. Hasta lograr la salvación del alma, luego de una vida llena de desatinos, si nos arrepentimos.

Tal vez ello sea reflejo del  arrebatón que nuestros abuelos españoles les hicieron a nuestros abuelos indígenas. Los apartaron de sus familias y les pedían productividad en las haciendas. El indio dijo sí y hacía que trabajaba, lo que no importaba mucho, porque el encomendero… hacía que le pagaba. La propia comedia de las equivocaciones. La flojera fue la venganza del indio.

Bajo amenazas de los eternos fuegos del infierno, los bautizaban y ellos decían amén mientras seguían adorando a sus viejos ídolos.

La igualdad prehispánica desaparecía y quedaba supeditada a una sociedad  dividida, cual guacamayas, por colores. Así éramos españoles blancos, mestizos beiges, indios marrones...

… y luego los negros, recogidos a la fuerza en sus patrias africanas y amontonados en barcos – deberían pagarnos regalías a sus descendientes por el invento de la sardina en lata- para ser vendidos como esclavos de acuerdo a su tamaño, sus dientes, su edad, su fuerza… Ah! y nada valía más que una negra virgen.

LA MAGIA DE LAS REVOLUCIONES

Así nos transformamos en pueblos amantes de las “revoluciones”. Como la famosa marca ACME del correcaminos, todo movimiento político que se respetara había que “marcarlo” revolución. No importaba que no aportara soluciones. Sólo que luchara contra la injusticia. Tipo Robin Hood, repartir lo de los ricos entre los pobres. ¿Y después qué? … Dios proveerá.

Como la de Revolución de Boves, que encantó a la mayoría de los venezolanos, que lo seguimos como a ningún otro caudillo. Si no hubiera muerto en Urica habría  sido Presidente de la República, o Rey, e institucionalizado el resentimiento, las violaciones, las decapitaciones, las invasiones a las haciendas de la época. 

Luego la  Revolución Federal de Zamora, que en nombre de la igualdad quemó tres veces Barinas; la Revolución Azul de Guzmán Blanco, autócrata adueñado del país por casi veinte años; la Revolución Legalista de Crespo, para sacar al continuista Andueza  que quería quedarse cuatro años y él… se quedó seis; la Revolución Restauradora de Castro, que no restauró nada; la  Revolución Rehabilitadora de Gómez, 27 años de represión; la Revolución de Octubre de la increíble alianza Betancourt-Pérez Jiménez; hasta llegar a … la Bolivariana. ¡Cómo nos gusta una revolución!

Acabemos con la injusticia – grita el vulgo.  ¿Y cómo implantamos la justicia? – pregunta un desadaptado. No preguntes tonterías... abajo la injusticia, que viva el mesías. Tengo hambre… siguen diciendo los niños de todas las épocas, mientras los mesías, invariablemente se transforman en falsos profetas.

Pero ninguna revolución ha destruido al país de manera tan estratégica como la que padecemos. La industria petrolera, la del hierro, del aluminio. El alma nacional, con su corazón “partío”. Las zonas industriales de Aragua, Carabobo o Guayana. Puro erial. La agricultura… cuatro millones de hectáreas  invadidas y amontonadas. O la licuefacción de las instituciones  (al son cubano de  jugo, zumo, hugo). Puro copiar el paraíso socialista cubano… que dicen los deslenguados que tiene prohibidos los  astilleros, porque con tanto barco, se fugaría… hasta Raúl. 

¿Nos habremos acostumbrado a la incertidumbre? ¿A estar adivinando las características de la enfermedad del Presidente? ¿A tolerar la pobreza de un gobierno que sólo insulta y NO OFRECE UNA SOLA IDEA PARA SUPERAR ESTA   CRISIS? ¿Alguien puede asegurar que Cuba y Venezuela son dos estados independientes? ¿Quién será el candidato del gobierno? ¿Cuándo llegue el lobo, que llegará, alguien preguntará bobamente si había lobo?

Nos hemos convertido en la república de los rumores en plena era de la información. En nuestras manos está entrar en el siglo XXI al superar la autocracia, tal  como entramos al siglo XX, al final de Gómez. Sin demagogia, con solidaridad, democracia y productividad. HAY UN CAMINO. Usted escoge. Ah! y… abajo los chimes.

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