Alberto Quiros Corradi
No tengo sino admiración por la forma como Henrique Capriles ha llevado hasta ahora su campaña presidencial. Sereno. Valiente. Claro. No ha temido adentrarse en zonas que el chavismo reclama como propias. Por otra parte, ha contado con el apoyo de los líderes de la oposición sin distinción de ideología. Hasta aquellos que no veían con mucho agrado su precandidatura, después de las primarias, lo han apoyado frontalmente. Todo, hasta ahora, marcha viento en popa. Sin embargo hay dos observaciones que creo prudente hacer ya. Una es respecto a las apariciones públicas del candidato, sobretodo en ruedas de prensa. La otra se refiere al seguimiento que se le debe hacer a sus visitas puerta a puerta.
Las ruedas de prensa. Henrique no es un “pico de oro” pero eso no quiere decir que no se exprese bien y con claridad. No obstante, como no se adorna en sus intervenciones debe hablar más taquigráficamente, con menos rodeos. Más al punto. Una de las grandes diferencias que puede marcar con Chávez es el uso del tiempo. Tiene que proponerse un mensaje más corto y más directo. Evitar ser repetitivo. Hay dos maneras de ser elocuente. Una es construir el discurso con citas, metáforas, giros elegantes del lenguaje y anécdotas que vienen al caso. Otra es la del lenguaje directo. Claro. Sin reiteraciones. Esta modalidad es efectiva en ruedas de prensa cuando se responde a preguntas. Trasmite la sensación de seguridad, de conocer los temas, de no titubear. Pero, sobretodo, lo más importante es que este lenguaje permite una eficiente administración del tiempo. Hay que proponerse que las ruedas de prensa no duren más de una hora.
El seguimiento. A pesar del apoyo visible y colectivo que Capriles tiene por parte de los líderes de la oposición y del buen número de seguidores con los cuales cuenta en sus visitas puerta a puerta me da la impresión que una vez concluida su presencia en ciudades y pueblos hay como un vacio de emoción. Esto no debería ser así porque en todo el territorio nacional hay candidatos de la oposición a gobernadores y alcaldes que tienen sus seguidores, amén de organizaciones civiles que son también de oposición. De alguna manera, como se hizo con las candidaturas a las alcaldías de Baruta, Chacao, Sucre, Libertador y el Hatillo, hay que empatar la candidatura de Capriles con las de gobernadores y alcaldes de las regiones para que una vez terminada la visita haya una explosión de manifestaciones en apoyo a Capriles y a los líderes regionales que aspiran ser electos. En otras palabras, hay que hacer campaña por Capriles sin Capriles, apoyándose en las organizaciones regionales, en los partidos políticos y en las fuerzas democráticas locales. Hay algo que no hay que olvidar. Cuando Capriles gane la presidencia de la república el 07 de octubre, no sólo se habrá conquistado la primera magistratura, se ganarán también las gobernaciones y las alcaldías. El derrumbe del régimen será total. En este proceso el juego es, a todo o nada, porque en el supuesto negado de que perdiéramos la presidencia de la república, la debacle en ese caso sería nuestra. Una de las ventajas de las primarias fue que puso candidatos de la oposición en todas las zonas del país para optar a los cargos regionales. Esos candidatos tienen que estar en movimiento perpetuo, antes, durante y después de las visitas del candidato presidencial. El gentío en la calle tiene que ser permanente para que Capriles siga poniendo la agenda y quitándole protagonismo a Chávez.
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