El Metro de Caracas, Edelca, Banco Central y Pdvsa eran buenos ejemplos de empresas del Estado donde se respetaba la meritocracia. Ésta, según Nelson Olmedillo experto en recursos humanos, se practica cuando “se estimula al trabajador como ser humano hasta llevarlo a su máximo crecimiento profesional, intelectual y espiritual, en un ambiente de respeto y disciplina, con reglas de juego claras y conocidas. Se ofrece una carrera, un modo de vida, no un puesto, pero se le exige el cumplimiento de deberes y la observancia de una conducta apegada a los valores de la empresa. El mérito se utiliza como patrón de medida para establecer gratificaciones y sanciones, así como para identificar, seleccionar y formar a aquellos cuyas competencias y potencial lo destacan para los ascensos que les correspondan”. La envidia y el resentimiento son los principales enemigos de la meritocracia. Esta situación no es de extrañar, ya que en las empresas en las que se practica la meritocracia los sueldos y otros beneficios laborales tienden a ser superiores al promedio.
Como el sistema meritocrático es manejado por humanos a veces se cometen injusticias, pero éstas tienden a corregirse en el tiempo si la organización diseña los mecanismos adecuados. Desde luego siempre habrá algún descontento con las evaluaciones, ya que no es fácil aceptar las limitaciones naturales que tenemos. En esta época de mediocridad y sumisión, la marabunta roja intenta descalificar la meritocracia equiparándola con la presunción y privilegios. Ciertamente, por el hecho de trabajar en empresas que aplican la meritocracia algunos trabajadores se muestran prepotentes y altaneros, defectos que también se presentan en otros ámbitos pero que se hacen más visible en quienes pertenecen a un grupo fácilmente identificable.
Es imperativo predicar, practicar y defender principios y valores, entre ellos la meritocracia. Dejar pasar los atropellos a cuenta de que “no están dadas las condiciones” es de timoratos. Criticar a posteriori acciones de rebeldía cívica cuando no tienen el éxito esperado constituye una deshonestidad intelectual. El nuevo gobierno que se instalará en enero del 2013 tendrá que reparar todas las instituciones, organismos y empresas del Estado, así como incentivar el regreso de los profesionales que emigraron. Una señal positiva que pueden dar nuestros precandidatos presidenciales sería la firma de un acuerdo en el que se comprometan a implantar la meritocracia, desterrando de los entes del Estado la política partidista y los cargos de libre nombramiento y remoción.
Como en botica: Algunos escribidores piensan que democracia es decir lo que quieren, pero se ponen rabiosos cuando se les dice lo que no quieren. El Informe de Pdvsa del 2010 evidencia lo que Gente del Petróleo ha denunciado reiteradamente: Pérdidas en el negocio de refinación, disminución de la producción, innumerables accidentes laborales, desfase de los proyectos de gas, desarrollo estancado de la Faja Petrolífera del Orinoco, elevado endeudamiento externo, deuda con proveedores y regalos de petróleo a gobiernos amigos del régimen. No creemos en una supuesta temprana polarización; todos los precandidatos tienen méritos y ninguno debe ser descartado a priori. Aguardemos los debates. Nuestro reconocimiento al pundonoroso general institucional Ángel Vivas Perdomo y tarjeta roja para Didalco. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
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