sábado, 17 de julio de 2010

AUTOVACUNA CONTRA AUTOCRACIAS

Rafael Gallegos


Los logros del doctor Jacinto Convit desbordan las expectativas de los venezolanos. Como si fuera poco haber descubierto la cura contra la lepra, ahora encamina al encuentro de una vacuna (más bien autovacuna) cuyo efecto hará lo recuerden en la historia universal por los siglos de los siglos… nada menos que la cura del cáncer. Independientemente de haberse o no cubierto todavía los pasos exigidos por la necesaria rigurosidad metodológica, su contribución es un gran aporte a la humanidad. Por mi parte, siento infinito orgullo de compartir gentilicio con ese gran ser humano. Hay que ver lo que significa que un venezolano descubra la cura del cáncer. Más en este momento en que, paradoja de paradojas, regresan del olvido, el dengue, el paludismo, el mal de chagas y la tuberculosis, entre otras vergüenzas.


¿Y el gobierno, tan preocupado por expropiar, invadir, insultar y todas esas acciones que revelan la arritmia histórica que vivimos, será capaz de lanzar su famoso “exprópiese” para esa investigación y ponerla en manos de algún batallón (podría ser el glorioso batallón de Los Semerucos) para que la autovacuna sea nada menos que… socialista?


El doctor Convit merece el Nobel; pero si se lo dan o no, es irrelevante. Total, no se lo entregaron ni a Tolstoi, ni a Borges, ni a nuestro Rómulo Gallegos. El joven y desconocido escritor García Márquez, escribió en un artículo fechado en 1950, que era inminente que le otorgaran el Nobel de ese año al autor de Doña Bárbara. Seguramente la dictadura imperante en Venezuela se movió para impedir que eso sucediera. Es irrelevante, o como dijo otro gran venezolano, Arturo Úslar Pietri, a raíz de la muerte de Jorge Luís Borges: si no le dieron el premio, peor para el Nóbel. Con o sin premio, la gloria del doctor Convit, como la del Libertador, crecerá como crece la sombra cuando el sol declina.


INOCULACIÓN DE HISTORIA

La autovacuna del Doctor Convit, contempla, y perdonen mi supina ignorancia en el tema, generar anticuerpos del mismo cuerpo del paciente. Se me ocurre que los venezolanos, en esta álgida hora que vivimos, podemos generar anticuerpos contra el totalitarismo, basándonos en nuestra propia experiencia. Podemos inocular en las mentes de los venezolanos, pasajes negativos de nuestra historia, para que tomemos conciencia y evitemos que se repitan.


Podemos inocularnos la tortura y muerte de valientes venezolanos cuando Pérez Jiménez en Guasina, Sacupana o en los sótanos de la Seguridad Nacional; o el sufrimiento de los curas envenenados por Gómez con vidrio molido, por atreverse a comentar sus concubinatos; o con las arbitrariedades cometidas contra los heroicos presos políticos y exiliados de hoy. Inocularnos para generar anticuerpos que nos hagan decir con firmeza nunca jamás, a los regímenes con perseguidos por sus ideas, exiliados y presos políticos.


Inocularnos de nuestra propia historia. De las elecciones fraudulentas de 1952, que para revertir la inminente derrota del gobierno, finalizaron su conteo en los cuarteles; o de los actuales marcos electorales, donde el árbitro está por decir lo menos, parcializado con el gobierno y permite intolerables abusos en las campañas. Inocularnos para que nunca jamás se hagan elecciones sin transparencia.


Y como somos la misma cosa, hagamos una autovacuna con la experiencia del comunismo cubano, que a punta de “exprópiese” convirtió a la isla en el país más improductivo y reprimido de América. Para que jamás repitamos regímenes que se atragantan con la flecha de la historia y generan caos, represión y sufrimiento.


A CINCO AÑOS DE MI PADRE

Y esta autovacuna sería también un humilde pero hipersincero homenaje a mi queridísimo padre Rafael Gallegos Ortiz, quien ayer cumplió cinco años de su partida. Dedicó buena parte de su vida a luchar, de palabra y obra contra las autocracias. Perseguido, preso en las cárceles de Venezuela y exiliado a Ecuador, por la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez. Continuó su lucha en el período democrático. Dejó innumerables libros, entre ellos algunos que reflejan la tenebrosa época del dictador Juan Vicente Gómez.


Mi padre previó la oscuridad de la hora actual. El militarismo, la licuefacción de poderes, la careta de democracia, el mesianismo. Utilizaba mucho la frase: los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla. La inoculación que hemos referido puede ser una forma de superar ese repitiente crónico de historia en que nos vamos convirtiendo.


La portentosa investigación del Dr. Convit, aunada al reciente viaje aéreo con energía solar, son síntomas de que la humanidad se dirige a una nueva era. Y nosotros ¿seguiremos dialogando con Trucutrú? De usted depende. 26 S, con S de sunami.



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