Alberto Quiros Corradi
Hace tiempo Elvia Gómez le hizo a Axel Capriles una entrevista sin desperdicio. Empieza por definir el objeto del culto a la personalidad. “En Chávez uno ve cuáles son sus necesidades narcisistas por las cuales necesita ser adorado”. Bien sea porque “eso” neutraliza algún poco visible complejo de inferioridad o porque “comprueba” la alta estima que tiene el personaje de si mismo. “Nadie puede gobernar a Venezuela sino Hugo Chávez Frías”, frase del Presidente. Seguida del silencio de los oyentes le produciría depresión. Una respuesta llena de aplausos y aclamaciones llena sus “necesidades narcisistas”. Capriles sostiene que en una sociedad “que salga de la pobreza… no se da el culto a la personalidad. Por eso se sustituye a las estructuras institucionales que garantizarían la eliminación de la pobreza y le darían seguridad a los que menos tienen, por dádivas (misiones) que dependen de la buena voluntad del “ungido”.
Al leer a Capriles, uno no puede dejar de preguntarse como el pueblo alemán, culto y sin la pobreza nuestra, pudo ser atraído por la mesiánica personalidad de Hitler. La respuesta hay que buscarla, leyendo a Ibsen Martínez “Dos Sukhoi Sobre el Cielo de Caracas” para visualizar como dos aviones volando en preparación de la grotesca celebración de un nuevo aniversario del cuartelazo de fecha 04F-92 le sugiere a Ibsen una vinculación con la aparente fascinación del pueblo alemán con el nazismo. Algo que describió Sebastián Haffner: “Para 1933, todas las instituciones de Alemania habían sido tomadas por el nazismo. Era imposible ya cualquier tipo de resistencia colectiva y la oposición individual era una especie de suicidio”.
Ibsen, con razón, ve en este párrafo, una “crónica de la actualidad venezolana”. Si la descripción terminara “allí” estaríamos condenados a repetir en otras tierras la tragedia del nazismo. Haffner deja abierta una esperanza en un pensamiento citado por Ibsen. “Uno se siente siempre tentado a creer que la historia se desarrolla entre unas docenas de personas que “rigen el destino de los pueblos”. Pero, no deja de ser un simple hecho que las decisiones realmente importantes tienen lugar en nosotros, en los seres anónimos, en las entrañas de un individuo cualquiera y que, ante estas decisiones masivas y simultáneas… hasta los dictadores, los ministros y los generales más poderosos se encuentran totalmente indefensos”.
Tiene razón Axel Capriles, no es sencillo imponer un régimen fascista y arbitrario en una sociedad que haya salido de la pobreza. Pero la pobreza es algo más que la insatisfacción de las necesidades básicas. Es también, la pérdida de la autoestima y el derrotismo. Esto crea en las sociedades debilidades estructurales fáciles de llenar por las promesas de un “iluminado”. Si este es, además, un seductor de masas los ciudadanos se convertirán en dóciles seguidores de un tirano. No es que una vez inmersa en el espiral del “cambio” no se reconozca el error. Es que, cuando las instituciones de la democracia se derrumban, disentir no solo es difícil sino peligroso. El secreto, entonces, para cualquier sociedad es saber identificar el momento del quiebre. Ese instante cuando la reacción colectiva todavía tiene la fuerza suficiente para derrotar al oscurantismo.
Haffner habla del poder del individualismo como multitud. Allí están identificados los poseedores de la verdadera fuerza que puede impedir transformarnos en una sociedad sumisa a los caprichos de un tirano: ¡Nosotros! Los que tenemos el poder de “las decisiones masivas y simultáneas”. ¡Estamos a tiempo!
Hace tiempo Elvia Gómez le hizo a Axel Capriles una entrevista sin desperdicio. Empieza por definir el objeto del culto a la personalidad. “En Chávez uno ve cuáles son sus necesidades narcisistas por las cuales necesita ser adorado”. Bien sea porque “eso” neutraliza algún poco visible complejo de inferioridad o porque “comprueba” la alta estima que tiene el personaje de si mismo. “Nadie puede gobernar a Venezuela sino Hugo Chávez Frías”, frase del Presidente. Seguida del silencio de los oyentes le produciría depresión. Una respuesta llena de aplausos y aclamaciones llena sus “necesidades narcisistas”. Capriles sostiene que en una sociedad “que salga de la pobreza… no se da el culto a la personalidad. Por eso se sustituye a las estructuras institucionales que garantizarían la eliminación de la pobreza y le darían seguridad a los que menos tienen, por dádivas (misiones) que dependen de la buena voluntad del “ungido”.
Al leer a Capriles, uno no puede dejar de preguntarse como el pueblo alemán, culto y sin la pobreza nuestra, pudo ser atraído por la mesiánica personalidad de Hitler. La respuesta hay que buscarla, leyendo a Ibsen Martínez “Dos Sukhoi Sobre el Cielo de Caracas” para visualizar como dos aviones volando en preparación de la grotesca celebración de un nuevo aniversario del cuartelazo de fecha 04F-92 le sugiere a Ibsen una vinculación con la aparente fascinación del pueblo alemán con el nazismo. Algo que describió Sebastián Haffner: “Para 1933, todas las instituciones de Alemania habían sido tomadas por el nazismo. Era imposible ya cualquier tipo de resistencia colectiva y la oposición individual era una especie de suicidio”.
Ibsen, con razón, ve en este párrafo, una “crónica de la actualidad venezolana”. Si la descripción terminara “allí” estaríamos condenados a repetir en otras tierras la tragedia del nazismo. Haffner deja abierta una esperanza en un pensamiento citado por Ibsen. “Uno se siente siempre tentado a creer que la historia se desarrolla entre unas docenas de personas que “rigen el destino de los pueblos”. Pero, no deja de ser un simple hecho que las decisiones realmente importantes tienen lugar en nosotros, en los seres anónimos, en las entrañas de un individuo cualquiera y que, ante estas decisiones masivas y simultáneas… hasta los dictadores, los ministros y los generales más poderosos se encuentran totalmente indefensos”.
Tiene razón Axel Capriles, no es sencillo imponer un régimen fascista y arbitrario en una sociedad que haya salido de la pobreza. Pero la pobreza es algo más que la insatisfacción de las necesidades básicas. Es también, la pérdida de la autoestima y el derrotismo. Esto crea en las sociedades debilidades estructurales fáciles de llenar por las promesas de un “iluminado”. Si este es, además, un seductor de masas los ciudadanos se convertirán en dóciles seguidores de un tirano. No es que una vez inmersa en el espiral del “cambio” no se reconozca el error. Es que, cuando las instituciones de la democracia se derrumban, disentir no solo es difícil sino peligroso. El secreto, entonces, para cualquier sociedad es saber identificar el momento del quiebre. Ese instante cuando la reacción colectiva todavía tiene la fuerza suficiente para derrotar al oscurantismo.
Haffner habla del poder del individualismo como multitud. Allí están identificados los poseedores de la verdadera fuerza que puede impedir transformarnos en una sociedad sumisa a los caprichos de un tirano: ¡Nosotros! Los que tenemos el poder de “las decisiones masivas y simultáneas”. ¡Estamos a tiempo!
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