Alberto Quiros Corradi
Hace algunos años la revista Time publicó un ensayo: “La Política de la Envidia”. El mensaje destacaba la ineficiencia de algunas sociedades que promueven la nivelación socio-económica por lo bajo, por el deseo de privar de recursos a aquellos que los poseen: “Si yo no tengo, entonces nadie debe tener”. Puesto en esa forma la política de la envidia no pasaría de ser el almacenamiento individual de algunas frustraciones. El problema está en que de la simpleza individual se pasa a la actitud colectiva. Al deseo consciente de destruir mediante la implantación de una nueva escala de valores todo lo que de positivo y productivo tiene una sociedad. El proceso empieza por la frustración de no tener los bienes materiales, o los valores éticos que algunos tienen y concluye cuestionando y destrozando los valores morales de la colectividad. El puente entre el lícito cuestionamiento de la injusta distribución de la riqueza y la injusta acusación a todos los estratos de la sociedad de poseer los valores negativos de algunos sectores es más corto de lo que se piensa.
En Venezuela hace tiempo que hemos desarrollado la política de la envidia. Muchos de los líderes de este régimen quieren nivelar a la sociedad mediante el mecanismo de hacer más pobres a los ricos, en lugar de hacer más ricos a los pobres. Esto en lo material. En lo moral, la liberación consiste en estimular la corrupción, en lugar de promover la honradez. Ahora escondemos nuestras virtudes y le permitimos a los corruptos que tengan éxito en sus propósitos, bien por la vía de la complicidad o por la vía del silencio.
El régimen ha destruido al país pero “esto” tiene remedio. Con dinero, tecnología y cooperación ciudadana se resolverá el problema eléctrico. Habrá agua potable en todos los hogares. Se construirán nuevas vías de comunicación y se repararan las existentes. Habrá nuevas viviendas y sistemas populares de educación y salud. Las pensiones serán dignas. La gran mayoría de los venezolanos está dispuesta a trabajar para lograr el ingreso a la modernidad.
El problema que como sociedad tendremos que superar es otro. No es sólo erradicar la política de la envidia sino el odio social que ha sembrado Chávez. Cuando llegue la transición de este régimen a otro tendremos que luchar por evitar que la venganza sea el instrumento mediante el cual la ciudadanía pretenda resarcirse de los reales agravios que ha sufrido.
No será tarea fácil el reagrupamiento de los venezolanos en una nueva sociedad sin odio. Son demasiados los insultos recibidos, las descalificaciones, robos, crímenes, la burla a la justicia y la perversión de las leyes, para poder implantar la tesis de “borrón y cuenta nueva”. Pero en esa dirección tenemos que marchar. No se trata de permitirle a los corruptos y abusadores del régimen que continúen evadiendo a la justicia. De lo que se trata es de no colectivizar el pase de factura. Cada quien debe responder por sus actos pero, como sociedad, no debemos continuar divididos entre amigos y enemigos. Hay que ser tolerantes con las ideas diferentes a las nuestras. Lo que tenemos que empezar a no tolerar son los continuos abusos de poder del régimen.
Luchemos con todas nuestras fuerzas para reemplazar este régimen perverso y conquistar el poder. Sólo entonces podemos perdonar. No hay virtud en el perdón ofrecido por los que no tienen la opción de castigar. Luego, abramos las puertas a todos los venezolanos, piensen como piensen, y no permitamos jamás el ascenso o el regreso al poder de aquellos que hirieron a diario nuestra dignidad.
Hace algunos años la revista Time publicó un ensayo: “La Política de la Envidia”. El mensaje destacaba la ineficiencia de algunas sociedades que promueven la nivelación socio-económica por lo bajo, por el deseo de privar de recursos a aquellos que los poseen: “Si yo no tengo, entonces nadie debe tener”. Puesto en esa forma la política de la envidia no pasaría de ser el almacenamiento individual de algunas frustraciones. El problema está en que de la simpleza individual se pasa a la actitud colectiva. Al deseo consciente de destruir mediante la implantación de una nueva escala de valores todo lo que de positivo y productivo tiene una sociedad. El proceso empieza por la frustración de no tener los bienes materiales, o los valores éticos que algunos tienen y concluye cuestionando y destrozando los valores morales de la colectividad. El puente entre el lícito cuestionamiento de la injusta distribución de la riqueza y la injusta acusación a todos los estratos de la sociedad de poseer los valores negativos de algunos sectores es más corto de lo que se piensa.
En Venezuela hace tiempo que hemos desarrollado la política de la envidia. Muchos de los líderes de este régimen quieren nivelar a la sociedad mediante el mecanismo de hacer más pobres a los ricos, en lugar de hacer más ricos a los pobres. Esto en lo material. En lo moral, la liberación consiste en estimular la corrupción, en lugar de promover la honradez. Ahora escondemos nuestras virtudes y le permitimos a los corruptos que tengan éxito en sus propósitos, bien por la vía de la complicidad o por la vía del silencio.
El régimen ha destruido al país pero “esto” tiene remedio. Con dinero, tecnología y cooperación ciudadana se resolverá el problema eléctrico. Habrá agua potable en todos los hogares. Se construirán nuevas vías de comunicación y se repararan las existentes. Habrá nuevas viviendas y sistemas populares de educación y salud. Las pensiones serán dignas. La gran mayoría de los venezolanos está dispuesta a trabajar para lograr el ingreso a la modernidad.
El problema que como sociedad tendremos que superar es otro. No es sólo erradicar la política de la envidia sino el odio social que ha sembrado Chávez. Cuando llegue la transición de este régimen a otro tendremos que luchar por evitar que la venganza sea el instrumento mediante el cual la ciudadanía pretenda resarcirse de los reales agravios que ha sufrido.
No será tarea fácil el reagrupamiento de los venezolanos en una nueva sociedad sin odio. Son demasiados los insultos recibidos, las descalificaciones, robos, crímenes, la burla a la justicia y la perversión de las leyes, para poder implantar la tesis de “borrón y cuenta nueva”. Pero en esa dirección tenemos que marchar. No se trata de permitirle a los corruptos y abusadores del régimen que continúen evadiendo a la justicia. De lo que se trata es de no colectivizar el pase de factura. Cada quien debe responder por sus actos pero, como sociedad, no debemos continuar divididos entre amigos y enemigos. Hay que ser tolerantes con las ideas diferentes a las nuestras. Lo que tenemos que empezar a no tolerar son los continuos abusos de poder del régimen.
Luchemos con todas nuestras fuerzas para reemplazar este régimen perverso y conquistar el poder. Sólo entonces podemos perdonar. No hay virtud en el perdón ofrecido por los que no tienen la opción de castigar. Luego, abramos las puertas a todos los venezolanos, piensen como piensen, y no permitamos jamás el ascenso o el regreso al poder de aquellos que hirieron a diario nuestra dignidad.
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