Los países comunistas se caracterizan por sus empresas quebradas, gerenciadas por estados ineficientes, que se ocupan hasta de vender perros calientes. Para ellos, la productividad no es cuestión de gerencia y estrategia, sino de héroes, villanos y culpables. Destruyen al capitalismo con el cuento de repartir la plusvalía “y que” para que no los exploten los dueños de las empresas. Al final, un show: los “hombres nuevos” terminan haciendo que trabajan y el estado comunista, simulando que les paga. Ante tanto marasmo, los trabajadores desean, cual niña pobre de las telenovelas al galán rico, que llegue un empresario capitalista, y los “explote” como en Suecia, Canadá, Chile o Colombia. Los países comunistas están arruinados, y todos los países prósperos, son capitalistas. ¿Entonces? ¿Cuál es la ruta? Proponer el comunismo como salida, es vender barcos de carbón… en la era atómica.
La productividad de los países es cosa seria. Tanto, que sin exagerar, se puede afirmar que la felicidad de las sociedades, depende de sus niveles de productividad. Porque un país feliz es aquel donde sus habitantes tienen empleo, comida, vivienda, educación, salud, servicios y libertad. Y nada de eso se consigue sin la productividad que generan – únicamente - las buenas compañías privadas y públicas. Si usted quiere saber acerca del bienestar de un país, revise la calidad de sus negocios. No hay países prósperos sin empresas prósperas… y viceversa. Los gobiernos que realmente quieran la felicidad de sus pueblos, deben generar estrategias para desarrollar industrias productivas. Y eso pasa por confianza y estabilidad a los inversionistas y a los trabajadores, por conectar las áreas productivas con los tecnológicos y universidades, por construir infraestructura, mejorar la educación, la salud y ejecutar políticas sociales sustentables.
Contrariamente a líderes como por ejemplo, Lula, Uribe y hasta el mismo Correa, que viajan con sus empresarios y buscan convenios que generen divisas y empleos en sus respectivos países, en Venezuela tenemos años presenciando un show, que lejos de mejorar la calidad de vida de los venezolanos, produce desempleo y hambre. En lugar de construir vías hacia las fincas, viviendas y escuelas en el campo, estimular la producción agrícola y las exportaciones, el show consiste en invadir, bajo la figura de expropiar haciendas, transformándolas en eriales, desempleo, hambre y delincuencia. Y ni hablar de PDVSA, del Gurí, la luz, el hierro, el aluminio y la tonelada de empresas desaparecidas. Todas víctimas de este show de productividad, o mejor de improductividad.
¿De verdad cree el gobierno que esas empresas que pone en manos de trabajadores con camisa roja van a agregar valor a Venezuela? ¿Por qué no confiesan a los venezolanos las condiciones depauperadas en que viven los cubanos? Si ése realmente fuera un país próspero, se cansarían de exhibir películas que mostraran su calidad de vida. Pero la realidad es que las únicas películas famosas, son las de balseros. Explótame, explótame - le gritan los balseros al imperio, qué ironía. Cual flautista de Hamelin, la “revolución” lleva al pueblo al trabajo mal pagado, al desempleo y al hambre. Pasen por
EL FINAL DE
El problema de este gobierno es que ya no puede correr la arruga. Creyeron que a punta de realazos taparían por tiempo indefinido, tanto desaguisado. ¿Hay desempleo? … empléense en el gobierno. ¿No se está produciendo alimento?... impórtese. ¿Qué aquel empresario arrugó la cara? … exprópiese. ¿Qué no hay bienes suficientes para el consumo? … tráiganse. Pura ilusión de armonía. ¿Que se acabó la plata?... devalúese; pero eso sí, dígase que se revaluó. ¿Qué fallan la electricidad, el agua y el gas y no se pueden importar?… Piiiii, piiii, se acabó la arruga. ¿Qué no alcanzan las reservas?… devalúese. ¿Otra vez? …¿y que hacemos con la inflación? Y al final, la culpa del imperio, de la oligarquía y aunque usted no lo crea… del pueblo derrochador.
Productividad es la clave. Ojo, no se trata de producir, sino de hacerlo competitivamente. A bajos costos y mercancías que requiera la gente. Aplicando políticas sociales que realmente superen la pobreza. Visión, confianza, estrategias, planes, logros. Gerenciar a Venezuela. Es el único antídoto ante tanto show. Y como decía Renny: los quiero mucho.
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